domingo, 27 de junio de 2021

De Atenas a Madeira con tortilla de cenojo

Mes boedromión (fines de verano), año 490 antes de la Era.  En los llanos de Maratón, en la costa del Ática, el ejército ciudadano derrota, contra pronóstico, a Darío el Grande, rey de reyes.  Envían a un hemeródromo, un tal Fidípides, que lleve la nueva a Atenas: corre cuanto puede, da la noticia, y muere.  Esto último no lo cuenta Heródoto, padre de la Historia, que tantos detalles ofrece de esa batalla.  Si los atenienses la hubieran perdido, adiós Heródoto, adiós historia y adiós maratones.

El solo nombre de Μαραθῶν /ma-ra-zóon/ enorgullecía sin tasa a los atenientes.  "Yo estuve en la batalla".  No había que decir más.  Ésquilo olvidó al parecer, redactando su epitafio, el casi centenar de tragedias que constituyen su gloria, y sólo dice: "pueden atestiguar su valentía el santo suelo de Maratón y, por experiencia, el persa melenudo".

Pero, además de nombrar un lugar, Μαραθῶν tiene un preciso significado: "hinojar", terreno donde crece el hinojo.  Esta hierba se llama en griego μάραθον o μάραθρον, y de ahí que se llame μαραθῶνες o μαραθρῶνες a los hinojares (o hinojales).  De modo que "hinojar" sería la traducción exacta de Μαραθῶν.

Me llama la atención el éxito de este simple en la toponimia.  ¿Tantas virtudes tiene?  En nuestro ámbito peninsular e idiomático, aparte del marqués de Santillana con su vaquera de la Finojosa, y limitándonos a núcleos poblados, tenemos Hinojal, Hinojar, Hinojares, Hinojosa (de Duero, del Campo, de Jarque), Hinojosas, Hinojales, Hinojoso (de la Orden, del Marquesado), Los Hinojosos...

Cierto que en torno al Queiles se aprecia mucho el cenojo como condimento de una tortilla de temporada, elaborada con los primeros brotes de esta planta.  Pero parece que las virtudes del hinojo se reducen a ser un buen carminativo (no puedo escribir esta palabra sin reír, con el recuerdo de Crome Yellow de Huxley); como decía la máxima salernitana, en elegante hexámetro leonino (lo cita Font Quer), la semilla del hinojo alivia de pedos:

                          Semen foeniculi pellit spiracula culi.

Tanto hinojo como fenojo (o su variante cenojo, por confusión de aspiradas, igual que a Felipe lo llaman Celipe) son resultado fonético del latín fenuculum, variante vulgar del clásico feniculum /fee-ní-cu-lum/, con E larga.  La grafía feniculum es la clásica, pero se encuentran las variantes faeniculum y foeniculum, ésta última la adoptada por la tradición botánica.

No cabe dudar que feniculum es el diminutivo de fenum "heno".  En cuanto a fenum (con E larga) todo indica que es un derivado de la importante raíz indoeuropea *dhee- "mamar" (pongo dos E para indicar la base larga), la misma que da en griego θηλή "ubre" y θηλύς "femenino", y en latín felix, fecundus..., uber (con tratamiento distinto de -dh-) y felare y felatio, cuya versión omito por el horario infantil.  De modo que el significado primigenio de fenum sería "provecho (del prado)", y sería hermano mellizo de fenus, que en latín clásico designa el "rédito del capital".  Pues de ese fenum vendría feniculum, cuyo sentido primitivo sería "henito" (o "provechito").

(Dicho sea de paso, hinojo es también resultado fonético de geniculum o genuculum "rodilla", que en esta colisión fonética ha sido desplazada del castellano por nuestra umbelífera, y ya sólo como arcaísmo podemos ponernos "de hinojos".)

De feniculum resulta fenouil, nombre francés del hinojo.  También Francia tiene sus topónimos derivados: Fenouillete, Fenouillères etc.  En italiano feniculum da finocchio, y de esta voz creía yo que no encontraría topónimos en Italia, pero veo que me equivoco: hay varios Finocchio, al menos un Finocchito y hasta un Finocchieto (entre Rieti y Narni).  Pensé que faltaría porque finocchio tiene el sentido añadido de "afeminado", "marica" (mi diccionario no lo confirma, pero sí el cine italiano, por ejemplo Il sorpasso de Dino Risi).

En catalán feniculum da fenoll, con la variante fonoll.  De ahí derivan un buen golpe de topónimos (y apellidos), como Fenollar, Fenollosa, Fonollosa, Fonolleres, &c.  El bable al hinojo lo llama cenoyu, pero hay una Fenolleda en Asturias.

Como el gallego-portugués tiene la costumbre de comerse la N intervocálica (a la luna le dicen lua, y a nosotros boas tardes) lo esperable de feniculum sería fiolho (que es la forma portuguesa), aunque en gallego prefieren ahora fiuncho, que en Portugal tiene la variante funcho.  Sea como fuere, "hinojal" tiene también lugar en la toponimia galaicoportuguesa: Fiolhal, Fiolheda, Fiolhedo, &c.  Añadamos la capital de las Islas Madeira, esto es, Funchal.

Si en Madeira se hubiera ganado una épica contienda, por ejemplo contra el invasor almogávar bajo el brillante capitán Carod-Rovira (alias Aquí-Y-En-La-China-Popular), quizá un corredor de resistencia podría tener hoy en su haber doce funchales y veintitrés medias funchales.

