domingo, 16 de marzo de 2025

De escudos, escudillos y escudillas II

 Y pasamos al griego.  Comienzo por la voz ἀσπίς /as-pís/ "escudo" (acusativo ἀσπίδα): en Homero nombraba sobre todo el escudo redondo, pero su significación tendió a ampliarse hacia la idea general de escudo.  La palabra griega, castellanizada en áspide, entra en el diccionario de botánica de Font Quer descrita como "intumescencia escutiforme subexínica" (desopilante definición: oigo reír a mi padre con una de sus citas preferidas: "pi menus erre, ¿te enteras?").  Precede, en el mismo diccionario, la voz aspidado, que significa, claro es, "provisto de áspides".

A todas luces, el género Aspidistra contiene ἀσπίς, aunque el segundo formante parece harto oscuro.  Por suerte, la wiki inglesa s.v., lo explica: para nombrar a este vegetal, que tan a menudo amuebla interiores, John Ker Gawler, en 1822, combinó la palabra griega con el nombre del género próximo Tupistra, descrito por él mismo unos años antes.

Aspidistraceae según el diccionario de Font Quer es sinónimo de Liliaceae.  Me ha sorprendido.  Busco en internet y salta la voz Asparagaceae, con luengo catálogo de sinónimos.  Antes de sufrir un derrame, abandono la cuestión, que me supera.  Ahora las aspidistras oscilan, al parecer, movidas por el viento de la onomástica científica, entre Ruscaceae y Asparagaceae.  Allá se las compongan.

Abandono un momento el terreno de la botánica para anotar otro motivo de sorpresa en esta breve investigación (la ignorancia, en el fondo, es una suerte).  Resulta que la voz áspid, que nunca pensé aludiera una especie concreta, no sólo designa específicamente, a juicio de la wiki, a la cobra de Egipto o Naja haje; es que además lo hacía ya en griego, pues la misma voz ἀσπίς "escudo" designa al áspid y al arma defensiva.  Así que áspide y áspid tienen el mismo étimo; he aquí un doblete inesperado.  La culebra (lo señala Bailly) se nombra escudo por metáfora formal: por cómo el animal, amenazante, despliega el cuello.

La infantería ligera usaba un pequeño escudo redondo llamado πέλτη /pél-tee/: de ahí viene llamar peltastas a esos soldados.  La voz griega, castellanizada en pelta, designa cierto apotecio plano de los líquenes.  Y provee el adjetivo peltado que describe específicamente la hoja de limbo circular con centro en la inserción del pecíolo, exactamente como la del Tropaeolum majus.

Encuentro que estas páginas contienen ya en imagen una hoja de Tropaeolum, pero nunca me he ocupado del nombre genérico, pese a ser uno de esos diminutivos que tanto me gustan.  En efecto, como señala la wiki, Tropaeolum es el diminutivo de la voz griega τροπαον /tro-pái-on/ "trofeo".  Trofeo, en origen, es el montón de escudos, cascos y armas de la hueste derrotada, erigido por el vencedor para festejo y memoria de su éxito.  En τροπαον tenemos un derivado del verbo τρπω /tré-poo/, uno de cuyos sentidos es "poner en fuga": como las palabras muestran, bien sabía el antiguo griego (más ducho en combates que el moderno) que la victoria radicaba en desordenar las filas enemigas y ponerlas en fuga.

Ya entrados en batalla, "trofeo" en latín clásico es tropaeum /tro-páe-um/, un viejo préstamo del griego (la αι se transcribe AE).  Eso daría en castellano tropeo, y si decimos trofeo se debe a que en algún momento les dio a los finolis por pronunciar aspirada esa P: trophaeum se documenta en época tardía.  Veo en la wikipedia que Trophaeum y el despectivo Trophaeastrum han sido sinónimos del lineano Tropaeolum.  Parece que las hojas y flores de la capuchina recordaron a los pacíficos herboristas bélico amontonamiento de cascos y escudos.

