sábado, 20 de enero de 2024

De nominibus botanicis VI: nombres descriptivos

Muchos son los fitónimos forjados para describir un carácter de la planta, o el vegetal en su conjunto.  Así Saxifraga o rompepiedras; así quizá Plantago, que Meillet interpreta como metáfora formal (las hojas del llantén tendrían forma de planta del pie), aunque me pregunto si no tiene el nombre más que ver con el hecho de ser una hierba especializada en ser pisable.

Pero más que en los nombres de género, el esfuerzo descriptivo se concentra, tengo esa impresión, en los nombres específicos: repens "reptante", humilis "humilde" o "próxima al suelo", graveolens o "de olor pesado"...  Y no hay claro indicio, en mi opinión, de un reparto racional, a la hora de describir, entre el uso del latín (parviflora "de flor pequeña") y el del griego (micrantha "de flor pequeña"); ambos han sido los idiomas preferidos por los botánicos, al menos en el pasado milenio.

Latín y griego (quizá éste sobre todo) han sido cantera de tecnicismos botánicos, no necesariamente integrados en algún binomio lineano.  Es el caso, pongamos, de mesophilum y mesophyllum, voces de formación griega cuya forma en latín todavía diferencia entre φίλος /fí-los/ "amigo" (mesófilo: vegetal de ambiente intermedio) y φύλλον /fýl-lon/ "hoja" (mesofilo: hoja de enmedio), mientras que en castellano sólo las distingue un rasgo tan problemático como el acento de palabra.

Omito aquí distinguir entre fitónimos heredados de la botánica antigua y neologismos creados por la botánica moderna, digamos del Renacimiento para acá.  Creo que sería interesante esa distinción, pero estoy verde para hacerla.  Barrunto que muchos términos de la nueva botánica han nacido con el propósito de describir la planta, si no es que fueron derechamente largas descripciones, como las de Bauhin y Plukenet.

A menudo hallamos en el fitónimo descriptivo un solo elemento léxico (como en Plantago): lo hemos visto en las geraniáceas, cuyo nombre es de origen griego y alude al parecido de sus frutillos con el largo pico de ciertas aves: así el Geranium (γεράνιον /ge-rá-ni-on/ "grullita", diminutivo de γέρανος /gé-ra-nos/ "grulla"), el Pelargonium (de πελαργός /pelargós/ "cigüeña") o el Erodium (ἐρῳδιός /e-roo-di-ós/ "garza").

Sin embargo, lo más frecuente en la terminología descriptiva son, si no me equivoco, las voces compuestas de dos elementos (como en Saxifraga, de saxum y frángere).  Parecerá una tontería, y quizá lo sea, pero sospecho que nuestra oreja tiende a reconocer la composición léxica principalmente en palabras tetrasílabas, como ocurre con soplamocos, cascanueces o pelagatos.  En cualquier caso, creo que las inquisiciones etimológicas se concentran en este tipo de palabras: con una de ellas, Centranthus, inauguré estas páginas.

¿Cómo abordar el rico caudal de fitónimos de este tipo?  Los enfoques son infinitos.  Arrastrado por mis hábitos, he escrito páginas sobre nombres que contienen la idea de "grande", "pequeño", "rojo", "verde", etcétera, esto es, las voces compuestas de magnus y parvus, o de μακρός y μικρός, de ruber, viridis, luteus y demás: es decir, tiendo a organizar las voces por sinónimos o elementos de composición, un criterio más filológico que botánico.

Se me ocurre que quizá sería mejor usar criterios de botánico y, por ejemplo, agrupar por un lado las voces que describen un detalle anatómico de la planta (caso de los mencionados Geranium &c, alusivos a la forma del fruto; o Himantoglossum, que expresa un detalle de la flor, y en ese caso clasificar según el nombre dibuje la flor, el fruto, la semilla, la hoja, etc.) y por otro lado agrupar las voces que describen la figura entera del vegetal.  Claro en este supuesto me encuentro con dificultades.

Así, por ejemplo, chamaecyparissus, específico de una Santolina, parece describir la planta como un "ciprés enano" o "ciprés de suelo" (κυπάρισσος /ky-pá-ris-sos/ "ciprés", en latín Cupressusχαμαί /ja-mái/ "en el suelo"), pero la mención del ciprés en el fondo alude a la forma de la hoja, de igual modo que chamaedrys, aun significando "roble de suelo" (δρς /drýys/ "encina"), en realidad compara las hojas festoneadas de la labiada con las del roble (pienso en el Teucrium: me parece que la observación falla para la Verónica): lo único que representa al conjunto de la planta es la idea de chamae- o χαμαί: esto es, "de dimensiones humildes" (como también lo expresa el específico humilis).

