sábado, 25 de enero de 2020

Griego en latín V

Por rematar la cuestión de las vocales, veamos algo respecto a diptongos; como el asunto es medio complejo, me limito a cuatro notas generales.

En latín, se dice, hay tres diptongos, escritos AE, AU y OE.  En palabras de origen griego es muy frecuente también el diptongo EU (por ejemplo en Leucanthemum o en ochroleucon).

De estos diptongos, AU no da la lata, pues su transcripcion del griego es fácil: κενταυρία /ken-tau-rí-a/ se transcribe centauria y καυλός /cau-lós/ "tallo" lo encontramos en caulophyllon (y en español AU produce una O: maurum da moro, como taurum da toro, &c).

AE y OE sonarían parecido a /ay/, /oy/ en época clásica; pero con el tiempo acabarían en una /e/ más o menos indiferenciada, lo que explica por qué a partir de la edad media se confunden alegremente uno y otro diptongo, y ambos con cualquier otra E.  Así las grafías clásicas caelum "cielo", fenum "rédito", coemeterium "cementerio" se mudan en coelum, faenum, caemeterium (y cosas peores, para poner los pelos de punta a los puristas).  He ahí, pues, la explicación de las variantes hypochoeris o hypochaeris, caeruleus o coeruleus que a menudo se ven.

A continuación, un par de notas sobre la transcripción de los diptongos griegos, por su frecuencia en la terminología.

El diptongo griego ΟΙ siempre se transcribe correctamente en latín ΟΕ, por lo que una forma que contiene "cerdo" (griego χοῖρος) será correctamente escrita por OE; así Hypochoeris, como creo haber dicho, es más correcto que Hypochaeris; y así ῥοιάς /roi-ás/ "amapola" se transcribe rhoeas (pronunciado más o menos /róe-as/).

El diptongo ΑΙ se transcribe correctamente en latín AE, por lo que Aegilops es la buena forma latina del griego αἰγίλωψ /ai-gí-loops/ (la G siempre suave, como en gato), y lo es aethiopicus, como derivado de αἰθίοψ /ai-zí-ops/ "etíope" (literalmente "caraquemada").

En cuanto al llamado diptongo griego ΟΥ (que suena /uu/, y debió de ser diptongo cuando Agamenón moceaba), en latín se transcribe con U, como hemos visto con Anchusa, o se ve en Struthium (griego στρούθιον /struú-zi-on/).  Según eso, ningún grupo OU del latín botánico sería de origen griego (como, en efecto, no lo son Bougainvillea o Legousia, por ejemplo).  Ahora bien, nunca faltan excepciones en la lengua.  Acabo de reparar en Hypecoum, que se explica por lo dicho en el anterior artículo sobre la vacilación en finales -UM/-ON: el griego ὑπήκοον /hy-peé-co-on/ se podría transcribir correctamente a la griega (Hypecoon) o latinizando su terminación (como hace la botánica con Hypecoum), dando por resultado un aparente diptongo, pero sólo aparente: /hy-pée-co-um/.

Cierro esto con una observación sobre el uso de la diéresis (¨) en latín; uso, que yo sepa, moderno, o como mucho medieval (la palabra diéresis es antigua, pero se refiere a la pronunciación en hiato, no al signo gráfico).

Para entender lo que sigue, quizá lo más práctico sea observar la diferencia entre estas dos palabras: aes "bronce" y aer "aire": mientras que aes es monosílaba (AE es diptongo: es latín fetén), aer es bisílaba (transcribe el griego ἀήρ, donde AE no es diptongo).  Dicho de otro modo: la escritura latina no distingue AE diptongo de AE hiato.  Hacer visible esa diferencia es la misión de la diéresis, y por eso algunos (sobre todo los franceses, en mi experiencia) usan escribir aër, y otros äer.  (En el nominativo parece innecesario, pero aes y aer se confunden, por ejemplo, en ablativo, y ahí importaría más distinguir aere "en bronce" de aëre "en el aire".)