Si usted quiere sonar clásico, pronuncie /tro-páe-o-lum/: ya sé que AE no es en castellano diptongo; si le cuesta mucho diga /tro-pé-o-lum/.  Pero, por favor, no acentúe en la O, que es breve y no se ha metido con nadie.  Eso, insisto, si quiere usted sonar clásico.

Vuelvo a la πέλτη.  En el diccionario de Font Quer se encuentran voces botánicas derivadas: peltatífido, peltiforme, peltigeráceas, peltinerve, peltinervio.  Y dentro de peltigeráceas, claro está, se menciona el género Peltigera (/pel-tí-ge-ra/, porque la E es breve), líquenes cuyo nombre significa "portaescudos" (del verbo gero, gérere "llevar").

No he encontrado en botánica restos de ὅπλον /hó-plon/ (el escudo del hoplita), aunque adorna los nombres científicos de unos cuantos animales, coleantes o extintos, por ejemplo el Hoplopteryx, definido por Agassiz en 1839.

sábado, 15 de marzo de 2025

De escudos, escudillos y escudillas

 ¿Qué sé yo de escudos?  Poca cosa.  Que la parma era pequeña y redonda, grande y oblongo el scutum.  Y que la pólvora los dejó en desuso, como bien notó el caballero de la Mancha.  (Por cierto que el primer pasaje hilarante del Quijote es la reparación de la rodela.)  Ahora una pregunta sobre clypeata, específico de una Fibigia, me lleva a una pequeña búsqueda y a dar con voces que agavillar en esta paginita.  Dispuesto, pues, a hablar de escudos, sin saber apenas nada de ellos.  ¡Qué papelón el de filólogo!  El amigo de las palabras mete cuchara en todos los guisos, sin pajolera idea de ninguno; menos mal que viene a ser, si Johnson tenía razón, a harmless drudge.

Empecemos por parma, pues.  Mal comienzo.  Nada encuentro en botánica con esta voz.

Sí hay rastro, en cambio, del clipeus, escudo similar a la parma.  Con la peculiaridad de que los fitólogos escriben clypeus, con una Y abusiva, una Y hipercorrecta, dado que no es voz griega (su origen es desconocido, quizá etrusco).

Del género Clypeola /kli-pé-o-la/ ya tuve ocasión de escribir, a propósito de diminutivos: viendo la imagen de la plantita, pocas dudas caben de que el nombre genérico se debe al diseño circular de las silicuas; en la misma página de ese enlace se puede leer su nombre vulgar, según Colmeiro: "yerba rodela".

El adjetivo clipeatus (/kli-pe-á-tus/, en botánica escrito clypeatus) podemos traducirlo por "dotado de escudo redondo".  Y con él, además de la Fibigia clypeata y del Alyssum clypeatum, ya mencionados, encuentro ahora una Farsetia clypeata.  Habrá más.  (Desde luego sí en zoología, donde al pato cuchara se añaden varios escarabajos con escudo, e.g. el Dixus clypeatus.)

Grande y oblongo, pues (y étimo de la palabra castellana), el scutum: esta voz, de significado más genérico, ya tiene amplia cabida en nuestra nomenclatura.  Basta consultar, por ejemplo, el diccionario de Font Quer, donde hallamos escudado, escudete, escudiforme y una porción de voces más.  Escudado continúa el scutatus /scu-tá-tus/ latino, y éste figura en el Rumex scutatus, hierba amante de las gravas móviles: su hoja ostenta una elegante forma de escudo medieval.

He visto atribuir a scutum el nombre de la Biscutella, pero, como ya dejamos escrito, scutella no es diminutivo de scutum (larga la primera U) sino de scutra (con U breve).  Aunque sin duda hubo hibridación entre ambas voces, ya que la escudilla romance presupone la U larga de scutum (de haberse mantenido breve la U, hoy diríamos *escodilla en lugar de escudilla).

