martes, 30 de noviembre de 2021

Avetimología

En el escaparate de la librería Gaudí (una de mis favoritas en Madrid) me llama la atención un libro de pájaros: con el formato y aspecto de las guías de campo de Omega, adornan su cubierta varias aves (un camachuelo, un martín pescador, un albatros) y lleva por título el de esta página, con el siguiente subtítulo:  "El origen de los nombres de las aves de Europa".

Es un libro bien editado, con buena fotografía y textos claros y amenos, una edición curiosa, que parece llegada del futuro (puesto que el pie de edición lleva la fecha 2022, o al menos los derechos de texto y fotografías).

Andaba yo en busca de otras cosas (algunas de las cuales encontraría) y no tenía intención de hacerme con una nueva guía de pájaros (estas guías de Omega son caras, si no las vas a llevar de paseo, porque están muy bien encuadernadas, para durar en los recorridos por esas trochas hispanas), así que me conformé con ojear unas cuantas etimologías de aves, al azar de las páginas.

El azar, pues, me lleva para empezar a las alondras, donde aprendo que eran aves reverenciadas por los galos y cuyo nombre galo es alauda; de modo que el latín alauda es, por lo visto, un préstamo del céltico (y el prestatario fue Plinio el Viejo, según nuestro autor).  Da el origen del alemán Lerche, de la voz calandria (del griego κάλανδρος "calandria"); y en el párrafo dedicado a la alondra ricotí explica que Chersophilus alude a su afición al terreno seco o estepario (del griego chersos "seco", y philos: "amiga de lo seco").  Ciertamente χέρσος o χέρρος significó "seco", y como sustantivo "la tierra firme"; de ahí que χερσόνησος o χερρόνησος signifique "península" (es nuestra voz Quersoneso: de νησός "isla", χερσόνησος viene a ser "isla seca" o "isla a la que se llega por lo seco", o, más probablemente, "isla-continente", esto es, "isla unida al continente").

En otra página leo que el nombre del arao es onomatopéyico (porque grita ar-arr!), y que su nombre científico (Uria aalge) proviene del griego en cuanto al género, pues Uria transcribe el griego οὐρία "buceador".  No recuerdo esa palabra, οὐρία, pero sí que "buceador" se dice en latín urinator, similar a aquella voz griega.  En cuanto al específico, aalge, afirma que es la palabra danesa aalge "arao", proveniente a su vez del antiguo nórdico alka, origen del lineano Alca y, de ahí, del castellano alca.

Para terminar, busco el origen del decaocto, específico de la tórtola turca.  Varias veces he tratado de averiguar el misterioso origen de ese raro decaocto (δεκαοκτώ es el griego "dieciocho", que en latín se puede decir octodecim, octo et decem o, quizá más frecuentemente, duodeviginti).  Según algunas páginas de internet, parece derivar de ciertas leyendas supuestamente clásicas, aunque trascienden a modernas.  Veo ahora que esta Avetimología aporta un par de cuentos más de la misma ralea, nada definitivo, pues, para mi gusto.

No deja de sorprenderme el hecho, que consigno aquí por lo que valga, de que en mis ojeadas a la guía no he encontrado ninguna afirmación audaz, ninguna hipótesis extravagante, en resumidas cuentas, ninguna tontería notoria.  Esto, en un libro de etimología, es más raro de lo que parece.

Iba ya a desechar la compra, cuando veo que al final de su justificación liminar afirma el autor, José Manuel Zamorano, que su obra parte de la conjunción de un par de aficiones, y que su persona no tiene "ninguna formación en ornitología, en biología, en lingüística ni en etimología".  Esta confesión me enterneció: otro aficionado.  Por lo visto (según la guarda posterior) estudió química y trabaja en publicidad.  Ya había sospechado yo que el autor no era filólogo (ese título tan raro, mezcla de castellano y griego, lo delata).