Lo mismo ocurriría con un OE no diptongo.  Así, por ejemplo Hypochoeris continúa el griego ὑποχοιρίς (OE diptongo, equivalente al griego ΟΙ).  En cambio Aloe es trisílaba /á-lo-ee/, pues continúa el griego ἀλόη /a-ló-ee/ (y ahí OE no es diptongo).  Para los defensores del uso de la diéresis, sería oportuno escribir aloë.

Eso vale también para ἰσοετές /i-so-e-tés/, neutro del adjetivo ἰσοετής que unos traducen por "igual durante todo el año" y otros "de duración igual a un año" (compuesto en cualquier caso por ἴσος "igual" y ἔτος "año").  Es Plinio (25 160) quien menciona este nombre, isoetes, como uno de los muchos dados al aizoum o Sempervivum arboreum.  La edición que poseo de la Historia Natural, una edición de Turín del año 1985, lo escribe con diéresis: isoëtes.

jueves, 23 de enero de 2020

Griego en latín IV

En cuanto a vocales, la transcripción de las griegas al latín no presenta gran dificultad, en general, si exceptuamos que la escritura latina no distingue vocales largas y breves (lo que sí hace la griega, al menos en los timbres O y E).  La única vocal griega para la que faltaba letra en latín es la ípsilon o Y griega, que los romanos añadieron al final del alfabeto, junto con la Z, como ya quedó dicho.

La ípsilon (υ; en mayúscula Υ) tiene ciertas incomodidades.  Sobre todo ésta: suena como la U francesa o la Ü alemana siempre que vaya aislada; en cambio, en diptongo con otra vocal suena igual que la U castellana corriente y moliente.  Por esa razón υ se transcribe Y únicamente cuando está aislada.  De ahí que se escriba Hypochoeris o Lycoperdum (la Y aislada), pero Anchusa (ἄγχουσα) o Leucanthemum (λευκάνθεμον), donde la υ va unida a la O o la E.

Hay en latín usos abusivos de la Y.  El latín botánico, por ejemplo, usa Y en pyrus o sylvestris, voces que nada tienen que ver con el griego (la escritura clásica es pirus para "peral", silvestris para "boscoso").  Pero quitando unos pocos casos, en la Y de un texto latino reconoceremos la υ griega.  A propósito recuerdo un error muy frecuente, que implica confusión entre ípsilon y iota: más de una vez he oído que la palabra hipopótamo viene del griego ὑπό /hy-pó/ "debajo" y ποταμός /po-ta-mós/ "río".  La cosa parece lógica: ¿no viven los hipopótamos bajo aguas fluviales?  Sólo que el nombre de este animal no es en latín *hypopotamus (como sería si viniera de la preposición ὑπό "debajo") sino hippopotamus, con iota y P geminada, porque viene de de ἵππος /híp-pos/ "caballo" (ἱπποποταμός y su sinónimo ἵππος ποτάμιος significan, en efecto, "caballo de río").

Recuérdese, pues: va mucha diferencia de hypo- "debajo" a hippo- "caballo".  En botánica tenemos por ejemplo hypogeson (Aeonium arboreum) cuyo nombre griego (ὑπόγεισον) significa "bajo el alero" (γεῖσον "alero"); frente a hippocrepis, voz cuyοs componentes griegos significan "herradura" (ἵππος "caballo", κρηπίς /kree-pís/ "zapato").

A menudo se encuentra que el final de algunas palabras latinas vacila entre -US y -OS, o entre -ON y -UM.  El hecho es que ciertas palabras (las llamadas "temáticas") que en griego terminan en -ος (/os/; si son neutras, en -ον /on/) corresponden a las latinas terminadas en -us (si son neutras, en -um): eso explica las dobles lecturas rhamnos (a la griega) y rhamnus (más latinizada) o, que los compuestos con -anthemon (a la griega) suelan aparecer con la forma -anthemum (a la latina).  No son más que variantes perfectamente admisibles (desde el punto de vista filológico: otra cosa es lo que mande la comisión de nomenclatura).