Por otra parte, los frutos de la Biscutella más que scutum habrían pedido clipeus o πέλτη (redondos).  Así, pues, en la Biscutella no hay dos escuditos sino dos platillos.  E igual étimo tendrán la Scutellaria (lo confirma la wiki francesa; aunque ahí leo en la ilustración Schildkraut, con lo que aumenta la confusión; pero dejemos esa vía) y el adjetivo scutellatus ("con escudilla", "con platillo"), entre ellos la Medicago scutellata y la Veronica scutellata.

Y de momento no se me ocurren más formas de escudo latinas en la nomenclatura vegetal.  Las formas griegas las dejo para otra entrada.

[Paseando esta mañana he recordado el dicho: quien tropieza y no cae adelanta tres pasos.  Hoy tropecé y caí, esto es, avancé tres pasos y, al girarme a ver la causa del enredo, hallé culpable a un turión de Rubus fruticosus, latente entre las hierbas: caí, así, en la cuenta de lo que significa enzarzarse. Qué hermosa palabra, turión; he añadido este párrafo sólo por el placer de usarla.  Un día como hoy, las idus de marzo, cayó también Julio, dictador vitalicio y sumo pontífice, bajo dagas conjuradas.]

domingo, 2 de marzo de 2025

Otra de cálamos y calamillos

 Luego de escribir, calamo currente, sobre cálamos, calamares y calamidades, me ha sobrevenido, en parte por azar y en parte por necesidad, una avalancha de información sobre calamus, y encuentro conveniente empezar nueva página, no para ser exhaustivo (que no me preocupa) sino por ordenar un tanto las novedades sobrevenidas y dar de paso la vara a mis lectores.

Compruebo una vez más cómo, apenas se presta atención a un objeto, uno se lo encuentra por todas partes.  Yo lo llamo "efecto eleagnus", pues por primera vez percibí con claridad este notable fenómeno al identificar como Elaeagnus angustifolia un arbustillo que gratamente me tocaba las narices: comencé entonces a topar con eleagnos en mi camino, muchos más de cuantos yo sospechara haber en el mundo.  (Otros lo llaman de otra manera, no recuerdo cuál, pero llámese comoquiera, el efecto aquel prueba que sólo vemos prestando atención, y que, ay, en general vamos cegatos para buena parte de nuestro entorno.)


En primer lugar, de la voz κλαμος pasé por alto su interés en la literatura botánica antigua.  Ya en los botánicos griegos κλαμος designa a varias plantas precisamente identificables, o al menos identificadas por nuestros filólogos, entre sí separadas con determinaciones varias.

Por ejemplo, la Bambusa arundinacea, según Amigues, tiene en Teofrasto el nombre de "cálamo de India" (ἰνδικός /in-di-kós/); el Acorus calamus ya recibía el nombre de "cálamo bien oliente" en Teofrasto; al Phragmites australis se alude como el "cálamo de cañizos" (πλοκιμός /plo-ki-mós/ "trenzable").

La Arundo donax, por su parte, recibía entre otros el nombre de "cálamo de flautas" (αλητικός /au-lee-ti-kós/) y "cálamo de Laconia"; y la Arundo plinii (que hace poco nos mostraba Manolo en una localidad cercana a Zaragoza) el de "cálamo de Creta".

En cuanto al "cálamo de envolver" (ελετας /ei-le-tí-as/) es identificado como la Ammophila arenaria ssp arundinacea.



En segundo lugar, de la terminología lineana se me había escapado una serie de binomios derivados de la voz κλαμος, y aplicados a la familia de los bambúes, cañas orientales ya conocidas por los griegos con ese nombre, por lo que nada tiene de extraño recurrir a κλαμος para bautizar a esas gigantescas poáceas.  El tamaño arbóreo explica la creación del género Dendrocalamus, donde "caña" se combina con "árbol" (δνδρον /dén-dron/).  Ese género tuvo otros nombres, entre los que interesan aquí Sinocalamus ("caña china") y Neosinocalamus ("nueva caña china").

Por cierto que la Bambusa bambos, antes de este nombre, recibió entre otros el de Arundarbor, ahora en desuso si no me equivoco, y que, como Dendrocalamus, reúne "caña" y "árbol", pero en latín (la caña latina es arundo o harundo).  Así que Dendrocalamus viene a ser arbolcaña, y Arundarbor cañárbol.