En fin, que me compré el libro.  Sobre todo porque sabía que, si no lo hacía, habría de arrepentirme.  Y porque, ahora que los legisladores parecen decididos a destruir definitivamente el sistema educativo (¡y con una ministra aragonesa, qué vergüenza!), me consuela pensar que los editores, Omega en este caso, tienen la esperanza de que siga habiendo lectores interesados por la historia de las palabras.

domingo, 31 de octubre de 2021

De tallos y rabitos

Me piden que escriba algo sobre los términos tallo y cormo, y me pongo a ello, si no con acierto y competencia, al menos con obediencia perruna.  (También es cierto que me falta inspiración para rematar las varias entradas iniciadas.)

Tallo es una palabra tan común que apenas piensa uno en ella; ahora que lo hago descubro que es un helenismo de esos que habitualmente no consideramos.  En efecto, se acuerda uno del griego con palabras como democracia, parábola o hipercloridia, voces bicompuestas donde al menos uno de los elementos es bien conocido; en cambio, solemos olvidar que también son griego hecho y derecho aire, cara, cristal, disco, eco, giro, hora, pasta, roncar, tío, zumo, voces que entresaco al azar de entre muchas otras que entresacar cabría.

Pues bien, de ésas que no parecen griego pero lo son, tallo es una.  Verdad que como helenismo es una birria, fruto de una lectura errónea: la LL, como saben mis pacientes lectrices y lectores, es en griego, como en latín, una auténtica ele geminada, y no nuestra elle mesetaria, razón por la que decimos mesofilo y no *mesofillo, cola de pegar y no *colla, Apolo y no *Apollo.  Por el contrario, es mejor helenismo la voz talo, que hace, junto con aquélla, el papel de digno doblete.

Talo y tallo continúan el latino thallus, préstamo a su vez del griego θαλλός /zal-lós/, que designaba en origen a un ramo verde, a una ramilla, con sus hojas y todo, a un renuevo de la planta.  Θαλλός tiene la raíz del verbo θάλλω, que significa "florecer" y también "estar en pleno vigor".  Esa raíz la conservan, además de otras formas griegas (θαλερὸς παρακοίτης, "floreciente esposo" en la traducción de Segalá, llama Andrómaca a Héctor en el sexto canto de la Ilíada), también el nombre del talio (justificado al parecer por la línea verde que muestra ese elemento en su espectro luminoso) y quizá el de la diosa Talía, una de las nueve musas, cuyo nombre viene a significar "Frondosa" (θαλλία llama Teofrasto a la fronde, a la verdura; si bien la musa se dice en griego Θαλία).

Todo lo que digamos del griego θαλλός nada tiene que ver, claro es, con el valor, arbitrario como es de cajón, que ahora damos a la palabra tallo (al que mentalmente quitamos las hojas y demás), ni menos al término botánico talo, que no me atrevo a definir aquí: mejor vayan al benemérito diccionario de Font Quer, que ahí explica nuestro sabio, para quien sea capaz de entenderlo, qué es talo y qué son talófitos.

Por cierto que, como el propio don Pío señala, "en castellano se da la peregrina circunstancia de que por vía erudita el término latino tallus nos ha dado una voz que si morfológicamente se parece a 'tallo', por su significado es opuesta a él".  Circunstancia peregrina, quizá, pero no infrecuente.  Por lo demás, no se puede decir que tallo venga por vía popular (como afirma sub voce), sino más bien por senda semiculta, como ya hemos indicado: la naturalizó en nuestro idioma alguien que leía; mal, pero leía.  Talo, en cambio, si podría haber venido por vía vulgar; lo que no afirmo.  Pero conviene distinguir entre el registro de uso de una voz y la historia de esa voz.


Hablando de talófitos, uno no puede dejar de pensar en cormófitos, y por ende en el étimo griego, κορμός /kor-mós/, sustantivo que designa al tronco pelado, sin ramas ni hojas, y en particular al tarugo, al leño que se echa al hogar.  Este significado es el esperable, dado que en κορμός está en su grado normal el radical de κείρω "cortar", "esquilar", también "arrasar".  En este sentido, κορμός se aproxima mucho al significado del latín truncus (étimo de nuestra voz "tronco"), cuyo valor propio parece ser "talado" y "mutilado", y designa también al tarugo, no sólo en el sentido derecho, sino también en el figurado, sinónimo, en éste, de quercus:  Lutetiae beta sapit et quercus contionatur, decia Erasmo, burlándose de los pedantillos de la Sorbona;  "En París la acelga sabe (el bobo sabe), y el necio sube al púlpito (el alcornoque perora)".


