domingo, 21 de agosto de 2022

Anábasis II

 El lector con interés por la botánica estará sorprendido por las prolijas e inútiles aclaraciones que preceden, pero he optado por no suprimirlas: evidencian cuán sordo se puede vivir a los valores de una palabra con la que uno tiene, sin embargo, trato frecuente.  Porque por fin he leído todas las acepciones de ἀνάβασις en el diccionario (uno siempre lee las entradas lo justito para encontrar respuesta a lo buscado, pero sigue, como en la vida misma, ciego a una gran cantidad de información) y, sí, ahí estaba, en quinto o sexto lugar, la acepción botánica.

En Dioscórides ἀνάβασις parece ser sinónimo de ἵππυρις /híp-puu-ris/, que Bailly traduce prêle, y ya antes Gayo Plinio Segundo había traducido equisaetum: "el equiseto, llamado hipúride por los griegos..." (26 132); y poco más adelante afirma que hay otra planta negruzca, con hojas semejantes a agujas de pino y con propiedades estípticas, a la que los griegos llaman también "unos hipuri, otros éfedro, otros anábase...": alii hippurin, alii ephedron, alii anabasim vocant (26 133).

Con la descripción de la hipúride o anábase (De materia medica 4 46) Dioscórides ofrece a la vez pistas sobre la etimología de estas voces: en efecto, dice Dioscórides que esta planta αὔξεται δὲ εἰς ὕψος ἀναβαίνουσα ἐπὶ τὰ παρακείμενα στελέχη, καὶ κατακρέμαται περικεχυμένη κόμαις πολλαῖς μελαίναις καθάπερ ἵππου οὐρά "crece en altura subiéndose sobre los tallos próximos, y apoyándose en ellos se derrama en abundantes cabelleras negras, como cola de caballo".  Claro está que el uso del verbo ἀναβαίνω (ἀναβαίνουσα "subiéndose") explica suficientemente, creo yo, el nombre de ἀνάβασις, así como la expresión καθάπερ ἵππου οὐρά "como cola de caballo" explica de sobra el nombre de ἵππυρις. 

En ἵππυρις está clara la voz ἵππος /híp-pos/ "caballo" más οὐρά /uu-ráa/ "cola" (además del sufijo femenino -ιδ-, para decirlo todo): significa, en suma, "cola de caballo"; al igual que el equivalente latino equisaetum /e-qui-sáe-tum/, formado por equus /é-cus/ "caballo" y saeta /sáe-ta/ "cerda" (esto es, pelo rígido como los del jabalí, del cerdo, o de la cola de un caballo).

El manuscrito de Salamanca del tratado de Dioscórides ofrece un dibujo de la hipúride o anábase muy similar al del Dioscórides de la princesa Anicia, y que parece corresponder a un equiseto:



Y ya que Plinio dice que la hipúride también se llama ephedron /é-fe-dron/, y no pocos manuscritos de Dioscórides dan como sinónimo ἐφέδρα /e-fé-draa/, ἐφέδρανον /e-fé-dra-non/ o ἔφεδρον /é-fe-dron/, teniendo además en cuenta que existe un género Ephedra, quizá no sea inoportuno mencionar aquí que en estas voces está presente la preposición ἐπί "encima" y la raíz de ἕζω y ἵζω "yo asiento" (la misma del latín sedeo "estoy sentado").

Ahora bien, no tengo nada claro qué sentido hay que dar en botánica a aquellos términos, pues hay demasiados que elegir: tenemos el adjetivo ἔφεδρος /é-fe-dros/ "sentado"; el sustantivo ἔφεδρον /é-fe-dron/ "taburete"; también hay un sustantivo ἔφεδρος con valores varios, y entre ellos uno que aparece casualmente en la Anábasis de Jenofonte (2 5 10), algo así como "atleta sustituto", literalmente "sentado (en espera de rival)".  Por supuesto, también está el nombre ἐφέδρα "asentamiento", "asedio" &c, que aparece en Dioscórides y a la que Bailly da como traducción botánica, de nuevo, prêle "equiseto".