De paso recordaré que tanto Bambusa como bambos (junto con nuestra voz bambú y sus paralelos en las distintas lenguas europeas) provienen, al parecer, de la denominación malaya del bambú.  Por su origen, pues, bambú emparienta con gutapercha, orangután y pangolín, voces llegadas a nuestras tierras desde la península de Malaca.



En tercer y postrero lugar, quiero añadir aquí, por la curiosidad o el interés que puedan despertar, una porción de palabras castellanas provenientes, según acabo de enterarme, de calamus o κλαμος.

Para empezar, cómo no, un diminutivo de calamus, esto es, calamulus "cañita".  Resulta que calamulus es el étimo, reconocido por Corominas, de nuestra palabra carámbano, evolución bien admisible fonéticamente, y semánticamente verosímil por la costumbre infantil de chupar los carámbanos (llamados por ello también chupones) como se chupa la flauta o la caña de azúcar.

Tenemos a continuación el diminutivo del diminutivo, esto es, calamellus (como bacillus frente a baculus o pedicellus frente a pediculus), más fértil aún en resultados, ya en el campo musical, ya en el gastronómico.  Pues calamellus, por vía del portugués, no hace falta entrar en detalles, da caramelo; y de aquí pasa al francés caramel, al italiano caramella y demás idiomas; hablando de chupones, bien clara está la evolución semántica.

Y en lo musical calamellus "cañitita" nos regala la voz caramillo, algo desusada hoy, pero muy viva aún entre los pastores de la Mancha en tiempos de Alonso Quijano.  Y de Francia aún nos viene otro resultado musical; chalumeau.  Y más: calamellus influye en la palabra francesa de donde sale nuestra chirimía.

Buena cosecha, para κλαμος.  Pero ya vale; nos vamos con la música a otra parte.

domingo, 23 de febrero de 2025

Topos del mundo natural

 Me pregunto por el significado de Lathraea (L clandestina, L squamaria) y no se me ocurre ninguna explicación para el nombre, por más vueltas que le doy.  Y qué cosas, me despierto a las dos de la mañana con la respuesta pronta...  ¡Lo que trabaja el inconsciente!  Así da gusto.  Cuando vuelvo a casa (estaba de viaje) encuentro la confirmación en el diccionario.

No era para romperse la cabeza, pues lathraea no es sino transcripción a nuestra escritura de λαθραα, femenino de λαθραος /la-zrái-os/ "escondido" o "clandestino".  Ese adjetivo es pariente del verbo λανθνω /lan-zá-noo/ "esconderse".  La misma raíz provee el adverbio λάθρα /lá-zraa/ "a escondidas", en latín clam, y de aquí sale clandestinus, específico de la Lathraea clandestina, convertida así en nuevo ejemplo de binomio redundante: algo así como "escondida que se esconde".

Es simpático el verbo λανθνω: entretengámonos un poco con él.  De su raíz sale λήθη /leé-zee/ "olvido" (lo que se oculta en los ambages de la memoria), y seguramente el lector habrá oído hablar de Lete o Leteo, el río del olvido, cuyas aguas bebían las almas de los muertos antes de afrontar los siglos de aburrimiento que les aguardaban en el bajo mundo.  En el infierno heleno no brilla, como en el persa o el hebreo, fuego o sangre: allí los muertos sólo padecen tedio; se aburren, sí, pero al menos sin dolor por la luz perdida, esto es, sin añorar los placeres disfrutados arriba, y ello gracias a las virtudes amnésicas del agua letea.

De igual raíz sale nuestro letargo, tomado de λήθαργος /leé-zar-gos/ "(sueño) letárgico".  El segundo elemento de esta voz griega es dudoso, pero no el primero, que es con certeza λήθη u olvido.