No me atrevo a meterme con otros términos técnicos para la idea de "tallo" o "rabito".  De la voz pedúnculo y otras derivadas de pes "pie" creo que ya escribí algo.  Pedúnculo llama cierto libro al tallito que sostiene la inflorescencia del llantén (acabo de abrirlo para asegurarme), pero otro (que ocupa un lugar próximo en la estantería) prohíbe llamar a eso pedúnculo y exige se lo llame escapo.  En cambio escapo, según otros, ha de reservarse para vástagos que salgan de los bulbos.  Qué se yo.  Recuerdo que también alguien prohibía llamar tronco al de los plataneros, porque son plantas herbáceas; busco entre mis papeles, pero todos lo llaman tronco.

Me limitaré a mencionar que en latín scapus es un término técnico que designa, a partir de Varrón, cualquier vástago, fuste, montante, &c.  Su origen es desconocido.  Una glosa lo relaciona con el griego σκᾶπος, pero ¿sabe usted qué es σκᾶπος?  Ni mis diccionarios ni yo tenemos ni idea.


En latín "tallo" se indica con la voz caulis, que también designó a la col (ya en Catón el Viejo encontramos colis como variante de caulis, y esta palabra ha llegado a apellidar un presidente de gobierno en Alemania, el señor Kohl).  Meillet, y en general los comparatistas, creen que "tallo" es el valor original de caulis, y que sólo secundariamente significó "col", algo que sucedió de modo semejante a la correspondiente καυλός /kau-lós/.  Para entender el paso de "tallo" a "col" no hay más que traer a la imaginación esas berzas gallegas que se van deshojando hasta dejar el tallo pelado, con un tufo en la sumidad.

Es opinión extendida que caulis es helenismo tomado de καυλός, pero hay quien lo niega.  Yo confieso que no encuentro razón para afirmarlo, y más bien opino que sólo son palabras emparentadas (esto nadie lo duda).  Καυλός en griego designa el tallo, sobre todo el de las herbáceas (por oposición a στέλεχος /sté-le-jos/ "tronco de árbol"), y también nombra el fuste de algunos objetos, el raquis de las plumas, y el pene.

Como al pedúnculo de una hoja lo solemos llamar rabito, me pregunto si la palabra "rabo" latina, esto es, cauda o coda, puede designar aquél; encuentro que no.  Hallo, sin embargo, una curiosa simetría en el hecho de que nuestra palabra rabo, si no se engañan Corominas y unos cuantos sabios más, provenga del latín rapum, que (junto con napus) designa al rábano.  Ya lo ven, podemos coger el napum por el rapum.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Belesa y gordolobo


La averiguación sobre el lampazo me ha llevado a buscar el origen de la palabra Verbascum y su correspondiente castellana gordolobo y, aunque aquí es mi intención limitarme a los términos lineanos, voy a recoger lo acarreado sobre una y otra voz.

El engañoso vocablo castellano parece significar "lobo gordo" o algo así, pero como esto es notoriamente absurdo, se han buscado otras explicaciones.  Se ha supuesto, por ejemplo, un étimo guardalobos (esta forma está entre las muchas variantes del nombre; véase el Dioscórides de Font Quer) y aducido que la planta se usó para alejar con hogueras al enemigo de las ovejas; pero ni ese étimo explica la mayoría de las variantes, ni parece verosímil, sino más bien una construcción ad hoc, esa exótica tradición de quemar gordolobos.

Visto el panorama, a mí me parece indudable que gordolobo proviene de la expresión latina (documentada) cauda lupi "cola de lobo", o de su versión vulgar coda lupo, de donde saldría un ºgodalobo corregido por etimología popular en gordolobo.  Lo corrobora que la planta figure en glosas latinas con el nombre de lupicuda (por lupi cauda), y en viejo francés se la llame coue de loup, así como en occitano couo de lou, y en árabe danab as-sáb "cola de alimaña".