Lo único que tengo claro es que la acentuación latina de Ephedra es esdrújula: éfedra, pues (la E central es breve, como que viene de una épsilon), y no efédra como hasta ahora he oído (y dicho).  Claro es que, siendo ephedra pariente estrecho de la palabra cathedra (en griego καθέδρα, que significa entre otras cosas "banco --de sentarse"), siempre habrá alguno que pueda expresar dudas sobre el lugar del acento aduciendo que en castellano cathedra ha dado por vía culta cátedra, pero cadera por la vía vulgar (cadiera en aragonés, con diptongación de la E tónica típicamente castellana).  Con ese no discutiré.

Veo que el moderno género Anabasis es una Amaranthacea, y que en España lo tenemos sobre todo en Almería y Murcia.  Encantado.  Flora Iberica da para ἀνάβασις el significado de "ascensión", "subida", y dice que es nombre de una trepadora afila: eso parece sugerir que el nombre se le impuso por su habilidad para trepar, confirmando lo sugerido por el médico de Nerón.


[Esta mañana, mientras desayunaba, oía distraído un reportaje sobre el Danubio, de la televisión navarra; me acabó de despertar el locutor, hablando de "Yéison, en busca del vellocino de oro".  Otro como el de los Gauls...  Ay, señor, llévame pronto...]

viernes, 19 de agosto de 2022

Anábasis


En una novela (no recuerdo cuál, pero reciente) encontré que el traductor del inglés había perpetrado esta frase más o menos: "como escribió César en su Guerra de los Gauls..."  Uno de mi edad y condición se queda perplejo ante algo así.  ¿Será indochino, el traductor?  Pero no, la realidad es más terrible: quizá es de Villanueva del Arzobispo e incluso, quizá, doctor en lenguas modernas, en esta época en que, gracias a las sucesivas reformas educativas infligidas al bachillerato, uno puede ser universitario sin conocer a los galos, ni a Mozart, ni las ecuaciones de segundo grado, ni la Divina Comedia.  Y pensar que la triste Alegría ha venido para mejorarlo todavía más...

Sí, cualquier bachiller de mi generación se sorprendería ante aquella absurda deformación de Guerra de las Galias, pero somos, ay, hijos del milenio pasado, y en éste ya parece cumplido aquello que Gombrich temía hace sesenta años, la disolución de la cultura general: eso que, como el fino pensador señalara, ni era cultura ni era general, sino una especie de campo de juego común para el intelecto europeo (y lo más simpático de Gombrich es que ponía de ejemplo la novela de Agatha Christie La muerte de lord Edgware).

Si yo no hubiera extendido a los infiernos mi escepticismo celeste, en mis horas oscuras sospecharía seriamente que el deterioro del bachillerato es obra de los mismos poderes nocturnos que pugnan por destrozar el idioma.  ¡Ay, ojalá!  Porque si hubiera una fuerza del mal podríamos combatirla.  Pero el negocio es más grave: los aprobados generales y el teleñol son sólo indicio de que crece ubicua, inexorable, oceánica, la estupidez en el mundo.

Volviendo a la guerra de los gauls, reconozco que no es un caso como para darse de cabezazos en el muro.  Quiero decir, tal como están las cosas.  Lo que pasa es que, además de viejo, uno ha dedicado tantas horas a César y a Jenofonte, que le parece que esos muchachos de la antigüedad meriendan en todas las casas del pueblo.  Pero, claro está, si quien lee esta página es más bien biólogo o botánico, no tendrá por qué saber que los sujetos mencionados escribieron La guerra de las Galias y Anábasis, respectivamente, libros quizá los más conocidos de esos autores por usados durante siglos para introducir al estudiante europeo en el latín y el griego.

Pues bien: yo me acabo de enterar, con el consiguiente asombro panoli, de que existe el género de plantas Anabasis.  ¡Ahí va!  ¿De dónde ese nombre botánico?  ¿Es un homenaje a Jenofonte, o tiene que ver con las actividades y características de la planta?  Como lo ignoro, me limito de momento a lo poco sé de la palabra griega ἀνάβασις.