Otra hermosa palabra de esa misma raíz es ἀλήθεια /a-leé-zei-a/ "verdad" o, en su sentido originario, "veracidad".  En la visión griega, la verdad se expresa así: lo no oculto (ἀ es el prefijo negativo).  Cierto es que apenas ha dejado rastro en nuestro idioma la λήθεια griega: poco más que el raro término de aletología o "tratado de la verdad".

He visto en algún lugar que el nombre lineano del latrodectes, esa araña conocida como viuda negra, se atribuye al adverbio λάθρα, debido a que el bichito produce "a escondidas" dolorosas picaduras.  Pero me parece improbable, ya que Latrodectus va con T y no con TH (como debería si contuviera λάθρα).  ¿El primer elemento está tomado del latín latro "ladrón" o "peón de ajedrez"?  ¿O se trata de λτρον, esa vieja palabra que en Ésquilo significa "salario"?  Todo muy oscuro.  En cambio parece claro que el segundo elemento es el griego δκτης /deék-tees/ "mordedor" (de δκνω /dák-noo/ "morder"; no se confunda con δκτης /dék-tees/ "mendigo").

Ya que me he lanzado por la pendiente de la vacua erudición, no callaré que el elemento lantano recibió su bautizo, a mediados del XIX, de manos de Carlos Gustavo Mosander, un experto en esas tierras raras ahora tan apetecidas.  En la forma latina lanthanum sustantivó Mosander, de forma tal vez discutible, el presente griego λανθνω, literalmente "yo me escondo".  Se ve que al sueco le costó encontrarlo.


jueves, 6 de febrero de 2025

Calamo currente

Sorprende que la voz clásica calamus "caña" (griego κλαμος /ká-la-mos/) no haya tenido más descendencia en la nomenclatura lineana, me parece, salvo el Acorus calamus (o "cálamo aromático"; familia acoráceas, wiki dixit) y el género de palmeras ratán que el sueco llamó Calamus.  Imagino a Lineo exprimiendo el magín en busca de voz nueva, y dando al fin con ésta, casi inusitada en su jerga, para bautizar al Calamus rotang, útil en manualidades varias y al parecer mencionado en Plinio 16 221; pero según Amigues el paso hay que entenderlo referido al paletuvio Excoecaria agallocha.

La casi ausencia de calamus en la jerga botánica sorprende por tratarse de una voz tan frecuente en el uso literario que hasta incluye el latinajo del título (alusivo al escribir apresurado, en borrador, derecho al fin, con desdén de la forma: "a vuelapluma").  En efecto, cálamo designa la caña, pero también el instrumento de escritura, antaño una caña cortada al sesgo, o una pluma de ave, luego su versión metálica, en nuestros días el rotulador y el esferógrafo o boli (birome para porteños, del nombre del inventor).  Las palabras sobreviven al objeto.

Mi intención es juntar en esta página dos curiosos derivados de la voz calamus, con significado tan alejado del original, a primera vista, que parece se han de imaginar enrevesadas evoluciones semánticas para comprender el resultado.  Veamos.


Es la primera calamitas, genitivo calamitatis, hoy en castellano calamidad (y en la mitología del far west mote de una célebre pistolera).  Tanto en castellano como en latín, la voz designa un desastre de grandes proporciones y consecuencias durables.  Que sobrevenga de repente, bien puede ser, sin que sea nota esencial a la definición; tampoco lo es, me parece a mí, que suceda a gran número de personas, como dice la RAE, aun siendo asimismo frecuente.

En latín toma a menudo sentido militar, como "grave derrota", pero la literatura especializa la voz en los desastres que afectan a la cosecha.  El gramático Donato se hace eco de este sentido y sugiere la etimología: calamitatem rustici grandinem dicunt quod calamos comminuat "los campesinos llaman calamidad al granizo, porque mengua las cañas".  De esas menguadas cañas (calami) vendría la voz calamitas.

Si esta etimología le parece razonable, no se preocupe, pues al fin y al cabo ya se lo pareció a un viejo gramático romano.  Ahora bien, presenta dificultades, unas semánticas (¿se centra en la caña la perdida cosecha?), pero ante todo formales (los sustantivos en -tat-, como calamitas, derivan de adjetivos y no de sustantivos, como lo es calamus).  Ni unas ni otras son impedientes (¿no habló Minucio Félix de la autumnitas, sacándola del autumnus?), pero sumadas vuelven sospechoso al étimo.

