El otro día caí en la cuenta (y porque me lo dijo Daniel) de que el acanto tiene espinas: son tan blandas, pinchan tan poco, que no había reparado en ellas. Pero, claro, por algo se llama así (ἄκανθα /á-kan-za/ significa "espina" en griego): estuvo acertado quien añadió mollis, esto es, "blando", al nombre del acanto.
Hay algunos otros especímenes muelles en la flora: entre los que llevo anotados encuentro el Bromus mollis L (o Bromus hordeaceus L) y el Holcus mollis, y en el género neutro el Antirrhinum molle y el Geranium molle: porque mollis es la forma masculina o femenina; la forma neutra es molle (pronúnciense /mol-lis/ y /mol-le/, no con la elle castellana). No se puede decir que sea un adjetivo muy usado en botánica.
Relacionado con mollis, hay un Galium mollugo L. Según Plinio (Historia natural 26 102), lappago es una especie de bardana "semejante a la anagálide", de la que existe una variedad ramosa y hojosa, de olor pesado, "llamada mollugo", frente a otra variedad de hojas más ásperas, la asperugo. Según la oposición asper/mollis, parece evidente que mollugo guarda relación con la blandura; ahora bien, ignoro por qué esa palabra ha acabado como específico de un galio.
Siguiendo con mollis y la biología, no es extraño encontrar el superlativo mollissimus en la Somateria mollissima, nombre zoológico del éider, ese pato cuya suavísima pluma rellena el edredón: la propia palabra edredón deriva, como es sabido, de éider, el nombre islandés del pato mencionado.
El adjetivo mollis ha dejado amplia descendencia en castellano, empezando por molla y su derivado mollar, que aluden a la parte blanda del miembro, al músculo o a la carne (en francés la pantorrilla es le mollet), y acabando por mullir y su participio mullido, que representan en castellano el verbo mollire "ablandar", derivado de mollis. Aparte están los cultismos, como emoliente "ablandador" o molificar "ablandar", sin olvidar molicie, sinónimo de "vida muelle" (en latín mollities o mollitia) que también podría haber sonado en la boca tridentina del padre Bonete.
Pero hay que descartar de esta familia algunas voces semejantes: en particular muelle en el sentido de "malecón", "embarcadero" (ésa proviene quizá del latín moles --el étimo de molécula-- tras un accidentado viaje de ida y vuelta por el griego μόλος), así como molleja (el estómago duro, triturador, de las aves, pariente de muela y no de mollis).
De entre las voces derivadas de mollis en castellano me resulta muy simpática mollera, sinónimo, como es sabido, de "cabeza" o "sesos", que originalmente debió de designar la fontanela más llamativa en la cabeza del neonato, la apical, anterior o bregmática (es la tercera acepción de mollera en la edición que consulto del DRAE). ¿Será la conciencia de que mollera encierra la idea de blandura, quizá, lo que arrastra una juntura tan frecuente como "duro de mollera"?
Aunque me alejo de la botánica, quiero mencionar el bemol de la música, porque a menudo se oye su etimología gráfica, esto es, que proviene de escribir la alteración con una pancita redonda o mollis, frente a la escritura esquinada del becuadro. Yo hubiera dicho que es más acertada la etimología musical, esto es, que be mollis significó originalmente "B blanda" frente al be durus ("be duro"); pero el inconveniente, para mi gusto, es que B es el si bemol (como H es el si natural) sin necesidad de añadirle mollis ni cualquier otro adjetivo. Habría que conocer más en detalle la historia del lenguaje musical para aclarar la cuestión.
Los derivados de mollis abundan en toponimia: Mollerusa, Mollet, Molledo (Moledo, con el tratamiento gallego de /ll/) son pueblos cuyo nombre refleja, para unos, la existencia de buenas tierras de labor; según otros, de tierras encharcadas. Considero más probable lo segundo, y en ese caso habría que añadir a la lista los topónimos franceses Molière y Molières, que equivaldrían a mouillères "terrenos recientemente desecados" (esto es: "terrenos hace poco mojados"). Ya en latín molles, parece ser, significó "terrenos blandos" o "humedales", sentido que explica, por ejemplo, los aiguamolls catalanes (y sinónimos como mulleras, patamolls etc.).
A quien se le haya caído la galleta, cuando la llevaba del café con leche a la boca, no hace falta explicarle la relación entre "blando" y "mojado" del párrafo anterior (en italiano mollare sólo significa "aflojar", pero humedad se dice mollume, y los días lluviosos son tempo mollicio). Pero es que la propia palabra castellana mojar continúa el latín popular *molliare (el mismo étimo del francés mouiller) cuyo primer sentido parece haber sido "reblandecer empapando": lo que hace el café con la galleta.
Acabemos con las blanduras. Todos esos animalitos blandengues (caracol, babosa, pulpo), sin sombra de hueso, recibieron un nombre derivado del latín mollis "blando". El filo Mollusca se atribuye a Lineo (1758), pero el concepto de animalia mollusca "moluscos" fue creado en el siglo XVII (según Tudge: no he conseguido información más precisa) tomando de los antiguos romanos el adjetivo de mollusca nux (fruto seco de cáscara blanda: en particular "castaña") para denominar en latín lo que Aristóteles llamaba τὰ μαλάκια /ta ma-lá-ki-a/ (de μαλάκιον, diminutivo de μαλακός "blando": literalmente "los blanditos").
Por cierto que derivado de μαλακός /ma-la-cós/ "blando" no he encontrado en botánica más que el Erodium malacoides, cuyo nombre específico significa "de aspecto blando": es planta fácil de encontrar por aquí, pero no veo qué rasgo ha provocado esa calificación. En cambio μαλακός ha dado nombre al estudio de los moluscos, la malacología (cuyo significado literal viene a ser "estudio de blandura"), y a sus estudiosos, los malacólogos. Esos blanditos, los moluscos, son ahora un conjunto homogéneo, aunque al principio incluía animales de otros filos, por ejemplo, a los percebes (hoy clasificados entre los crustáceos).
Hablando de percebes, hete ahí lo húmedo y lo blando, una vez más, bien avenidos.