viernes, 17 de mayo de 2024

La hierba del papa Nicolás

 Las últimas lluvias han puesto el campo hermosísimo.  Paseaba anteayer por un otero de nombre arábigo (me parece a mí), el alto de la Torre Amril, y no podía creer que toda aquella hermosura, y una mañana tan bella, estuvieran ahí sólo para mis ojos --y los de los corzos y los pájaros que, ladrando los unos con pánico y protestando los otros con airados chasquidos, huían volando o a la carrera.  Se alzaba glorioso el sol de mayo, a templar las tierras refrescadas por las tormentas: los robles, siempre frioleros, empezaban a echar sus hojas de un verde ceniciento, al principio pintadas de púrpura; las peonias ya abrían de par en par sus rosas, el centro coronado de amarillas anteras; erguían los asfodelos su tallo de badana opalina, prestos a desplegar sus hexágonos blancos; y en el suelo no cabía una flor más: geranios, margaritas, verónicas, dientes de león, ornitógalos, acianos, resedas, astrágalos...  La lista es interminable, pero qué decir del número: tuve que acercarme a una cuesta, de un inverosímil color malva, por ver si era espejismo: y eran sólo geranios, una plétora de geranios.

Claro es que el nombre de la mayoría de plantas que me rodeaban era para mí un misterio (¡y eso que me conformo con el nombre!).  Con las gramíneas estoy resignado a no saber mucho más que el Hordeum murinum (con el que jugábamos a flechar el jersey del hermanito).  Da gusto, con todo, reconocer aunque sólo sea un centimillo de cuanto natura ofrece.  Y me pone muy contento identificar ya la Parentucellia latifolia; más de una vez la he debido de confundir, por no prestarle la atención que merece, con el Lamium amplexicaule, cuyos capullitos purpúreos imitan un poco los de la parentucelia.  Esta mañana había parentucelias a miles, a millones.  ¡Qué derroche espléndido!

En casa la parentucelia me ha hecho otro regalo, el de su curiosa etimología, que no cuesta mucho encontrar en la red, y confirma Flora iberica: es un fitónimo honorífico más, y en este caso honra a Tomás Parentucelli, también conocido como Tomás de Sarzana (por la villa, próxima a La Spezia, donde nació en 1397).  Pero ¿quién es ese Parentucelli?  Pues nada menos que el primer gran papa del humanismo italiano, Nicolás V, el apasionado de los libros, el amigo de los grandes latinistas de la época como Lorenzo Valla o Poggio Bracciolini; quien comenzó la transformación de Roma en la capital del Renacimiento que es hoy, el primer papa mecenas de artistas (a Juan de Fièsole, alias fra Angelico, le encargó esa joyita vaticana que es la cappella niccolina), el que hizo cardenal a Nicolás de Cusa; en fin, quien fundó esa maravilla que es aún hoy la Biblioteca Vaticana.  Mira que me caía bien ese sujeto, ¡y yo sin enterarme de que era un Parentucelli!  Ahora ya no se me olvida.  Espero.

¿Quién dedicaría esta simpática hierbecilla al papa Nicolás?  Veo que el género Parentucellia se atribuye al botánico, micólogo y pteridólogo Doménico Viviani (1772-1840), y cuando se entera uno de que Viviani nació en Lévanto (un pueblecito de la costa lígur distante unos treinta kilómetros de la Sarzana natal de Parentucelli) entra uno en sospechas de que la afinidad territorial (y probablemente también la afición por los libros, compartida entre el biólogo romántico y el humanista pontífice) ha tenido parte en la apofitosis (o elevación a hierbecilla del campo) de Nicolás V.  E si non è vero...

Parece que al género Parentucellia lo han trasladado de las escrofulariáceas a las orobancáceas: en mis papeles figuran en una u otra familia.  El cambio se debe a criterios cromosómicos, dicen; es la moda.  Pero que esté en la familia que quiera.  ¡Mientras haya en el campo parentucelias, y en las bibliotecas libros, me da igual todo!

lunes, 6 de mayo de 2024

De la vid y sus pámpanos

En busca de zarcillos di con la vid.  ¡La vid, gloria del Mediterráneo!  Ganas me dan de echarme al ruedo lírico e improvisar los gozos de la uva.  Aprovecharía, claro está, para poner verdes a los boreales y sus taciturnas pítimas de cervezas y orujos de ciruela.  Pero tate: debo contenerme y mantener el severo tono ensayístico de estas sobrias cuartillas.  En fin, nunca me había interesado por la palabra vid; o quizá sí, y lo he olvidado, que es lo más probable.  La cosa, en cualquier caso, tiene su gracia, y voy a escribirla aquí.