Ahora encuentro que hay unos árboles asiáticos y americanos que han recibido el nombre botánico de Chamaecyparis, supongo que por apócope de chamaecyparissus; aunque el χαμαί no les va nada, porque alguno alcanza, al parecer, los setenta metros.

Como se ve, la cabra tira al monte: de nuevo agrupo las palabras por coincidencia de significantes y significados; uno es más filólogo (sin serlo mucho) que botánico (en yerbas).  Así, los fitónimos citados me recuerdan a la "manzana de suelo" o Chamaemelum, donde al conocido χαμαί, que indica humildad o pequeño tamaño, se une en este caso μλον /mée-lon/ "manzana" (el correspondiente griego del malum latino).  También en castellano la manzanilla toma el nombre de la manzana: opino que lo comparado en esta ocasión no es ninguna forma, sino el aroma de las cabezuelas florales.

De igual manera, todos estos chamae- me llevan, aun sin quererlo, al camaleón, que al fin y al cabo es una fiera, como el león, pero pequeñita y humilde cual tierna verónica: es un "león de suelo" (eso significa su nombre genérico, y también el específico en el caso del camaleón común que tenemos por aquí, Chamaeleo chamaeleon: si no me equivoco en la transcripción, el uno va a la latina, y el otro a la griega).  [Nota sobre acentuación: /ka-máe-le-o ka-mae-lé-oon/ para el reptil; /ka-mae-cý-pa-ris/ para los árboles, /ka-mae-cy-pa-rís-sus/ el teucrio, y /ka-mae-mée-lum/ la manzanilla.]

Antes de abandonar este apartado, quiero recordar que también entre estas voces se oculta la trampa: palabras hay que parecen significar algo, y probablemente nada significan, quiero decir que nunca sabremos qué significaron en su origen: así καρυόφυλλον y las Caryophyllaceae tienen poca probabilidad, creo yo, de hallar su origen en las hojas del nogal.  Pero Alá es más sabio.


domingo, 7 de enero de 2024

De nominibus botanicis V: nombres no descriptivos


 Decidido, pues, a circunscribirme a los binomios lineanos (o binómina o binómines o binómenes, que tan varias lecturas he encontrado), y con el fin de darme un aire más científico (hacer parada de sabio sin serlo), necesitaba ordenar y clasificar mi materia.  Y en mi desamparo no se me ocurrió otra cosa que hablar de términos A) no descriptivos, B) descriptivos, C) honoríficos.  No estoy orgulloso, pero no encontré nada mejor.  ¡Qué añoranza del mundo medieval, donde todo se encasilla y numera!  Cuatro elementos, siete planetas, doce meses, veinticuatro ancianos...  Si los objetos tienen un número preciso, el discurso se vuelve apodíctico, incontestable.

Empiezo, pues, con los "no descriptivos".  De este tipo son muchos de los nombres genéricos que la ciencia botánica hereda de la tradición clásica: Pinus, Fagus, Rosa...  En general, estos nombres no son descriptivos, o al menos no nos lo parecen, en nuestro estado de conocimiento.  No siempre, claro está, pues algunos de ellos sí implican cierta definición: caso de Saxifraga, cuyo nombre expresa el don de "romper piedras" (sean las que habita, o las renales).  Ahora bien, a falta étimo seguro no ha faltado quien lo inventara: véase como prueba lo dicho sobre unedo (unum edendi según Plinio el Viejo), o sobre Populus, tan cándidamente confundido por los sacristanes con la voz "pueblo" latina.

Pero, aun sin étimo seguro, la historia de estas palabras suele tener interés.  Tomo el caso de la voz pastinaca, ya en latín ambigua, pues (como planta) designaba a la vez una especie de zanahoria silvestre y un pez (hoy llaman pastinaca a cierta raya, por Lineo bautizada como Dasyatis pastinaca).  El étimo de la voz latina pastinaca es problemático.  Lo único evidente es el sufijo -aca, propio del habla popular, el mismo que hallamos en lingulaca (de lingua) o verbenaca (de verbena).  ¿Acaso es pastinum (una especie de azadilla para plantar) el étimo de pastinaca?  ¿Una metáfora formal justifica la aplicación del nombre al vegetal y al pescado?  Es mera conjetura.

