Reflexiones en torno al latín como lengua de la botánica. Rem herbariam non perficiunt nomina, sed observationes, et descriptiones accuratae (Pietro Bubani).
martes, 30 de junio de 2020
Rojo
Me sugiere P.A., conocedor de mis pequeños vicios, un repaso de los nombres de color en botánica. ¿Qué hacer, más que darse al placer, cuando coinciden el propio y el ajeno? Pero aunque hace tiempo me ronda este deseo, me aparta la magnitud de la tarea: abruma pensar en la mole de datos que valorar y ordenar, para obtener un resultado aceptable. Así que, bien, vamos a ello, pero a mi modo: superficial y despreocupado.
¿Por qué color comenzar, sino por el color por antonomasia, llamado por ello, en castellano, colorado? Si quitamos los protocolores, blanco y negro (esto es, en principio, "luz" y "sombra": sobre los que eterna y vanamente se discute si son colores o no), el primer color en la conciencia es el rojo; no ya en la conciencia individual, sino en esa forma de conciencia colectiva que son los idiomas, como lo mostraron en 1969 Berlin y Kay, en su estudio sobre los nombres de color en 98 lenguas (cito por Luciano Meccacci Radiografia del cerebro): "Los nombres fundamentales... [son] blanco, negro, rojo, verde, amarillo, azul, marrón, púrpura, rosa, naranja, gris. El hecho más sorprendente fue que esos colores tenían una progresión fija: si en una lengua existía un nombre específico, por ejemplo para el verde o para el amarillo, entonces también existían nombres específicos para los colores rojo, negro y blanco".
En aquel juego consistente en pedir respuesta rápida a la pregunta por un color, una profesión, una fruta, la mayoría favorecía claramente a rojo, carpintero, manzana. Si se repasa la lista de "colores fundamentales" de Berlin y Kay se verá que, de los once, predomina el rojo en nada menos que cinco (rojo, marrón, púrpura, rosa, naranja): cuesta entender en qué sentido hablan de "fundamentales". Última observación: es probable que sea al color rojo al que más nombres y matices se le atribuyan.
Empecemos por el rojo, pues. O por la gama de los rojos, para ser más preciso. Y nótese que aquí no buscamos analizar los nombres de color en general, ni los nombres de color derivados de fitónimo (que son muchos: rosa, naranja, malva, violeta, pistacho, fucsia --el favorito de cierto ex alumno), sino sólo los nombres de color en la jerga lineana, en la nomenclatura botánica. O al menos a esto trataré de ceñirme.
Otra aclaración creo necesaria. Los colores naturales raramente son fijos y uniformes, si es que alguna vez lo son. Fijas son, en cambio, las palabras que los nombran. De ese hecho simple derivan infinitas distorsiones. A menudo es posible comprobar cuán variadas imágenes de color se forman distintos individuos a partir de una palabra. En los idiomas es muy notable: el inglés llama "púrpura" a lo que el castellano más bien llama "morado" (al menos el castellano de mi pueblo), cuando en castellano el "púrpura" va del magenta al carmín, como puede verse en un pase de modelos cardenalicio. El propio nombre "morado" a unos les evoca el tono oscuro de los penitentes pascuales (que es el color de algunas violetas, pero nadie llama "violeta" a ese color) y a otros un tono más claro, que tira hacia el burdeos. ¿Y estos mismos matices, "burdeos", "turquesa", cuántas disensiones no propician? (Una de ellas es muy típica: ¿el turquesa es verde o es azul? Discusión tan vana como la que persigue "la auténtica paella" o "la auténtica tortilla de patatas".)
Añádase que no todo el mundo tiene buen ojo para los matices de color, o idea cabal de los colores que integran un color compuesto: lo que se comprueba, por ejemplo, leyendo las definiciones de color contenidas en los diccionarios. Uno de ellos describe el githagineus como una mezcla de rojo y verde, lo que constituye la definición menos definiente del mundo, ya que cualquier color, excepto los puros, cae debajo de ella (pregunten, si no, a cualquier impresor en cuatricromía). En otro, el escarlata es un "rojo ligeramente teñido de amarillo", mientras que el cinabrio es un rojo "que tiende ligeramente al naranja". ¿Y qué es el naranja, más que el rojo teñido de amarillo?
Si quitamos profesionales como los pintores o los decoradores, la mayoría considerará rojo puro el color de la amapola que ilustra esta página (he hecho la prueba); sin embargo ese color, como el de las flores del granado, no es un rojo puro, pues contiene una buena porción de amarillo. ¿Lo llamaremos escarlata? ¿Cinabrio? ¿Rojo vivo? ¿Rojo fuego?
En fin, basta de preámbulo. Vayamos al color rojo, el primero y principal de los colores. Pero ya en otra página.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario