Muchos son los fitónimos forjados para describir un carácter de la planta, o el vegetal en su conjunto. Así Saxifraga o rompepiedras; así quizá Plantago, que Meillet interpreta como metáfora formal (las hojas del llantén tendrían forma de planta del pie), aunque me pregunto si no tiene el nombre más que ver con el hecho de ser una hierba especializada en ser pisable.
Pero más que en los nombres de género, el esfuerzo descriptivo se concentra, tengo esa impresión, en los nombres específicos: repens "reptante", humilis "humilde" o "próxima al suelo", graveolens o "de olor pesado"... Y no hay claro indicio, en mi opinión, de un reparto racional, a la hora de describir, entre el uso del latín (parviflora "de flor pequeña") y el del griego (micrantha "de flor pequeña"); ambos han sido los idiomas preferidos por los botánicos, al menos en el pasado milenio.
Latín y griego (quizá éste sobre todo) han sido cantera de tecnicismos botánicos, no necesariamente integrados en algún binomio lineano. Es el caso, pongamos, de mesophilum y mesophyllum, voces de formación griega cuya forma en latín todavía diferencia entre φίλος /fí-los/ "amigo" (mesófilo: vegetal de ambiente intermedio) y φύλλον /fýl-lon/ "hoja" (mesofilo: hoja de enmedio), mientras que en castellano sólo las distingue un rasgo tan problemático como el acento de palabra.
Omito aquí distinguir entre fitónimos heredados de la botánica antigua y neologismos creados por la botánica moderna, digamos del Renacimiento para acá. Creo que sería interesante esa distinción, pero estoy verde para hacerla. Barrunto que muchos términos de la nueva botánica han nacido con el propósito de describir la planta, si no es que fueron derechamente largas descripciones, como las de Bauhin y Plukenet.
A menudo hallamos en el fitónimo descriptivo un solo elemento léxico (como en Plantago): lo hemos visto en las geraniáceas, cuyo nombre es de origen griego y alude al parecido de sus frutillos con el largo pico de ciertas aves: así el Geranium (γεράνιον /ge-rá-ni-on/ "grullita", diminutivo de γέρανος /gé-ra-nos/ "grulla"), el Pelargonium (de πελαργός /pelargós/ "cigüeña") o el Erodium (ἐρῳδιός /e-roo-di-ós/ "garza").
Sin embargo, lo más frecuente en la terminología descriptiva son, si no me equivoco, las voces compuestas de dos elementos (como en Saxifraga, de saxum y frángere). Parecerá una tontería, y quizá lo sea, pero sospecho que nuestra oreja tiende a reconocer la composición léxica principalmente en palabras tetrasílabas, como ocurre con soplamocos, cascanueces o pelagatos. En cualquier caso, creo que las inquisiciones etimológicas se concentran en este tipo de palabras: con una de ellas, Centranthus, inauguré estas páginas.
¿Cómo abordar el rico caudal de fitónimos de este tipo? Los enfoques son infinitos. Arrastrado por mis hábitos, he escrito páginas sobre nombres que contienen la idea de "grande", "pequeño", "rojo", "verde", etcétera, esto es, las voces compuestas de magnus y parvus, o de μακρός y μικρός, de ruber, viridis, luteus y demás: es decir, tiendo a organizar las voces por sinónimos o elementos de composición, un criterio más filológico que botánico.
Se me ocurre que quizá sería mejor usar criterios de botánico y, por ejemplo, agrupar por un lado las voces que describen un detalle anatómico de la planta (caso de los mencionados Geranium &c, alusivos a la forma del fruto; o Himantoglossum, que expresa un detalle de la flor, y en ese caso clasificar según el nombre dibuje la flor, el fruto, la semilla, la hoja, etc.) y por otro lado agrupar las voces que describen la figura entera del vegetal. Claro en este supuesto me encuentro con dificultades.
Así, por ejemplo, chamaecyparissus, específico de una Santolina, parece describir la planta como un "ciprés enano" o "ciprés de suelo" (κυπάρισσος /ky-pá-ris-sos/ "ciprés", en latín Cupressus; χαμαί /ja-mái/ "en el suelo"), pero la mención del ciprés en el fondo alude a la forma de la hoja, de igual modo que chamaedrys, aun significando "roble de suelo" (δρῦς /drýys/ "encina"), en realidad compara las hojas festoneadas de la labiada con las del roble (pienso en el Teucrium: me parece que la observación falla para la Verónica): lo único que representa al conjunto de la planta es la idea de chamae- o χαμαί: esto es, "de dimensiones humildes" (como también lo expresa el específico humilis).
Ahora encuentro que hay unos árboles asiáticos y americanos que han recibido el nombre botánico de Chamaecyparis, supongo que por apócope de chamaecyparissus; aunque el χαμαί no les va nada, porque alguno alcanza, al parecer, los setenta metros.
Como se ve, la cabra tira al monte: de nuevo agrupo las palabras por coincidencia de significantes y significados; uno es más filólogo (sin serlo mucho) que botánico (en yerbas). Así, los fitónimos citados me recuerdan a la "manzana de suelo" o Chamaemelum, donde al conocido χαμαί, que indica humildad o pequeño tamaño, se une en este caso μῆλον /mée-lon/ "manzana" (el correspondiente griego del malum latino). También en castellano la manzanilla toma el nombre de la manzana: opino que lo comparado en esta ocasión no es ninguna forma, sino el aroma de las cabezuelas florales.
De igual manera, todos estos chamae- me llevan, aun sin quererlo, al camaleón, que al fin y al cabo es una fiera, como el león, pero pequeñita y humilde cual tierna verónica: es un "león de suelo" (eso significa su nombre genérico, y también el específico en el caso del camaleón común que tenemos por aquí, Chamaeleo chamaeleon: si no me equivoco en la transcripción, el uno va a la latina, y el otro a la griega). [Nota sobre acentuación: /ka-máe-le-o ka-mae-lé-oon/ para el reptil; /ka-mae-cý-pa-ris/ para los árboles, /ka-mae-cy-pa-rís-sus/ el teucrio, y /ka-mae-mée-lum/ la manzanilla.]
Antes de abandonar este apartado, quiero recordar que también entre estas voces se oculta la trampa: palabras hay que parecen significar algo, y probablemente nada significan, quiero decir que nunca sabremos qué significaron en su origen: así καρυόφυλλον y las Caryophyllaceae tienen poca probabilidad, creo yo, de hallar su origen en las hojas del nogal. Pero Alá es más sabio.