Del mismo modo las palabras de tema en -a pueden aparecer en griego acabadas en -η /-ee/ lo que explica las vacilaciones entre formas como anemona y anemone u otras similares (por cierto que las mencionadas formas llevan siempre el acento en la O, que es ómega en griego: tanto el latín anemone como el griego ἀνεμώνη lo avalan).  En ocasiones la nomenclatura botánica opta por la /e/ original, como en Agave /a-gáu-ee/ o, si se quiere, /a-gáa-vee/ (en todo caso, no esdrújula: ni el griego ἀγαυή /a-gau-eé/ ni el latín autorizan esa acentuación); lo mismo sucede con Cardamine (καρδαμίνη /kar-da-mií-nee/), que por el mismo precio podría haber sido Cardamina.  En otros géneros, en cambio, se ha elegido la /a/ connatural con la forma latina: así en Calamintha (griego καλαμίνθη /ka-la-mín-zee/) o Chondrilla (griego χονδρίλλη, aunque también encuentro χονδρίλη y χόνδρυλλα --que se transcribiría chondrylla).

lunes, 20 de enero de 2020

Diminutivos griegos

Ya sabrá el lector que diminutivo es esa palabra que, respecto de otra, expresa pequeñez o simpatía por medio de cierta especial terminación, como chiquillo respecto de chico, cancioncita de canción, o mocico de mozo.  El diminutivo es una rica fuente de creación léxica: a menudo se convierte en sustantivo nuevo, con significado nuevo, y se desprende de la palabra base, con la que llega a perder todo contacto significativo, como ocurre con los ya mencionados cerilla, botiquín o bombilla, que apenas nos recuerdan la cera, la botica o la bomba.

Cada cual tiene sus manías.  A mí siempre me han caído simpáticos los diminutivos, así que dedico un rato a los botánicos.  Empiezo por los griegos, quizá más desconocidos.  Como de costumbre, no pretendo ser exhaustivo ni demasiado técnico.

Hay al menos dos terminaciones características de los diminutivos griegos.  La más reconocible es sin duda -ίσκος, que conservan bastantes palabras castellanas, como asterisco "estrellita" (de ἀστήρ /as-teér/ "estrella"), basilisco "reyecito" (de βασιλεύς /ba-si-léus/ "rey") o menisco "lunita" (de μήνη /meé-nee/ "luna", de la misma raíz que el latín mensis "mes" o "lunación" y el adjetivo menstruus "mensual": el menisco tiene forma de media luna y, para la filología, es pariente de menarquía, menopausia y demás).

Asteriscus es un género, precisamente, de las asteráceas, de modo que tenemos en botánica la forma base (Aster /ás-teer/ literalmente "estrella") y el diminutivo (Asteriscus, literalmente "estrellita").

En cuanto a βασιλίσκος /ba-si-lís-cos/ "reyecito" o "reyezuelo", ha designado a cierto monstruo de mirada petrificadora, a una simpática iguana, a un pajarito que en latín se llama regulus y en castellano reyezuelo (regulus es diminutivo de rex "rey", y nombró también a una de las estrellas más luminosas, Régulo, en la constelación del León).  He visto confundir βασιλίσκος "reyecito" con el adjetivo βασιλικός "real": de este viene el latín basilica (y nuestra basílica: en origen "sede regia": luego sirvió para la virgen del Pilar) y también basilico, el nombre italiano de la albahaca, donde se abrevia la expresión "planta regia" que honró a varios vegetales de virtud médica o aroma exquisito.

Hay más diminutivos en biología (Dytiscus significaría "bucito" si es, como creo, diminutivo de δύτης "buceador"; y Spheniscus, nombre de un pingüino, significa "cuñita"), pero en botánica hay dos o tres formas que parecen diminutivos y a continuación comento.