Los gramáticos de nuestros días, que saben menos latín que Donato, sin duda alguna, pero más que él de fonética, gramática e historia de la lengua, relacionan calamitas con un adjetivo del que no quedó más rastro que su forma negativa, incolumis "incólume", y con la voz clades "grave derrota".  Ahora bien, los hablantes latinos sí debían de relacionar calamus y calamitas, tuvieran o no el mismo origen; de manera que, si una voz no viene de la otra, al menos los hablantes lo sintieron así.


La otra palabrita de esta página deriva en efecto, con razonable seguridad, de calamus, y su historia es bien simpática.  Desde que hay recado de escribir existe el objeto para guardarlo: plumier lo han llamado los franceses usuarios de plumas.  Como los romanos lo eran de cañas, lo bautizaron calamarium: éste contiene los calami o cañas, y la tinta o atramentum.  (Está documentada la expresión theca calamaria; la voz calamarium o calamarius es tardía.)

¿Y qué animalito tiene tinta y pluma?  Pues justamente ése al que, por tener pluma y tinta, se acabó dando el nombre de la escribanía, el calamar.  Al castellano no vino la palabra por vía directa del latín (podría haber salido de ahí un *calamero), sino tomada del italiano calamaro, según Corominas a través del catalán.  Por cierto que en Italia la palabra se ha resuelto en un doblete: el italiano calamaro es "calamar", mientras que "tintero" es calamaio (con el sufijo al gusto florentino).  Claro es que los italianos más de una vez se lían, y llaman al tintero calamaro, y calamaio al calamar.


Ahora me doy cuenta de que está también el género Calamagrostis, donde se mezclan sin duda Calamus y Agrostis.  Y más que habré pasado por alto.


lunes, 27 de enero de 2025

Una hermosa guía de pájaros

Releyendo El lugar de un hombre, di de entrada con un escollo que nunca resolví.  La novela de Sender (elaborada a partir del célebre crimen de Cuenca, transferido por el aragonés a su aldea de infancia, Alcolea de Cinca), arranca así:

"En los campos comenzaba la primavera y se veían en las eras, sobre la escarcha de algunos amaneceres helados, las cucutes, pájaros de pecho tornasolado, alas blancas y negras.  Su belleza los hacía codiciables para los muchachos, pero los cazadores los desdeñaban porque olían mal.  Estos pájaros solían llegar hacia el mes de abril y venían diciendo: cu-cut, cu-cut, el dos de mayo Santa Cruz."

¿Qué son las cucutes?  A mí me da que son las abubillas, a juzgar por la descripción y por el nombre, onomatopéyico como el latino upupa, de un up up que podríamos equiparar al cu-cut de Sender, y a muchas variantes aragonesas: gurgú, gurgute, burbuta, borbute, purpute, puput (ésta última también catalana, según creo; no sigo con la lista, pues la imagino interminable).  Para que la cucut sea abubilla sólo falla, a mi ver, lo del pecho tornasolado.

Para aclararme consulto lo primero (uno tiene sus costumbres) los libros de casa, empezando por las guías de pájaros.  Incurro así en la hermosa guía de Carlos Pérez Naval, titulada Aves de España, y en una lejana culpa que voy a explicar y, ojalá, satisfacer.

Usted no conoce quizá esa guía, porque se ha distribuido poco, creo; no la he visto en librerías, y es que se adquiría sólo (al menos cuando me hice con ella) a través de un correo (cpereznaval@gmail.com) y un enlace (@carlospereznaval).  Sin embargo, es una guía extraordinaria, y muy recomendable.

Guías de pájaros no faltan, desde luego; para la península ibérica ya la oferta es más limitada.  En las que tenía, las imágenes eran todas dibujos, muy buenos dibujos sin duda, ingleses por más señas.  En cambio en Aves de España todas las imágenes son fotográficas.