Leo en cierto lugar que la forma del gordolobo recuerda, en efecto, a la cola de uno de esos canidas.  No estoy familiarizado con los apéndices lobunos, pero sospecho que la alusión al lobo hay que tomarla, como otros apodos de vegetales ("de burro", "de zorro" &c), por indicación del carácter bravío de la planta, y quizá de su eficacia para pescar peces, como enseguida diré.

En cuanto a la palabra latina, Verbascum (que ya usa Plinio en su Naturalis historia), su origen es de lo más oscuro, como ocurre a menudo con los nombres botánicos.  El docto Meillet rechaza algunas etimologías conjeturales y absurdas (verpa "falo", verbum "palabra") y propone una hipótesis que ni siquiera merece la pena consignar aquí, pues, aunque verosímil, nada añade a nuestro conocimiento o (en este caso) desconocimiento.

De la palabra verbasco proviene embarbascar, que yo oí por vez primera mucho antes que aquella, de boca del mismo tío Vicente, el de los garrapitos, un día en que lo acompañé a regar y me contaba luego, comiendo junto al Eria, cómo de niños machacaban la raíz del gordolobo y la echaban a una poza del río: así embarbascaban el agua y los peces, "borrachos", salían a flote, presa fácil de los rapaces.  Más tarde supe que los diccionarios registraban la palabra, y un día vi por la tele un reportaje sobre similar técnica de pesca en cierta tribu amazónica.

Corominas escribe embarvascar y lo asocia con la forma catalana barbasclar "emborrachar peces", y con el adjetivo o participio embarbesclat al que Raimundo Lulio en su Amic e amat da el significado de "lleno de confusión".  No por casualidad hallamos en el añejo portugués embarbascado "atontado", forma documentada en Gil Vicente y alterada hoy en embasbacado; de ésta deriva sin duda el moderno basbaque "pasmado" (Figueiredo define: "individuo que se pasma de tudo; pateta, parvo").

Claro es que todas las formas mencionadas provienen de barbasco, forma popular de la voz verbasco (ya está documentado barbascum en glosarios latinos), restituida por influencia de la voz clásica.  La evolución semántica de embarvascar, señala Corominas, es paralela a la de embelesar (dependiente de belesa).

Ha querido la casualidad que en una reciente excursión por el sur haya dado por primera vez con la planta de la imagen (esa es la foto que me salió mejor, juzgue la lectora cuáles serán las otras).  No llevaba conmigo literatura botánica, pero creo que se trata de Plumbago europaea, a la que Font Quer llama "belesa".  (Sé que debe de estar por Moncayo, pero no la he visto nunca; mira que tener que ir al Torcal a encontrar la belesa...)

De la palabra belesa poco hay que decir, pues está solitaria en castellano y sólo parece emparentada con el occitano belsa (una planta tóxica no bien identificada) y el alemán Bilsenkraut (ya Fuchs llama así al beleño negro): eso deja abierta la puerta a toda especulación: ¿palabra celta?; ¿palabra gótica?, &c.  (Por lo demás, parece existir una cierta confusión entre el beleño y la belesa, más allá de la paronomasia; pero quede esto para otra ocasión.)

En cuanto a plumbago, no cabe duda de que es voz relacionada con plumbum "plomo", pues designa, además de nuestra planta, la galena y al mineral de plomo.  He tratado de averiguar qué relaciona a la belesa con el plomo, pero en vano.  Sólo he encontrado la afirmación (no confirmada por lo demás, aunque repetida en algunas páginas de la red, y atribuida a un tal A. Huxley) de que el nombre se justificaría por el color plomizo en las flores de algunas especies, o por la virtud de éstas contra el saturnismo.  Dos explicaciones son demasiada explicación, así que sospecho que es mera hipótesis.

La relación, en cualquier caso, entre belesa y plomo se efectuó ya en época helénica, pues plumbago parece traducción de μολύβδαινα /mo-lýb-dai-na/, con los mismos significados (μόλυβδος /mó-lyb-dos/ es el nombre del plomo en griego; ahora bien, μολύβδαινα, que en Homero designa también el plomo, en su acepción botánica está documentada sólo en latín, que yo sepa, en la obra de Plinio el viejo).  La palabra latina molybdaena nombra asimismo a la galena y a la belesa.