La vid en latín se nombra vitis, y esa voz se conserva en el binomio lineano, enteramente romano: Vitis vinifera: "la vid que contiene vino".  Lo primero que llama la atención es el parecido entre vitis "vid" y vinum "vino": esto, junto con la consabida relación material entre ambos, invita a pensar que son palabras emparentadas (ambas llevan vi- con I larga).  Pues no.  Lo primero que nos dicen los que saben es que no hay parentesco entre ambas palabras.  Aceptémoslo con resignación etílica.

El latín vitis parece que en origen no designó la vid (nos lo cuenta el venerable Dictionnaire étymologique de Ernout-Meillet), sino cualquier planta que trepe con zarcillos, y los zarcillos mismos.  El sentido de "viña", pues, es secundario, consecuencia de una restricción del significado original.  Eso explica no sólo que viticula valga "zarcillo", sino también la existencia de tantas vites con adjetivo, para designar diversas plantas, que el propio Meillet enumera: vitis alba "vid blanca", vitis nigra "vid negra", vitis canis "vid de perro", vitis silvatica "vid de bosque", vitis vineae "vid de viña".  El problema es saber a qué plantas remiten esas vides.

El mismo diccionario dice que la vitis alba es la "bryone" o la "aristoloche".  Por la primera entiendo la Bryonia dioica, aquí llamada tuca, túcal o nueza.  ¿La segunda cuál será?  Por mi pueblo tenemos la Aristolochia paucinervis y la A pistolochia, pero ¿pensaban en ellas los sabios franceses, o en cuál otra?  En cualquier caso, la Clematis vitalba se ha apropiado, en la nomenclatura lineana, del concepto de "vid blanca".

La vitis nigra es definida como "bryone noire", planta que desconocen mis diccionarios; la red me dice que se trata de la Bryonia alba, pero yo me pregunto si no se tratará más bien del Tamus communis, habida cuenta de que, entre otros sinónimos de esta trepadora, Font Quer proporciona en su Dioscórides renovado "nueza negra" y "vid negra".

Para la vitis canis tengo poca luz, pues esta "parra de perro" es interpretada como "saxifrague".  Peor aún me va con la vitis silvatica, para cuya identificación no se ofrece propuesta ninguna.  En cuanto a la vitis vineae se da como sinónimo ἀμπελοκλημία, palabra que juraría leo por primera vez; una breve búsqueda en la red me conduce a un glosario del siglo X donde parece que todo se explica: ampeloclemia: vitis vineae.  Quod erat demonstrandum.  Considerando que κλμα /klée-ma/ significa "zarcillo", y κληματς lo mismo (además de Clematis vitalba), puede que ἀμπελοκλημία quiera decir "zarcillo de vid" (μπελος /ám-pe-los/ es "vid", en griego).

Vitis es un sustantivo derivado del verbo latino viere: este significa "curvar", y por ende "trenzar", "entretejer", en especial con varetas de mimbre.  ¿Y cómo se llama en latín el mimbre?  Pues vimen.  (La palabra mimbre deriva de la forma vulgar *viminem).  Ahí lo tiene usted: de la misma raíz que vitis.

No me diga que no le suena la palabra vimen.  ¿No ha oído hablar del Salix viminalis, esto es, el "sauce mimbrero"?  El mimbre debía de crecer en abundancia en una colina de Roma, llamada por ello collis Viminalis.  También vimen nombró en un principio cualquier materia vegetal trenzable, y con el tiempo restringió su significado a "mimbre".  Los artesanos viebant (trenzaban) vimina (mimbres) del mismo modo que la vitis (la trepadora en general, o la vid en particular) se entreteje, por medio de sus viticulae (los zarcillos), con los árboles en que se apoya.  "Trenzable" es en latín vítilis, y los cestos y demás objetos de mimbre se llamaron en Roma vitilia.  Todo encaja y se trenza admirablemente.

Y ya que hemos entrado en contacto con la vid griega (μπελος /ám-pe-los/), añadamos aquí la etimología de esa llamada "parra virgen" (virgen supongo que debido a que no da fruto... aprovechable) que la botánica nombra Ampelopsis tricuspidata: el nombre genérico alude al "aspecto de parra" (el segundo miembro es la ya conocida opsis), y el específico describe las tres puntas o cuspides de la hoja de esta parra.

En cuanto al Allium ampeloprasum, ya al puerro silvestre se lo llamaba en griego πράσον /prá-son/ y ἀμπελπρασον /ám-pe-ló-pra-son/ (que viene a significar "puerro de viña").  Como la alfa de ese πράσον es breve, la acentuación de la voz latina es esdrújula, como en griego: Ál-li-um am-pe-ló-pra-sum.

En fin, no lo olvidemos: viña nada tiene que ver con vid, por más que se parezcan.  Viña viene de vinea "vinaria", que, al igual que vindemia "vendimia", es un derivado de vinum (vindemia viene a significar "cosecha de vino").  Se parecen a vitis, pero no son del mismo tronco.  Resignación, hermana.  ¡Un buen trago, y pasará este amargo trago!