viernes, 29 de diciembre de 2017

Lechetreznas y fuentes

Voy a anotar aquí un recuerdo que quizá sea de algún interés.

Un pastor de Agüero (o que pasaba por Agüero; pero creo que era de allí: estoy hablando del milenio pasado), con quien partimos almuerzo, habló muchas cosas de su propia vida, y también de su infancia, entonces no lejana.  En particular, allí oí por vez primera que las cañas de clemátide, secas, pueden ser usadas como sucedáneo del tabaco, simulacro de cigarrillo quizá sería mejor decir.  A la Clematis el pastor la llamaba betiquera, nombre que tambien oía yo por primera vez, y apunté en el ejemplar de Polunin que era por entonces mi biblia botánica.

Pues bien, entre las muchas informaciones que nos regaló, una me resultó maravillosa, busqué enseguida ocasión de probarla, y lo hice no mucho después con éxito completo, con lo que aumentó la maravilla.

Se trata de una propiedad de la savia de la lechetrezna, útil para quien, como los pastores, vaga por el monte.  Si en una fuente de la que quieres beber encuentras sucio el ras del agua, echa una gota de savia de lechetrezna: verás cómo, ¡fiuuu!, se limpia enseguida.  Ese ¡fiuuu! pertenece al relato original, y certifico su oportunidad, pues apenas echas la gota de leche sobre una superficie de agua manchada de polvo, pajuelas u hojas muertas, ¡fiuuu!, por efecto de la tensión o de lo que quiera que sea, como por milagro corren todas las impurezas a refugiarse en los bordes del agua, y queda su cara limpia para que el sediento aplique su morro con toda confianza.

Yo lo hice y sigo vivo.

En cambio, el día en que la curiosidad me llevó a poner la gota de savia de lechetrezna directamente en mi lengua, no sentí nada al principio, poco después la boca me ardía como si hubiera mordido la guindilla más despiadada, tuve luego acorchados los sentidos en esa parte durante un buen rato.  No lo recomiendo.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Verano


He aquí el verano, tal como aparece en el retrato de De Candolle en un parque ginebrino.  Sobre la imagen se lee en mayúsculas griegas ΘΕΡΟΣ /zéros/ (en minúsculas θέρος) "verano".

Encuentro poquísimas palabras botánicas derivadas de este nombre de estación; en realidad, sólo he encontrado 'terófito' (en latín therophytum) "planta de verano", sinónimo, si no me equivoco, de 'planta anual', que recuerdo haber oído definir, más o menos, como "planta que pasa el período desfavorable del año en forma de semilla".  El período desfavorable no tiene por qué ser el invierno, supongo, aunque lo es nuestras latitudes para la gran mayoría de las plantas.  En realidad, el peor período de muchos vegetales acaece cuando pasa cerca un cretino con cerillas.

También existe la palabra 'isótera' (ἴσος /ísos/ "igual") que en cartografía nombra la línea de igual temperatura media veraniega.  (Hay un theropithecus, pero, aparte de no ser vegetal, no sé si se puede traducir por "mono de verano", que parece más afín a la moda que a la zoología; el primer elemento no debe de ser nuestro θέρος "verano", sino θήρ /zeér/ con E larga "fiera".)

De la misma raíz de θέρος hay en griego un adjetivo, θερμός /zermós/ "caliente", del que ya tenemos muchos derivados en botánica, empezando por 'termófilo' (thermophilus) o "amante del calor", y acabando con 'isoterma' (que es como isótera pero para la temperatura media anual).  De ahí también 'termómetro', 'termas' o baños calientes, etcétera.

Chantraine admite como probable que el nombre del Lupinus albus en griego (θέρμος /zérmos/) se haya creado a partir de θερμός (ya que el lupinus es amargo, esto es, "caliente") por simple desplazamiento del acentο.  Si es así, también sería pariente de nuestro θέρος "verano" la voz vulgar que en castellano designa a aquella planta, pues 'altramuz' proviene de un árabe al-turmus que representa el θέρμος griego.

La voz latina correspondiente a θέρος es aestus /áes-tus/ "verano", cuyo adjetivo aestivus "veraniego" no sólo da en castellano el nombre finolis de esta estación, 'estío', sino que en botánica apellida a algunas especies, por ejemplo el Asphodelus aestivus /as-fó-de-lus aes-tí-vus/ o el Triticum aestivum /trí-ti-cum aes-tí-vum/ (y no encuentro ejemplo en femenino).  Hay incluso un adjetivo derivado del adjetivo en el Adonis aestivalis.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Festuca II

Aparte de su valor botánico, la palabra latina festuca se emplea en latín en el sentido general de "pajita", "brizna de paja" o "tallo de paja".  Como nombre de planta, parece referirse a alguna gramínea (según diccionarios, a la Avena fatua o a la Festuca ovina).  También, por antífrasis, designa un martinete o pisón para clavar puntales o aplanar el suelo.  Pero ahora quiero referirme a dos usos simbólicos que, probablemente, no serán del conocimiento general de los botánicos.

Por un lado, en la antigua Roma la festuca se empleaba en la ceremonia de la vindicta in libertatem, forma solemne de emancipación simbolizada por el golpe que el lictor o el propietario propinaba al esclavo, en presencia del pretor, con una festuca: esa festuca, que acabó llamándose vindicta, lo hacía ciudadano y era símbolo, pues, de la libertad.

En ese empleo la propia festuca sustituía a su vez a la lanza, el viejo emblema de la propiedad quiritaria, del que conservamos aún el término subasta (por la que venta se hacía sub hasta, esto es, "junto a la lanza" enfáticamente clavada en el suelo).

Trasparece ese significado de nuestra festuca cuando el soldado fanfarrón de Plauto, en la comedia Miles gloriosus, se interesa por la condición legal de cierta posible amante:

               Quid ea?  Ingenua an festuca facta e serva liberast?

"¿Ella qué: es nacida libre o de esclava hecha libre por la festuca?"  Dos siglos más tarde Persio, en su sátira quinta, alude a la festuca cuando describe, en términos de filosofía estoica, la verdadera libertad, que radica en la liberación de los deseos,

               non in festuca, lictor quam iactat ineptus.

"y no en la festuca que en vano blande el lictor".

Además de los poetas, el propio Espíritu Santo usa simbólicamente de esta gramínea.  Pues del mismo Cristo es el apóstrofe que nos comunica Lucas, capítulo 6, versículo 41:  Quid autem vides festucam in oculo fratris tui, trabem autem quae in oculo tuo est non consideras?  Esto es:  "¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano, y no examinas la viga que llevas en el tuyo?"  El original está en griego, pero aquí nos interesa la versión de Jerónimo, a quien supongo no menos inspirado por el Espíritu.  Por cierto que muchos llaman "refrán" a esto de ver la paja en el ojo ajeno.  ¿Qué refrán?  ¡Palabra de dios!

En su Elogio de la planta dice Hallé, si la memoria no me falla, que una Festuca puede vivir mil años.  Por un error de razonamiento muy común, la longevidad nos hace pensar no en pajuelas sino en árboles, gigantescos a poder ser.  Ahora bien, si atina Hallé, quizá la misma hierbecilla que vio a los triúnviros cruzar los Alpes para fundar Narbona pudo ser pisada por el caballo de Ecio en los amenes del imperio, medio milenio después.