Pero lo que me ha decidido a incluir aquí a mi Plumbago europaea ha sido la voz embelesar, que, derivada de belesa, avisa del uso de la planta, similar al del gordolobo, como veneno contra los pescaditos: entre los nombres vernáculos de la belesa Font Quer registra el de matapeces.  Así que, ya lo sabe usted, cuando se emboba admirando los hoyuelos de su musa, ocurre con usted, metafóricamente, lo que con los peces que borrachos de verbasco o de belesa salen indefensos, panza arriba, a ser presa de la infantil canalla.  Se queda usted basbaque.

Si es que las mujeres son peligrosísimas.  Auténtico veneno.

domingo, 15 de agosto de 2021

Arctium

Paseando por las proximidades de Gormaz damos con una enorme planta vellosa, casi blanca con la abundante borra de sus hojas, grandes como paellas.  El amigo A. me pregunta cuál es, y ésta, por fortuna, la conozco: garrapitos la llaman en el pueblo de mis abuelos por la habilidad con que sus frutos se agarran a las lanas del ganado o al humano vestido.  Debo esta información a mi difunto tío Vicente.  El nombre botánico de la planta es ahora, si no me lo han cambiado, Arctium minus.

Como el pulgar de la princesa del cuento, sin duda la profesión causa deformidades.  Escribir estas páginas no es que sea una profesión, pero tanto girar mes a mes sobre el asunto, me vuelvo maniático de las etimologías botánicas.  Al decir el nombre lineano del lampazo caigo en la cuenta de que arctium no es más que la latinización del griego ἄρκτιον /árc-ti-on/ "osito", diminutivo de ἄρκτος /árc-tos/ "oso".  Si es así, habrá que añadir esta forma a los diminutivos griegos.

Ya en casa, consulto los calepinos y compruebo que arctium puede responder tanto al sustantivo ἄρκτιον como al adjetivo ἄρκτιος ἄρκτιον "ursino" o "de oso": cualquiera de los dos valdría para explicar el nombre genérico Arctium.  Ahora bien, el sustantivo ἄρκτιον ya tiene en griego significado botánico y así lo incluye Dioscórides en su obra (iv 104).  Esto se lee en la traducción de Laguna (iv 107):  "El Arctio, llamado Arcturo de algunos, también es semejante al Verbasco [φλόμος] en las hojas, aunque las hace más vellosas y más redondas; su raíz es tierna, dulce y blanca: el tallo luengo y blando; y la simiente, como el pequeño comino".

¿Qué planta era el ἄρκτιον dioscorideo?  Los diccionarios dicen que el Arctium lappa, al que Font Quer llama "lampazo mayor" (y los franceses traducen por bardane).  Los editores del Dioscórides de Salamanca que ahora manejo (Universidad de Salamanca, 2006) han debido de sufrir una grave confusión, pues dicen que el ἄρκτιον es la Celsia orientalis (sinónimo de Verbascum orientale según la wikipedia), cuyas hojas, por las imágenes que veo en la red, difieren radicalmente de la descripción de Dioscórides.

Por lo demás, sospecho que más de una vez se han confundido Verbascum (gordolobo, molène o bouillon blanc) y Arctium (arcio o lampazo, francés bardane).  La ilustración correspondiente al ἄρκτιον en el Dioscórides de Viena (el hermoso ejemplar iluminado para la princesa Anicia) parece más bien de un gordolobo (y los modernos editores opinan que se trata del verbasco de marjal o Verbascum limnense).  En cambio, en la muy reconocible imagen del Neu Kreüterbuch de Fuchs se ve claramente un Arctium: Fuchs lo llama Gross Kletten: "su nombre latino es personatia y los boticarios lo llaman Lappam maiorem y Bardanam".

Inversamente, el hoy llamado en botánica Arctium recibe en Teofrasto el nombre, según Amigues, de ἀπαρίνη /a-pa-rí-nee/ (que ahora sirve de específico de un Galium).

El género Arctium recibía antes de Lineo el nombre de Lappa (el que, según Fuchs, le daban los farmacopolas) y está en la lista que Bubani compuso de los nombres genéricos arbitrariamente cambiados por el sueco.  Pero no sin razón, en este caso, Lineo restituyó al lampazo su nombre griego: "osito".