Ahora bien, la zanahoria silvestre en cuestión era, al parecer, la que hoy conocemos como chirivía, o también pastinaca, apio de campo, zanahoria blanca...  Ésta recibió de Lineo el nombre clásico de Pastinaca sativa, aunque el basiónimo es, creo, Daucus visnaga, y fue asimismo llamada Apium visnaga.  El nombre latino ha derivado en catalán a pastinaga, que en Cataluña designa a la zanahoria común o Daucus carota.

Ese nombre específico de visnaga tiene su interés: recuerda la voz biznaga, que en el sur de España denominó al mondadientes; yo la conocía por mi afición a Góngora, en una de cuyas letrillas más simpáticas la biznaga denuncia la triste dieta de un hidalgo pobretón:

                         Que se ufane don Pelón
                         de haber comido un capón,
                                                  bien puede ser;
                         mas que la biznaga honrada
                         no diga que fue ensalada,
                                                  no puede ser.

Pues bien, resulta que esa voz, biznaga o bisnaga, es el resultado de pastinaca en el llamado romance mozárabe de la península, donde la P- inicial se hace sonora y la palabra queda registrada en varias formas, entre ellas bastinaq, bistinaqa, bisnaqa.  ¿Y qué tiene que ver la zanahoria con la biznaga?  La respuesta la encontré en el zoco de Marraquech, donde hallé a la venta cabezuelas secas de cierta umbelífera: cada radio de la umbela era un práctico escarbadientes (así los llaman en Argentina, al menos los Luthiers) y como tales se vendían.

Luego supe que la umbelífera del zoco marroquí era conocida en botánica como Ammi visnaga.  ¡Prodigioso!  Así que resulta que la voz latina pastinaca ha parido un doblete, y dado lugar a dos fitónimos distintos, el genérico Pastinaca, y el específico visnaga que define una especie de Ammi.  Para más certidumbre, encuentro que el Ammi visnaga recibe en Portugal, entre otros, el nombre de paliteira, y en Cataluña el de escuradents.  (Por cierto que es otro el significado de biznaga en la Málaga de hoy, y ahora nombra famosamente un premio cinematográfico.)

Así pues, visnaga ejemplifica el hecho de que no sólo el latín o el griego, sino las mismas lenguas vivas han aportado su léxico al caudal botánico; yo diría que un ejemplo de ello es también Merendera, que creo tomada del castellano (pues en latín habría sido más bien merendaria), y algo parecido hemos visto con eskia, que Luis Ramond adoptó de una lengua pirenaica, o con el azedarach, voz persa que especifica a la Melia, y, en fin, con tantas plantas tomadas de varios rincones del mundo, para cuyo ejemplo me limitaré a mencionar la Nicotiana tabacum, donde el genérico inmortaliza a un filólogo y diplomático francés, pero el específico (tabacum) está tomado de algún vocablo americano, no hay acuerdo sobre cuál, de qué lengua, o con qué significado, pero sí que está tomado de un nombre vernáculo del Nuevo Mundo.

Habiendo mencionado fitónimos tomados del latín y de otras lenguas, debería aportar ejemplos tomados del griego, lengua que es quizá la más fértil en la fitonomástica: acabamos de mencionar μελία o μελίη /me-lí-aa o me-lí-ee/ (que significaba "fresno" y se aplicó al árbol nacional persa); y podríamos aducir mil más.  Mas para que no se crea que todo lo griego tiene dos mil años, quiero aludir a la Euphrasia: nadie dudará de que εφρασία es griego (significa "alegría"), pero este fitónimo está documentado, si no me equivoco, sólo desde el siglo XVII.

Lo malo con el griego es que algunos lo tienen tan remoto que parece darles igual lo que signifique o cómo se transcriba: acabo de encontrarme con una culebra americana a la que han bautizado Agkistrodon, horrible vocablo que prueba que el buen zoólogo que la describió ni sabía ni tuvo la fortuna de encontrar quien alcanzara unas nociones elementales de griego.

[Ya sabía yo que la tenía por algún lado: añado la foto marroquí de las que creo ser biznagas, o cabezuelas secas de Ammi visnaga.  El pie (no el pie de foto, sino el pie humano que en ella aparece) es de mi amiga Isabel B.B., la fotógrafa, que no me ha dado permiso para reproducirla pero me lo va a dar.]