En ἀνάβασις /a-ná-ba-sis/ el principal contenido léxico está en βάσις, palabra que es nuestra actual base, postverbal del verbo βαίνω /bái-noo/ "caminar".  (Es curioso, βαίνω se parece mucho al recién aparecido aquí φαίνω, y ambos tienen un sustantivo en -sis: basis o base, y fasis o fase.)  Aunque βάσις parece que significa "lugar para caminar" (pues eso viene a decir base en castellano), su primera significación es "el acto de caminar".  Y, claro está, se puede caminar hacia abajo (κατά /ka-tá/) o hacia arriba (ἀνά /a-ná/): así que ἀνάβασις es el andar para arriba, la κατάβασις el andar para abajo.

᾿Ανάβασις (y su verbo ἀναβαίνω "subir") pueden aludir a varias cosas: subir a los cielos, subirse a un caballo, &c.  Pero al ser los griegos un pueblo marinero, y como el puerto, por evidencias geográficas, es la parte baja de la población, en un significado importante y peculiar ἀνάβασις designa la acción de adentrarse en la ciudad o el continente.  En ese sentido la Anábasis de Jenofonte hace referencia al internarse en territorio hostil, pues describe cómo los Diez Mil (mercenarios griegos) se adentraron en Asia para combatir, a cambio de soldada, en una guerra civil persa, de eso hace ahora unos dos mil cuatrocientos veintidós años.

Aunque su significado es el dicho, ἀνά también se usa mucho, sobre todo como prefijo, en el sentido de "volver atrás" o "repetir" (algo así como el re- del latín): por ejemplo, "leer" se dice en griego ἀναγιγνώσκειν "re-conocer" (las letras previamente escritas, por supuesto), y los herejes que proponían rebautizarse eran conocidos como anabaptistas.  Como la parte sustancial, para mí la más emocionante, del relato de Jenofonte (hablo de su Anábasis, cuya lectura, por cierto, siempre recomiendo) es el penoso regreso a la patria a través de territorio enemigo, a menudo me he preguntado si no sería adecuado traducir ἀνάβασις como "regreso", pues lo permiten los significados de ἀνά y de βαίνω.  Pues bien, no pierdan el tiempo con esta hipótesis, que ya lo he perdido yo bastante.

Las voces tienen sus significados, sí, pero que tal voz signifique esto o lo otro no depende de averiguaciones filológicas, sino sólo del capricho de los hablantes.  Y da la casualidad de que los griegos apenas dieron a ἀναβαίνω o ἀνάβασις el significado de "regresar".  Lo más parecido a la idea de regreso que yo he encontrado en ἀνάβασις es el sentido de "puesta de sol" que se encuentra en un autor tardío, y el nombre de ᾿Αναβαίνων o Anabainonte que se dio al río Meandro (río cuyo nombre conservamos como común de las vueltas y revueltas de un río en su curso bajo).

Sé que todo esto tiene poco que ver con las hierbas; pido disculpas pero con todo lo publico: siempre habrá alguno que se divierta.  Más adelante corregiré y editaré una segunda parte.  La imagen de arriba corresponde a la ἵππουρις o Hippuris del Dioscórides de Viena (se ven las anotaciones en minúscula griega y en escritura arábiga, hechas por distintos propietarios del célebre manuscrito).

miércoles, 10 de agosto de 2022

Caracoles y cucharas

 El otro día, en las crestas de Ordesa, señaló Daniel una hierbecilla, modestamente escondida entre las rocas, a la que dio el nombre de Campanula cochlearifolia.  Y me miró interrogante: "¿Cochlearifolia...?"  A lo que un servidor, obnubilado por su amor a los caracoles, respondió irreflexivamente (como suele) que la palabra latina cochlea /có-cle-a/ "caracol" es un helenismo, tomado del griego κοχλίας /ko-jlí-as/ "caracol", palabra que conservamos en la española cóclea, que designa el caracol del oído interno y...

En esto Daniel, con santa paciencia: "Pues yo pensaba que...", y me enseña una hojita de la campánula, con inconfundible forma de cuchara.  Sólo entonces caigo en la cuenta de dos cosas: primera, que aquí no pintan nada los caracoles, sino la cuchara (cochlear /có-cle-ar/ en latín); y segunda: que esto ya me había pasado otra vez, y no era, por tanto, la primera que me iba de las cucharas a los caracoles.