Esto es para mí lo extraordinario; imagine el lector la cantidad de fotografías --y por consiguiente de tiempo-- que supone obtener imágenes adecuadas para la descripción competente de cada volátil. Porque no se piense que hay para cada especie una sola imagen en esta guía: a menudo varias dan cuenta de las más características posturas y apariencias del ave en cuestión: posada, en vuelo, juvenil, adulto, en zambullida, secándose las alas, etcétera.  Ya digo, extraordinario.

Y lo extraordinario se vuelve pasmoso si se considera que el autor de esta guía es un joven de dieciocho años (en este MMXXV cumplirá veinte, si no me equivoco).  Conocí a Carlos cuando, tras un intercambio de mensajes, fui por la guía a su pueblo, Calamocha.  Es un joven encantador, y tuvo la amabilidad de firmar mi ejemplar con una dedicatoria simpática.  Sugerí entonces ocuparme de su guía en este blog, y de ahí mi sentimiento de culpa, por haber pospuesto tanto tiempo la página que mis palabras exigían.

Pues bien, en relación con las cucutes consulté Aves de España y, aunque no recopila denominaciones locales (sólo ofrece el nombre científico, el castellano común, y el inglés), pude en esta guía, mejor que en cualquier otra, comprobar los rasgos de la abubilla que me interesaban para el asunto, en especial el pecho tornasolado o no (esto es, no).

Recomiendo, pues, por su belleza, manualidad y excelente información (cada ave ocupa una una página, más o menos), la guía Aves de España de Carlos Pérez Naval.

- o - O - o -

Verdad es que ahora contamos también con la ayuda de la red.  Nada más teclear cucutes en el buscador, ha salido profusión de resultados, bastantes para confirmar la identificación inicial; entre otros, aparece un libro titulado En el país de los cucutes, de Javier Arruga, en cuya portada se puede ver retratada una hermosa abubilla de alas blanquinegras y cresta erguida.  Cambio de género aparte (ya se ve que para Arruga el cucut o cucute es masculino), creo que puedo dar por acertada mi sospecha primera. En cuanto al pecho, es fácil comprender que erraría en el adulto de Madrid la memoria del niño de Alcolea.

- o - O - o -

Cuando reviso este texto, que tan soso me ha salido, se avecina por el oeste una nueva borrasca, a la que bautizan Herminia (si no he entendido mal).  Noto que la señora meteoróloga avizora las dificultades de tráfico y los peligros de la nieve con un entusiasmo contenido pero cierto.  No es caso aislado.  Con ardor cambioclimatista, los amigos de la isobara tiemblan de azorada expectación con la inminencia del chubasco.  Situación complicada, extremen la precaución.  No nos ahorran latiguillo alguno.  Pero lo de esta tarde ha sido de apoteosis, con una frase que, si usted la examina con atención, muestra por sí sola esa ardorosa, trémula, excitada expectación de la borrascosa crisis, al anunciar, óigalo bien, rachas de viento de más de hasta 140 kilómetros a la hora.


miércoles, 11 de diciembre de 2024

Los implicados se explican, pars altera

 Hablando de plecti, quizá el lector haya recordado el sustantivo plexus, que podemos traducir por "entramado", "red" o, si se quiere, "cañizo"; hoy su más divulgada manifestación es, creo, anatómica: el plexo solar o paquete vasculonervioso donde se ensaña el protervo púgil.  (Sea dicho de paso, ¿qué sentido daba Miller a Plexus?  Porque creo que acabé Sexus, pero sin gana de seguir con la trilogía.)

En cualquier caso, más juego que plecti da en botánica amplecti "abrazar": ahí la raíz de pléctere se ve modificada por la partícula amb- (la misma de ambo "ambos" o ambiguus "ambiguo"): en amplecti parece subrayar los dos miembros del abrazo.  Ahora que pienso, amb- también está en el verbo ambire "ir en torno" (compuesto de ire "ir"), de la mayor trascendencia en biología, pues nos pasamos el día hablando del medio ambiente (literalmente "yente por uno y otro lado" o "circundante").