Como es sabido, los antiguos colocaron al ἄρκτος, al oso, o más bien a las osas, en la región del cielo a la que apunta el eje terrestre.  Nuestras Osas ya eran ἄρκτοι para los griegos, y esa es la razón de que llamemos árticas a las regiones próximas al polo norte (y anti-árticas o antárticas a las del polo sur).  La palabra griega para "oso" da nombre también a una estrella próxima a las Osas: ᾿Αρκτοῦρος /Arc-túu-ros/ o Arturo, hoy la más brillante de la constelación Bootes, pero que para los helenos era lo que dice su nombre, "la cola de la Osa" (οὖρος, "cola", como en urodelos y uróboros).

He aquí que nuestro lampazo conecta, por su nombre, con las estrellas circumpolares.

lunes, 26 de julio de 2021

Epipactis y eriophorum



Un par de paseos deliciosos por caminos de Huesca añaden dos plantas al escaso catálogo de las que uno conoce pero, por ello mismo, se encariña con ellas.  Ya que he dedicado un ratillo a averiguar sus nombres, pondré aquí mismo lo averiguado.

A orillas del río Guatizalema encontré hace un par de días la flor de la foto, con su bello aspecto de orquídea, y ayudado por amigos más conocedores la he identificado como Epipactis palustris.

La Epipactis palustris tiene como basiónimo Serapias helleborine (cuya variedad palustre definiera Lineo en 1753), y es llamada también Helleborine palustris (L) Schrank., y con otros nombres.  La voz ἐπιπακτίς (y su extraña variante ἐπικακτίς, la lectura de Plinio) derivaría según Chantraine del adjetivo (no documentado) ἐπιπάκτος "reforzado", "cerrado", y aludiría a las virtudes cicatrizantes de esa hierba (el nombre sería, pues, postverbal de ἐπιπήγνυμι o ἐπιπακτόω que valen "candar" o "remachar").

Ahora bien, parece fuera de toda duda que, mientras los actuales nombres botánicos (Epipactis, Helleborine) designan parientes de orquídeas como la de la foto, la epipáctide o heleborine de los griegos antiguos era más bien una cariofilácea, esto es, una prima de los claveles.  ᾿Επιπακτίς, en efecto, voz que hallamos en Teofrasto y Dioscórides, sinónima en estos autores de ἐλλεβορίνη /el-le-bo-rí-nee/, parece identificarse con la Herniaria de Lineo (la Herniaria glabra L, especifican los traductores de Dioscórides, y también los autores del artículo en Flora iberica).

Cantan las virtudes de esta planta (admitamos que se trata de la Herniaria) Teofrasto y Dioscórides, y las repite Plinio en su Naturalis historia 27 76:  Epicactis ab aliis elleborine vocatur, parva herba, exiguis foliis, iocineris vitiis utilissima et contra venena pota "A la epicáctide la llaman otros eleborine: es yerba pequeña, de hojas diminutas, muy útil bebida para las dolencias hepáticas y contra los venenos".  Parva herba la llama aquí, aunque en el libro 13 (114) la había llamado "arbusto":  In Asia et Graecia nascuntur frutices epicactis, quem alii embolinen vocant "En Asia y Grecia crecen arbustos de epicáctide, que otros llaman emboline" (ese embolinen tiene todo el aspecto de ser un error de lectura por elleborinen).

El estatuto intermedio entre arbusto y yerba va bien con la herniaria, bianual, que lignifica pero poco.  Font Quer la da por buen diurético.

Cosa más ardua es averiguar el origen de hernia, de donde parece evidente que proviene herniaria: es palabra relativamente tardía (Celso, Marcial) y de origen desconocido ("hernia" en latín clásico se dice rames).


