jueves, 6 de febrero de 2025

Calamo currente

Sorprende que la voz clásica calamus "caña" (griego κλαμος /ká-la-mos/) no haya tenido más descendencia en la nomenclatura lineana, me parece, salvo el Acorus calamus (o "cálamo aromático"; familia acoráceas, wiki dixit) y el género de palmeras ratán que el sueco llamó Calamus.  Imagino a Lineo exprimiendo el magín en busca de voz nueva, y dando al fin con ésta, casi inusitada en su jerga, para bautizar al Calamus rotang, útil en manualidades varias y al parecer mencionado en Plinio 16 221; pero según Amigues el paso hay que entenderlo referido al paletuvio Excoecaria agallocha.

La casi ausencia de calamus en la jerga botánica sorprende por tratarse de una voz tan frecuente en el uso literario que hasta incluye el latinajo del título (alusivo al escribir apresurado, en borrador, derecho al fin, con desdén de la forma: "a vuelapluma").  En efecto, cálamo designa la caña, pero también el instrumento de escritura, antaño una caña cortada al sesgo, o una pluma de ave, luego su versión metálica, en nuestros días el rotulador y el esferógrafo o boli (birome para porteños, del nombre del inventor).  Las palabras sobreviven al objeto.

Mi intención es juntar en esta página dos curiosos derivados de la voz calamus, con significado tan alejado del original, a primera vista, que parece se han de imaginar enrevesadas evoluciones semánticas para comprender el resultado.  Veamos.


Es la primera calamitas, genitivo calamitatis, hoy en castellano calamidad (y en la mitología del far west mote de una célebre pistolera).  Tanto en castellano como en latín, la voz designa un desastre de grandes proporciones y consecuencias durables.  Que sobrevenga de repente, bien puede ser, sin que sea nota esencial a la definición; tampoco lo es, me parece a mí, que suceda a gran número de personas, como dice la RAE, aun siendo asimismo frecuente.

En latín toma a menudo sentido militar, como "grave derrota", pero la literatura especializa la voz en los desastres que afectan a la cosecha.  El gramático Donato se hace eco de este sentido y sugiere la etimología: calamitatem rustici grandinem dicunt quod calamos comminuat "los campesinos llaman calamidad al granizo, porque mengua las cañas".  De esas menguadas cañas (calami) vendría la voz calamitas.

Si esta etimología le parece razonable, no se preocupe, pues al fin y al cabo ya se lo pareció a un viejo gramático romano.  Ahora bien, presenta dificultades, unas semánticas (¿se centra en la caña la perdida cosecha?), pero ante todo formales (los sustantivos en -tat-, como calamitas, derivan de adjetivos y no de sustantivos, como lo es calamus).  Ni unas ni otras son impedientes (¿no habló Minucio Félix de la autumnitas, sacándola del autumnus?), pero sumadas vuelven sospechoso al étimo.

Los gramáticos de nuestros días, que saben menos latín que Donato, sin duda alguna, pero más que él de fonética, gramática e historia de la lengua, relacionan calamitas con un adjetivo del que no quedó más rastro que su forma negativa, incolumis "incólume", y con la voz clades "grave derrota".  Ahora bien, los hablantes latinos sí debían de relacionar calamus y calamitas, tuvieran o no el mismo origen; de manera que, si una voz no viene de la otra, al menos los hablantes lo sintieron así.


La otra palabrita de esta página deriva en efecto, con razonable seguridad, de calamus, y su historia es bien simpática.  Desde que hay recado de escribir existe el objeto para guardarlo: plumier lo han llamado los franceses usuarios de plumas.  Como los romanos lo eran de cañas, lo bautizaron calamarium: éste contiene los calami o cañas, y la tinta o atramentum.  (Está documentada la expresión theca calamaria; la voz calamarium o calamarius es tardía.)

¿Y qué animalito tiene tinta y pluma?  Pues justamente ése al que, por tener pluma y tinta, se acabó dando el nombre de la escribanía, el calamar.  Al castellano no vino la palabra por vía directa del latín (podría haber salido de ahí un *calamero), sino tomada del italiano calamaro, según Corominas a través del catalán.  Por cierto que en Italia la palabra se ha resuelto en un doblete: el italiano calamaro es "calamar", mientras que "tintero" es calamaio (con el sufijo al gusto florentino).  Claro es que los italianos más de una vez se lían, y llaman al tintero calamaro, y calamaio al calamar.


Ahora me doy cuenta de que está también el género Calamagrostis, donde se mezclan sin duda Calamus y Agrostis.  Y más que habré pasado por alto.


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