Pues bien, como plexus de plecti, postverbal de amplecti es el sustantivo amplexus "abrazo", que en biología describe la fría cópula de los batracios: el macho abraza a la hembra con el fin de reservarse en exclusiva la fecundación.

El abrazo es frecuente en el mundo vegetal, si bien con otros fines: las hojas, las brácteas, o lo que sea, abrazan el tallo, mereciendo con razón el título de amplexicaulis (griego καυλός /kau-lós/ "tallo").  Como ocurre con victorialis victoriale, el neutro de amplexicaulis es amplexicaule.  Aquí encuentro, en género animado, un Ranunculus y un Halopeplis amplexicaulis, y en neutro Hieracium, Lamium, Polygonum y Sedum amplexicaule.

Buscando abrazatallos me he encontrado un abrazahojas: el Streptopus amplexifolius, que no recuerdo qué planta es ni por qué la anoté, pero en cualquier caso es muy mona, aunque se sospeche que tiene berries poisonous.

La idea de plegar se empleó en latín como sufijo de numerales, para indicar la composición, y de ahí salieron los conceptos de simplex, duplex, triplex, y demás, esto es, lo que en castellano decimos simple, doble, triple &c, y en finústico símplice, dúplice, tríplice &c (el símplice me lo he inventado, creo).  Sin entrar ahora en disquisiciones aritméticas (una cosa doblada una vez tiene al menos dos partes, de modo que algo falla en simplex), me limito a señalar que en botánica he encontrado un Alyssum simplex y, en hiperbólico superlativo (¿se puede exagerar la simplicidad?), la Xanthorhiza simplicissima, que al parecer es norteamericana.

¿Y qué decir del Atriplex hortensis, según otros Atriplex hortense?  (Esta última forma me parece preferible, pues, atriplex, al menos para Plinio, es neutro: aquí se repite lo del Allium victoriale o victorialis.)  ¿Tiene algo que ver con duplex o con triplex, o al contrario no se relaciona con el verbo plico que tanto me está entreteniendo?

En la guía de árboles y arbustos de Incafo, abundosa en etimologías, encuentro que se busca el origen de atriplex en el griego; contendría el verbo τρφω /tré-foo/ "alimentar", con prefijo negativo, para indicar que es verdura de escasa sustancia.  Pero a esto, en mi opinión, se oponen enérgicamente hechos de diversa índole, empezando por la A- inicial, larga en Atriplex (la alfa privativa es breve), y terminando por el extraño sufijo.

Rechazada esa etimología, Meillet dice que "sin duda" (eso significa, paradójicamente, que nuestro sabio no está seguro) es préstamo del nombre (o los nombres) griegos de esa planta, que, por ahorrar tiempo y energía, suenan más o menos andráfaxis andráfaxys atrafaxis atráfaxys y una porción de variantes más.  Por comodidad, Meillet supone unas formas intermedias, como *atrapex o *atripex, de las que una etimología falsa, o un cruce con la voz triplex, bastarían para explicar la forma botánica actual.  No es concluyente, pero es, quizá, razonable.  Puramente hipotético, en cualquier caso.  ¿De qué sirve?, me pregunto yo.

He acabado ya.  Pero, puesto que algún lector comparte mi afición a los tebeos, aprovecho para meter aquí una broma de Hergé (odiado como facha por mis amigos prosoviéticos), quien en L'affaire Tournesol se burla de un tiranuelo del Este, un generalote mostachudo que recuerda mucho a Pilsudski, apellidado Plekszy-Gladz.  Si los tebeos de Tintín siguen teniendo lectores (y los anaqueles de las librerías lo proclaman), quizás a los más jóvenes hay que explicarles el chiste, hoy que apenas se usa el nombre del plexiglás, cierto metacrilato transparente (de ahí el glass) y flexible (de ahí el plexi); entretanto, a los viejos nos sigue dando risa el juramento frecuente en Borduria:  "¡Por los bigotes de Plekszy-Gladz!"