Lentiscus yo diría que no es voz griega, aunque, por el sufijo, Meillet lo relaciona con mariscus (cierto junco del que no encontraba información hasta hace un momento, en que la red me da un tal Cladius mariscus.)  Serán, quizá, diminutivos, pero ¿de qué?  Lo ignoro.

También Anthriscus parece diminutivo; ahora bien, en griego la forma principal parece no ser ἀνθρίσκος /an-zrís-cos/ sino ἄνθρυσκον /án-zrys-con/ que no es un diminutivo: para Bailly el ἄνθρυσκον es cerfeuil sauvage; para Chantraine, el Scandix australis.  Hay más variantes que no señalo; otra es ἔνθρυσκον /en-zrys-con/, Scandix australis según Chantraine, Anthriscus cerefolius según Amigues.  Hay, en fin, un ἀνθρισκίον /an-zris-kí-on/ (éste sí con forma de diminutivo) que según glosa Hesiquio es "una verdura con flor de ἄνηθον o de ἄνησσον".

Chantraine sospecha que todas esas formas están emparentadas con ἀθήρ /a-zeér/ "espiga", "punta de espada", "espina de pescado" (a diferencia de στάχυς que sólo significa "espiga"), y con ἀνθέριξ /an-zé-rix/ "espiga" y ἀνθέρικος /an-zé-ri-cos/ "vara de asfódelo".  Anthericus está entre los géneros recibidos.

Con Hibiscus, por último, estoy perplejo.  Por la forma, podría ser un diminutivo, pero ἴβις /i-bis/ "ibis" no tiene H (no tiene aspiración), que yo sepa.  Ahora bien, encuentro en griego tanto ἴβισκος (sin aspiración) como ἵβισκος (con ella), nombres ambos, al parecer, de la Althaea officinalis.  Es cierto que entre los nombres de plantas hay diminutivos de nombres de pájaros, como hemos visto con Geranium o Pelargonium.  Si Hibiscum fue diminutivo de Ibis, le sobra la H.  ¿Y qué parecido hay entre la altea y el pico curvo del ibis?


viernes, 10 de enero de 2020

Usos del geranio

Charlábamos estos días varios amigos, entre ellos J., médico jubilado, que ejerció muchos años en pueblos de Burgos y Soria.  Y recayó la conversación sobre las cerillas.  A un contertulio se le ocurrió mencionar un empleo de los fósforos que hoy sería imposible pero no lo fue en los albores del mixto en España, en pleno romanticismo, cuando Bécquer escribía de golondrinas y los jóvenes desengañados del amor imitaban todavía a Werther y a Larra: que fue el suicida, esto es, quitarse la vida ingiriendo fósforos por vía directa o disueltos en algún brebaje.

J. intervino entonces para confirmarlo con aportaciones técnicas de los que ninguno de los presentes entendimos una papa (por lo visto el fósforo rojo que se empleaba en los primeros mixtos era muy venenoso).  Pero luego añadió el doctor un uso médico, de mediados del siglo XX, cuando ya eran más frecuentes los fósforos fabricados con papel arrollado y encerado, y por ello más justamente recibían el nombre de cerillas: cuando un bebé iba algo durillo se estimulaba la deposición (¡qué bonito eufemismo, válido igual para una letrina que para una sala de lo contencioso!) introduciendo por el neonato ano, si no había otra cosa a mano, una cerillita; al parecer esa estimulación bastaba para obtener excelentes resultados.

Pues bien (y aquí llegamos a la parte botánica del asunto), cuando el doctor J. llegó a su segundo destino rural, encontró que en la aldea de B. (Soria) toda embarazada cultivaba con esmero un geranio (o pelargonio) en la fe de que el rabillo o pedúnculo de sus hojas tenía insustituible virtud laxante en los bebés estreñidos.  Al parecer el médico, convencido de que los poderes para la obra provenían de la mera estimulación mecánica, hizo algún intento para convencer de esto a las convecinas.  Pero no obtuvo ningún resultado y siguieron cultivando con amor sus tiestos, con plena confianza en la eficacia operativa de las geraniáceas.