¡Estos griegos!  Con su habilidad de colocarse al comienzo de la historia, nos han quitado a otras naciones muchas oportunidades con la épica y con la etimología...

jueves, 24 de junio de 2021

Aphaca



Hoy hace más o menos un año (la conversación giraba en torno a las cigarras) se me ocurrió afirmar que no había chicharras en mi comarca, la zona de Moncayo.  El amigo J. V. me miró con tal estupor que de inmediato supe que había metido la pata, y traté de arreglarlo:  "Quiero decir que no hay de ésas que atruenan los mediodías de la Costa Azul, y chirrían sin pausa en los pinos de la vía Domicia."

No, es cierto que de esa cigarra (el "flautista plebeyo" de Scopoli, que eso significa Tibicen plebejus) no creo que haya por los alrededores de Moncayo.  Ahora bien, de ahí a decir que no las hay en absoluto...  Qué atrevida es la ignorancia.  De entonces acá he puesto más atención a estos animalitos, y voy conociendo alguna especie de por aquí (incluidas esas que llaman "espumosas" por las burbujillas).  Todavía no reconozco su canto.

Tengo una relación ambigua con la ignorancia.  Desde luego sé que todos albergamos una enciclopédica, y que hasta el que más sabe sólo alcanza una virutilla despreciable del saber posible.  Y que el error por antonomasia es precisamente el espejismo de saber.  La ignorancia no ocupa lugar, no se toca, no se huele, no se ve; es imposible hacerse una idea, ni aproximada, de lo que ignoramos.  Y sin embargo me mortifica horriblemente meter la pata.

¡Qué rápido se caza, en cambio, la ignorancia ajena!  Ahora que pierdo ratos por ahí, en grupos de internet, ¡qué peloteras, qué agresividad, qué insultos!  Me recuerdan al hombre motorizado de Fernández Flórez:  "Insulte usted, por favor, por su ventanilla, que ya insulto yo por la mía."  La agresividad en la red recuerda, sí, a la del automovilista clásico.  Casualmente leía ayer en un artículo de prensa lo que sigue:  "Se puede ser ignorante, pero sin petulancia.  Se puede desconocer que dos y dos suman cuatro, pero teniendo cuidado de no exhibir ese desconocimiento con demasiada pedantería.  Y si la ignorancia es cosa de siempre, la pedantería de la ignorancia, en cambio, es un fenómeno único y exclusivo de esta época tan agradable que nos ha tocado vivir".  Esto escribía Julio Camba... en noviembre, ¡ay!, del año 1934.  Si usted llegara a conocer, don Julio, lo que es Twitter...

Por otra parte, ¿no es una suerte ignorar?  Si no fuera por nuestra santa inopia, ¿dónde estaría el placer de investigar, de averiguar, de aprender?  El dios de Tomás de Aquino (pensaba yo impíamente en mis épocas más pías) debe de sufrir de un tedio cósmico, más que el oceánico de D'Ors.

El amigo J. A. me llevó el otro día a ver un batallón de Serapias lingua (no crecen más que en un corro, pero en abundancia increíble), y mostró otras especies más o menos raras.  Entre ellas había un Lathyrus aphaca, que me encantó porque me pareció inconfundible.  De estas leguminosas me fascina la variedad de rojos que exhiben sus estandartes, pero he dedicado muy poco esfuerzo a distinguirlas: me da la impresión de que se parecen mucho entre sí y que hay que fijarse en las formas de las brácteas, de los zarcillos... justo lo que incomoda a un impaciente como este servidor.

En cambio el Lathyrus aphaca tiene unas hojas inconfundibles (del primer vistazo me pareció una aristoloquia).  Luego, en casa, he leído que todas las hojas de esta planta se han convertido en zarcillos: lo que tomé por hojas eran las estípulas, crecientes en tamaño de abajo arriba.  Eso proporciona a la hierba su aspecto peculiar.

El nombre específico, con esa PH, tenía pinta de venir del griego, y ahí lo busqué, con éxito.  La voz ἀφάκη /a-fá-kee/ está ya en Aristóteles y Teofrasto y, como suele pasar, hay diversidad de opiniones sobre su significado.  Según unos, designa al Lathyrus cicera L (gesse chiche en la traducción francesa de Teofrasto).  Según otros, tras el nombre ἀφάκη se oculta la Vicia cracca L, o quizá la Vicia sativa L.  Chi lo sa?

Ya que tenía abierto el diccionario griego, miré σεραπιάς /se-ra-pi-ás/, con su variante σαραπιάς, que tampoco se sabe a ciencia cierta qué orquídea designa, aunque se sospecha que su nombre tiene relación con el dios greco-egipcio Serapis (o Sarapis: el del modio en la divina testa).  Plinio parece considerarla una variante de orchis, y dice de ella (26 62), que es "admirable": mirabilis est orchis herba sive serapias "con hojas de puerro, tallo de un palmo, flor purpúrea, y doble raíz que semeja testículos, de modo que el mayor o, como algunos dicen, más tierno (tenuior) en infusión excita la libido, mientras que el menor o más blando, en leche de cabra, la inhibe".

No aprendemos gran cosa, pero nos vamos entreteniendo...