domingo, 21 de abril de 2019

De Mitridate, Leneo y Cástor

Ahora que estoy con tiempo limitadísimo (es increíble la mole de tareas que cae sobre el pobre jubilado), y por no abandonar esta página, con la que también me divierto, voy a copiar la historia de tres botánicos antiguos, aludidos por Plinio en el vigésimo quinto libro de su Historia Natural.

Uno es nada menos que Mitrídates VI del Ponto, por más señas llamado Mitrídates Eupátor ("noble" o "de buen papá"), también el Grande, y con otros ilustres motes: éstos eran de rigor antaño para distinguir a los sujetos reales, no adquirido aún el hábito de numerarlos; y falta hacían los números, pardiez, con los Mitridates, pues hubo muchísimos, monarcas en el Ponto, en Partia y en otros lugares.  (Ponto es el Mar Negro, y también un reino a sus orillas, al norte de Anatolia.)

Ya que he cogido el vicio de aludir a los cambios de acento en nombres botánicos, aclararé también aquí que los clasicistas haríamos mejor en llamar Mitridate a su majestad (o, como mucho, a la griega: Mitridata): con el acento, en cualquier caso, en la A donde tiende a recaer tanto en latín como en griego.  (El nombre, que tiene también una variante Mitradate, significa "regalo de Mitra", del dios guerrero al que luego adorarían los gloriosos mílites romanos, antes de caer en las zarpas de Yavé.)

Y no sorprenda ver a un rey entre los botánicos: cuanto más atrás corremos en el tiempo, más indistintas son las profesiones, hasta remontarnos a Adán que, como es sabido, era a un tiempo agricultor, filósofo, zapatero remendón y licenciado en pedagogía.

En cuanto a nuestro Mitridate, se trata de un personaje singular, muy inteligente, muy audaz, cuya mente brillante y resolutiva fascinó a los historiadores antiguos.  Si hemos de creer a Plinio, Mitridate hablaba más de veinte idiomas y era capaz de conversar con cada súbdito en su dialecto.  Era, en suma, de esas personalidades que descuellan, y hubiera sido un Julio César de haberle tocado vivir en Roma; sólo que cayó en un país de costumbres aún más bárbaras.

La afición a las yerbas de Mitridate VI está, al parecer, relacionada con su temor de ser envenenado.  Eso le llevó a experimentar con las ponzoñas e inventar antídotos, uno de ellos citado como Mithridatios, antidotum Mithridateum o antídoto de Mitridate.  Su receta no nos ha llegado, que yo sepa, salvo en un ingrediente que citan Plinio y Aulo Gelio (XVII 16): la sangre de los patos del Mar Negro, anates ponticas, que a su vez se alimentaban de venenos.

"Sólo a él se le había ocurrido (dice Plinio del rey del Ponto) beber a diario venenos tras el antídoto, para que el hábito los volviera inocuos".  De este modo sucedió que, cuando Mitridate, con setenta años pero en pleno vigor, decide suicidarse para no caer en manos del general romano Pompeyo Magno, los más violentos tósigos le hicieron el efecto de una manzanilla, y hubo de recurrir a la espada de su esclavo Bituito, que, "compadecido, sirvió al rey en lo que le pedía".  Esto lo cuenta Apiano, que registra las últimas palabras de Mitridate:  "Me he precavido contra todas las ponzoñas, y he olvidado la que más reyes acaba: la deslealtad".

El segundo botánico es Pompeyo Leneo, un ateniense hecho esclavo de niño y adquirido por el célebre Pompeyo Magno (vencedor de Mitridate), y a quien acompañó en sus aventuras orientales.  Luego, cuando Leneo quiso comprar su libertad, fue liberado gratis por su patrón en atención a su ciencia (de ahí que tomara el nombre de Pompeyo, como nuevo romano: los libertos adoptaban el apellido del patrón).  Cuenta Suetonio que, aniquilada la familia de Pompeyo a comienzos del Principado, hubo de vivir de la enseñanza y puso escuela en las Carinas, junto al templo de la diosa Tierra.

Pues bien, apoderado Pompeyo de todos los bienes del rey del Ponto, encargó a su liberto Leneo la traducción sermone nostro, esto es, al latín, de toda su obra; con lo que "aquella victoria", dice Plinio, "fue no menos útil a la sanidad que a la república".  En efecto, el rey del Ponto había dejado una importante colección de escritos sobre farmacopea y medicina.  ¿Redactados por el rey, o reunidos por orden suya?  Plinio sugiere lo primero.  En cuanto a Leneo, doy por hecho que tuvo nociones de botánica, no meramente de gramática, para asumir la traducción de una obra semejante.

El tercer botánico es Antonio Cástor, muy a menudo citado en la Naturalis historia.  Mitridate y Leneo son del siglo I antes de la era, Cástor del siglo siguiente, es decir, el I de la era.

En un interesante párrafo (XXV 8 y 9) encarece Plinio la dificultad de describir las especies vegetales, y lo engañosas que son las imágenes que ilustran los libros de botánica (en una época, recuérdese, en que los libros se copiaban a mano, y del mismo modo se reproducían las escasas ilustraciones) debido tanto a lo falso de la imagen misma (pictura fallax est coloribus tam numerosis) cuanto a los mismos defectos de copia, por negligencia de los copistas (transcribentium socordia), por no hablar de que no basta dar una imagen para vegetales que visten traje distinto en cada estación del año (cum quadripertitis varietatibus anni faciem mutent).

"Y sin embargo", dice Plinio, "tampoco es difícil identificar las especies.  Yo he tenido la oportunidad de observar la mayoría, excepto muy pocas, gracias a la sabiduría de Antonio Cástor, el más autorizado experto en botánica de nuestro tiempo (cui summa auctoritas erat in ea arte nostro aevo), visitando su jardincito (hortulo eius), donde criaba muchísimas plantas, ya más que centenario, y sin padecer malestar físico alguno, enteros su vigor y su memoria a pesar de su prolongada vejez".

Esta es la más antigua descripción que yo conozco (en la red, en cambio, suben a Tutmés III y a un remoto chino) de un hortus medicus o jardín botánico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario