Acabo de descubrir que en los últimos días (si interpreto bien los datos que aquí veo bajo el epígrafe de "estadísticas") ha crecido el breve pero respetadísimo número de lectrices y lectores de estas páginas... ¡en los Estados Unidos! Sobre todo me hace mucha gracia (y perdonen la risa, que no es mala voluntad sino eutrapelia) ver pintado de verde fuerte, en medio del Pacífico (que pareciera indicio de copiosa lectura), el archipiélago que Cook bautizó en honor de lord Sandwich y ahora lleva el nombre, más indígena, de Hawai.
¿No es encantador este mundo en que vivimos, en que podemos ignorar tranquilamente las muertas de Tijuana o los muertitos, muertas, muertos de Gaza, y a la vez ser leídos por los antípodes? Ojalá de todo esto salgan menos muertos, o, mejor aún, salgamos menos imbéciles: la estupidez es más mortífera que cualquier microbio.
Pero el descubrimiento que me ha entusiasmado, hasta el punto de consignarlo aquí, para escándalo de los amantes de la botánica (así aprenderéis cuán locos estamos los aficionados a la filología), ha sido el de la palabra que titula estos párrafos, hallazgo casual mientras hojeaba un ensayo... leído hace mucho tiempo: esto lo sé bien, debido al hábito, condenable pero a menudo útil, de anotar a lápiz el margen de las páginas. Entonces esa palabra, como el alma, pasó sin ser notada...
Esto demuestra de paso (y una vez más) cómo puede uno no enterarse de lo que lee, y saltarse alegremente las cosas, hasta que un ameno azar permite que éstas coincidan por un momento con el interés, siempre fugitivo, del observador...
Pues eso me pasó esta mañana: la vista cayó sobre el sintagma "fruta seronda o inverniza", y quedé fascinado. ¡Seronda! (Ahora estaba mi alma dispuesta a recibir la inspiración.) ¡Eso no puede ser más que el latín serotina! Cielos. Disfruté tanto como la primera vez que vi un gladiolo silvestre...
Corominas confirma la etimología, por lo demás evidente (basta aplicar un par de reglas fonéticas). La sorpresa me la encontré al anotar mi descubrimiento: resulta que ya había oído esta palabra en la radio, a Joaquín Araujo, en la forma seruenda (que también acepta el DRAE): oído, y olvidado.
Existe en latín un adjetivo, serus sera serum en su enunciado escolar, que significa "tardío". De él deriva regularmente el adverbio sero "tarde", y el sustantivo serum "la tarde" (probablemente braquilogía de serum diem), palabras que más o menos conserva el francés (soir, soirée) o el italiano (sera, serata). De serus viene también el adjetivo serotinus (acentuado en la O, pues la I es breve) que alude a gente tardona (Séneca), o a frutos o a frutales tardanos (Plinio).
En castellano existe serótino, que es sin duda un latinismo, esto es, un préstamo del latín o, dicho de otro modo, una adaptación al castellano de la palabra latina, obra (lo más probable) de algún botánico ladino (esto es: conocedor del latín).
Pero frente al cultismo serótino existe el vulgarismo serondo, doblete del anterior. "Vulgarismo" no alude al registro léxico, a que sea vulgar o rústico o poco fino el que usa la palabra; en historia de la lengua se llama "vulgar" o "vulgarismo" a la forma que ha sido usual en todo tiempo y lugar y, por ende, ha sufrido la transformación fonética que el tiempo o la pereza (ley universal) causa regularmente en las palabras. Como he aludido a "un par de reglas fonéticas", puesto que mi fama no tiene ya nada que perder, y habida cuenta de que me apetece, me dispongo a explicarlas. Sáltese lo que sigue, amiga botánica, que probablemente (también) le importe un pito.
Una T latina entre vocales tiene todas las bazas para convertirse en una D castellana. Nata da nada, como vita da vida, o totum da todo (la primera T de totum no está entre vocales) o, en fin, latinum da ladino. Así que de serotinu (la final sería ya borrosa en el latín tardío) es de esperar ºserodinu.
Pero es que, además, toda palabra esdrújula latina se convierte en una palabra llana castellana, por el sencillo procedimiento de perder la vocal breve de enmedio: calidum da caldo, como humerum da hombro o viridem da verde. Si usted reconoce en calidum y en humerum las palabras "cálido" y "húmero", se debe a que éstas (como en general todas las esdrújulas de origen latino, serótino incluida) son cultismos, esto es, préstamos, esto es, meras adaptaciones al castellano de palabras latinas.
(Dicho sea de paso, los cultismos suelen conservar el sentido del original: "cálido" significa casi lo mismo que calidus, "húmero" casi lo mismo que humerus, y "serótino" lo mismo que serotinus. Compare, sin embargo, "nada" con nata "nacida" --la culpa del cambio de significado la tienen expresiones como, imaginemos, "no se ve cosa nacida".)
De modo que en vez de ºserodinu tenemos ºserodnu. ¿A que se pronuncia mal, esa DN de serodnu? No hay problema, cambiamos el orden de las consonantes, y ya tenemos serondu o, lo que es lo mismo, el castellano serondo.
La forma diptongada seruendo es difícil de explicar, pues parece que la O de serotinus es larga; Corominas supone un cruce con otro término. Es posible. Tampoco es del todo imposible que una O larga diptongue, dígalo el huevo que viene de ovum, con una O larga como día sin pan.
Me he tomado la libertad de añadir estas notas de historia fonética por... No deseo desvelar ahora por qué, pero créanme que tengo mis razones.
Para terminar, sospecho (aunque no estoy seguro) que serotinus en botánica significa aproximadamente "otoñal"; sería la misma idea que produce el catalán tardor.
(Pensé que serotonina quizá tuviera que ver con el adverbio sero "tarde", pero no: parece que viene de serum --con E breve-- "suero de la leche" en latín clásico, en lenguaje científico también "suero de la sangre". Fue bautizada así porque constreñía los capilares, aumentando el tonus o presión sanguínea.)
Muy chula la entrada, ya queda menos para el otoño. Saludos desde Monzón, y a plantar fuerte
ResponderEliminarGracias, amigo. Resaludos desde el Queiles, donde este año los tomates parece que prosperan...
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