Añado ahora algunos detalles y precisiones, útiles, quizá, para completar la comprensión de los adjetivos usados como nombres de especie. Aunque es probable que todo esto le aburra a usted infinitamente: le aseguro que puede saltárselo con toda confianza.
1) Dentro del tipo A/O existen unos cuantos adjetivos cuya forma masculina, en vez de terminar en -US (como albus), termina en -R: así ocurre en el mencionado Centranthus ruber o en el Helleborus niger.
2) Dentro del tipo I/C hay un grupo de adjetivos muy característico, acabado en -NS, indiferente al género, pues ni siquiera diferencia el neutro: por ejemplo impatiens, nigricans, pallens &c. Todos estos eran en latín participios de presente, un tipo morfológico que ha desaparecido como tal en castellano, aunque conservamos muchos de ellos convertidos en sustantivos (cantante, teniente), adjetivos (distante, urgente) y aun adverbios (bastante) o preposiciones (durante); el sentido original era, aproximadamente, "que canta", "que urge", "que basta", "que dura": son todos postverbales.
La lectriz se preguntará, tal vez, qué diferencia hay entre pallida y pallens, o entre rubra y rubens. Muy buena pregunta, señora mía. Y voy a aventurar una respuesta, basada en el hecho de que el latín dispone de muchos "verbos de color", como rubére "estar colorado" y rubescere "ponerse colorado": mientras que el adjetivo de color describe éste como un hecho, el participio lo indica, diría yo, como tendencia, o dirección; al fin y al cabo, un inicio. Lo rubrum es rojo, y punto: la cosa está cumplida. En cambio, rubescens supone dar un pasito hacia el rojo, no serlo sino quererlo ser, andar tonteando en pos del color rojo; y rubens quizá expresa que, sin ser propio el color rojo, lo adopta en una parte determinada o en un momento dado.
¿Le satisface la explicación? A mí no, desde luego, pero de momento no se me ocurre otra. Estudiaremos más el asunto. Claro que lo aducido me parece válido sólo para los participios que indican color, como albicans o nigricans, o los citados en párrafos anteriores. En cambio repens (por ejemplo) no es que tienda a reptar (que es lo que significa répere, origen de los reptiles y los repentes) sino que repta decidida y francamente. E impatiens ya lo dice: "que no soporta" (ser tocada, se entiende: pati "soportar", étimo de paciente, pasión y patíbulo). Pero ahora caigo en que Impatiens ("impaciente") no es especie, sino género.
3) Para decirlo todo, la misma incapacidad para diferenciar género gramatical lo tienen algunos adjetivos de tipo I/C que terminan en -X, como fallax (literalmente "engañoso"), praecox ("de maduración temprana"), o tenax ("resistente"). Estos adjetivos, al igual que los participios arriba citados, se forman a partir de raíces verbales y dan en castellano formas en -Z: falaz, precoz, tenaz &c. (Fállax viene del verbo fállere "engañar", como falso o infalible; tenax de tenére "sujetar", como tenedor o tenaza; práecox deriva de cóquere "cocer" o "digerir", al igual que cocina o bizcocho: praecox significa "maduro por adelantado".)
4) Se observará que los epítetos que expresan origen (o gentilicios) pueden pertenecer a uno u otro de los tipos descritos. Ejemplos de gentilicios del tipo A/O: europaea, pannonica (húngara), turcica (de Turquía: aquí apreciará el lector la ventaja de pronunciar la C latina siempre como una K). Ejemplos del tipo I/C: capensis (o de El Cabo), granatensis (o de Granada), bigerrensis (o de Bigorra) &c. De una ciudad tan eximia en botánica como Montpellier he encontrado curiosas variantes de ambos tipos y con diversa ortografía: monspeliaca, monspeliensis (y monspelliensis), monspessulana (y aún otros, fuera de la botánica).
5) Si queremos honrar a Luis dando su nombre a una rosa, podemos recurrir al complemento con de (y decir "rosa de Luis") o bien expresar lo mismo con un adjetivo (y decir "rosa luisina"). Ésto último era lo clásico en la antigua Roma, pero las lenguas de hoy son más proclives a lo primero. En botánica también se tiende a lo primero, y se ha decidido usar con preferencia el sufijo -ius -ii de modo que ahí tenemos en los fitónimos honorarios abundantes formas con genitivo: Armeria bubanii, Gentiana clusii, Phagnalon linnaei... En estos ejemplos los genitivos ("de Bubani", "de Clusio", "de Lineo") deberían ir con mayúscula, como nombres propios de los botánicos agasajados, pero la ley estricta de la nomenclatura botánica exige minúsculas para los nombres específicos.
No obstante, a menudo encontramos el uso de adjetivos (en vez de la forma de genitivo), lo que, claro está, da un aire más clásico al binomio. Y en no pocas ocasiones la nomenclatura admite las dos soluciones honoríficas. Véase, por ejemplo, cómo al célebre marino se le ha honrado con un Allium lapeyrousii ("de Lapeyrouse"), pero también con una Viola lapeyrousiana (adjetivo); tenemos una Petrocoptis lagascae ("de Lagasca") y un Senecio lagascanus; un Delphinium loscosii frente a un Hieracium loscosianum; por último (pues hay muchos ejemplos más) Enrique Mauricio Willkomm se adorna con una Armeria willkommii ("de Willkomm") y también con un Cirsium willkommianum, entre otros.
6) Para acabar, señalaré que he encontrado algunas discrepancias de género que no sé si atribuir a error o o a qué. Por ejemplo en unos autores hallo un Rhamnus cathartica, que supongo el mismo que otros autores llaman Rhamnus catharticus. De igual modo, a un Rhamnus infectoria hallo opuesto un Rhamnus infectorius. Lo único que puedo decir es que ῥάμνος /rám-nos/ en griego es, por lo que yo sé, constantemente femenino. Algo parecido ocurre con Atriplex, donde unos autores le dan el apellido hortensis, en la forma animada, pero otros el de hortense, en la forma de neutro. Me limito a señalar esta discrepancia, para la que no he encontrado explicación.
Dedico este ladrillo gramatical a todos los novicios, en cualquiera de los conventos florísticos de nuestra geografía. Si con él no han aprendido nada, al menos les servirá de penitencia y contribuirá a la expiación de sus pecados.
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