Así que redacto esto, a ver si me lo aprendo de una vez y no meto más la pata.

Sí, es cierto que en griego el caracol se dice κοχλίας y todo lo demás; pero en cochlearifolius no está la voz cochlea /có-cle-a/ "caracol", sino la voz cóchlear /có-cle-ar/ "cuchara".  ¿Es casual el parecido entre ambas voces?  Acabo de descubrir que no.

Parece ser que la cuchara y el tenedor como instrumentos de comedor no fueron de empleo regular hasta la baja edad media; no obstante, la cuchara no era desconocida entre los romanos, que la llamaban ligula (lígula).  Ahora bien, había una cucharilla especial, muy pequeña de cazo y con el mango en punta, usada su parte cóncava para comer los huevos pasados por agua (thermapala ova), y en su aguzado mango para, ¿lo adivina usted?...  Sí, para sacar los caracoles de su concha (y luego comérselos, claro).  He aquí que esta cucharilla recibía el adecuado nombre de cochlear o cochleare o cochlearium, que podríamos traducir por "caracolero".

En el octavo libro de Marcial, el epigrama número 71 expone la progresiva tacañería de un protector cuyo primer regalo son cuatro libras de plata (más de un kilo), pero de año en año mengua su donación hasta que por último, el año octavo y el noveno, no ofrece más que modestas cucharillas de plata:

                    octavus ligulam misit sextante minorem,
                         nonus acu levius vix cocleare tulit,

"el octavo mandó una cuchara que pesaba menos de un sextante [unos cincuenta gramos], el noveno trajo una cucharilla apenas ligera como un alfiler".  Así que a Marcial no se le ocurría objeto más chico que un cochleare (o cocleare, como registra el poema).

En el decimocuarto libro recoge Marcial, a veces bajo la forma de enigmas, anuncios de regalos saturnales (navideños, diríamos ahora).  En el epigrama 121, bajo el título de cochlearia, volvemos a encontrar nuestro instrumento, cuyas utilidades ahora se describen:

                    Sum cochleis habilis sed nec minus utilis ovis.
                         numquid scis potius cur cocleare vocor?

"Práctico con caracoles, soy también útil con huevos; ¿sabes tú por qué prefieren llamarme caracolero?"  Caracolero sería, en efecto, la traducción literal de cochleare, que no es más que la forma neutra del adjetivo cochlearis "de caracol".  Los traductores eligen aquí "sacacaracoles" o "cuchara de caracoles".

También de esa voz se ha tomado nombre para un género de crucífera, la Cochlearia, cuya hoja (la hoja de la especie tipo, supongo que la de farmacia, la officinalis, rara en la península ibérica) recuerda a una cuchara o cochlear (así lo indica, entre otros, Flora Iberica, que pone a la C officinalis en busca y captura).

Bien, con esto espero que la próxima vez que me pregunten por coclearifolio o cosa similar me volveré a olvidar de cuchara y otra vez me acordaré de caracoles.

Por cierto que buscando por la red caí en la página How to pronounce cochlearia donde afirman que suena algo así como /co-cli-rí-a/.  Sí, claro, how to pronounce a la inglesa, tomando EA como un diptongo inglés; porque en latín, por más que no lo sepamos con certeza absoluta, sonaría algo así como /co-cle-áa-ri-a/, pues es razonablemente seguro que EA no es diptongo, que esa A es larga, y que llevaría el acento.

Dominado como estoy por el vicio erudito, no quiero cerrar esta página sin señalar que cochleare o cochlearium es el étimo reconocido de los actuales nombres de la cuchara en el sur de Europa (cuchara, cuiller, cuillère, colher, culler etcétera; voz masculina en muchos casos, como aún en el italiano cucchiaio o en el viejo castellano, pues el cuchar aún era corriente en el siglo de oro, y todavía está vivo, parece, en algunas comarcas), de manera que los nombres de nuestras cucharas vienen todas de κοχλίας, el viejo nombre griego de los caracoles.