miércoles, 10 de abril de 2024

Una fumaria recalcitrante

 Por razones que no vienen al caso preveo que en las próximas semanas me faltará tiempo para estas notas, así que publico aquí el resultado de mi última investigación.  Ya sé que investigación es un término demasiado grueso para estas páginas, pero ¿a quién no le gusta ennoblecer, aunque sólo sea de palabra, sus ocios y entretenimientos?

Es la cuestión que, como siempre que vuelve la primavera con sus flores, trato de recordar esos nombres varios meses en desuso y, con una memoria cada vez más claudicante, topo con géneros y especies resistentes al recuerdo, que repatean y dan coces como negándose a salir del rincón del cerebro, o quizá del bazo, adonde han ido a esconderse.  Acaso esa resistencia se deba a razones íntimas e inconfesables, como aquel aliquis de la Eneida que no conseguía recordar el amigo de Sigmund Freud; pero, muy poco inclinado a bucear en mi psicopatología, me limito a abrir un documento en el listófono (¡ah, la maravillosa tecnología!) donde voy asentando estos nombres recalcitrantes.

Pero visto el éxito con Phragmites (voz que resistió con bravura hasta que aprendí su etimología, y ahora acude presta en cuanto la convoco), me he propuesto hacer lo mismo con una fumaria, fácilmente reconocible como todas, aunque, al contrario de las otras, reacia a facilitarme su nombre genérico: la Fumaria capreolata.  Quizá si averiguo por qué se llama capreolata (pensaba yo) podré otra vez recordarla con más facilidad.  Y he aquí lo que he sacado en claro.

La primera sorpresa fue comprobar que en latín capreolus no es sólo el nombre del cabrito y del corzo (cuyo binomio lineano es Capreolus capreolus), sino que designa también, además de una azadilla, al zarcillo de la vid, el zarcillo por antonomasia.  A los otros nombres que tengo registrados para "zarcillo" (cirrus, cirrhus, viticula, clavicula) añado, pues, capreolus.  (También en castellano tenemos variedad de términos: zarcillo, cercillo, cirro, manecilla, pleguete, incluso pámpano.)

En resumidas cuentas, capreolatus ha de ser entendido como un cuasi participio con el sentido de "dotado de capreoli, esto es, de zarcillos", así que esta Fumaria ha sido llamada capreolata en reconocimiento de los zarcillos con que se eleva entre las hierbas circunstantes.  Claro está que, apenas llegué a esta conclusión, me faltó tiempo para salir al patio a examinar esa fumaria (cuyas semillas arrojé hace unos años, y desde entonces se reproduce ella solita): encontré un par de cabitos que podrían ser tomados por zarcillos (aunque no sujetaban nada), y comprobé que algunas hojuelas, éstas sí, contorsionadas como las hojas de la clemátide, se asían enérgicamente a las ramitas de una cercana hierbaluisa.

Por eso no me ha importado nada encontrar que Polunin afirma expresamente, en su descripción de esta fumaria, "sin zarcillos".  Al contrario, encuentro que la observación de Polunin está dirigida precisamente a deshacer el equívoco a que pudiera dar lugar el genérico, capreolata, confirmando así por vía indirecta, creo yo, el significado que propongo.

Capreolus "zarcillo" es, una vez más, un diminutivo, en este caso de caper o macho de la cabra (capra), y por tanto su significado propio es "cabrito" o "corcino".  Capreolus es el étimo del francés chevreuil y del italiano capriolo: ambos significan "corzo".  Y es de notar que frente al capriòlo (acentuado en la primera O), tenemos en italiano el cultismo capréolo (puesto que está acentuado en la E) que significa "zarcillo": yo sospecho que éste último puede estar tomado de la jerga botánica en latín.

Por otra parte, el femenino de la voz italiana, capriola, tomó en ese idioma el sentido de "voltereta", y como tal ha dado la voz castellana cabriola.  Las cabras, con su extraño mirar, sus alegres retozos e imprevisible comportamiento han dado lugar a serias dudas sobre su estabilidad mental; "estar como una cabra" y "hacer el cabra" son expresiones aún en boga, creo, y a su familia léxica pertenecen cabria, cabrio, cabrillear, chevron y muchas más.

También viticula (con la segunda I larga) es un diminutivo latino, en este caso de vitis "vid": no es de extrañar que viticula haya designado el zarcillo, quizá la forma más característica de la Vitis viniferaViticula resulta en castellano, siguiendo las reglas de evolución, en vedija; y en francés, esta vez con alguna dificultad fonética, en vrille, que significa "berbiquí" y también "zarzillo".  Y viticulum explica el italiano viticcio, que, junto con cirro y capreolo, es otro nombre del zarcillo en el idioma materno del amigo Bubani.

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