Algunos días antes habíamos visto Julia y yo en el valle de Aísa, en una zona plana y muy encharcada, una densa cubierta de lo que parecían juncos de blanquísima cabellera, tallos de medio metro en cuya sumidad brillaban algo así como flabelos semejantes a lana o nieve según reflejaran más o menos los rayos del sol.  Cuando vi que se trataba de Eriophorum (más precisamente Eriophorum latifolium), no dudé de lo acertado del nombre, ya que el adjetivo ἐριοφόρος /e-ri-o-fó-ros/ significa literalmente "que lleva lana" (de ἔριον /é-ri-on/ "lana", y el verbo φέρω o φορέω "llevar").

Al ser breve la O de la penúltima sílaba, en latín (a diferencia del griego) la palabra será esdrújula: erióphorum, pues, y no eriophórum (y, si se me permite, también en castellano erióforo y no erioforo).

Parece ser que en griego tardío ἐριοφόρος fue también sustantivo con el significado de cottonnier (algodonero) y dado por sinónimo de γναφάλιον.

La voz griega ἔριον (que tiene las variantes εἶρος, ἔρι y alguna más) es de origen algo obscuro, y no se le encuentran ancestros evidentes.  Por lo demás, creo que ya conté (a propósito de la Valerianella eriocarpa) cómo de la tierra y la lana, más la semilla de origen divino, nació Erictonio, adoptado por Atenea.  La voz Eriophorum es de la familia (lingüística) de ese muchacho, de Erictonio.

jueves, 22 de julio de 2021

Fresnillo


Sigo con la cosa de la toponimia botánica: hay que dar salida a estos tumores de erudición inútil.  Repaso hoy los nombres de lugar en relación con los fresnos.  Como siempre, a mi manera caprichosa y poco exhaustiva.

Empezaré por el latín, cuya palabra para "fresno" es fraxinus: la I es breve, así que la palabra es esdrújula (fráxinus) y, como toda esdrújula latina, en el paso al castellano tiende a perder la postónica (esa I breve precisamente), lo que da frasno.  Mira por dónde, El Frasno llaman al puerto por donde la vieja vía romana se dirige de Caesaraugusta a Complutum (y luego a Madrid la vieja nacional II).  Se puede explicar muy bien la actual forma común castellana fresno (la yod para estos casos siempre está al quite, tan oficiosa con el filólogo, sea lego o experto), pero la forma frasno es tan castellana como la que más.

Por cierto, que esa transformación de trisílaba en bisílaba se da también en francés (donde el fresno es frêne), en catalán (freixa), en occitano (fraisse), &c.  En cambio, el italiano conserva (como suele) la esdrújula: fràssino, igual que el rumano frásine y algunos más.

Llama la atención la cantidad de lugares que toman nombre de este árbol, quizá por su importancia económica (he oído llamar al Fraxinus excelsior "el cerdo del mundo vegetal", por su exhaustivo aprovechamiento, sobre todo en el Pirineo, si no estoy mal informado).  El hecho, sea cual fuere la causa, es que abundan en la toponimia española en su forma directa (Fresno), a veces en plural (Fresnos) o en diminutivo (Fresnillo), muy a menudo en la forma de colectivo (Fresnedo, del latín fraxinetum, con su variante Fresneda, un plural tipo hoja), a veces en diminutivo (Fresnedilla, Fresnedillas; también veo un Fresnadilla en Jaén, y un Fresnadillo en Zamora).  Como derivado adjetivo encuentro al menos una Fresnosa; es posible que debamos añadir aquí un Frenal zamorano.

Hablando del dominio pirenaico, cerca de Jaca hay un Fraxinal (en los mapas regularizado como Fraginal) que supone un derivado latino fraxinalis y me recuerda aquella divertida copla de un cosmopolita de rincón:

                          Mira si he corrido mundo,
                          que he estado en O Fraxinal,
                          las Tiesas Altas y Bajas,
                          y la pardina Sasal,

lugares todos ellos que, en cómica contradicción con el primer verso, se abarcan en un paseo matinal.  Yo asociaría con el fresno a Fragén, cerca de Ordesa; al menos no me parece de recibo el étimo que leo en una página de la red, fraxeno "fragua" (ah, ¿sí?; ¿en qué idioma?), aunque afirma que viene "también" (¡esto sí que es estupendo!) del alemán Frau "mujer".  ¿Y por qué no añadir el tagalo?  Caray con las etimologías fantasiosas.

Yo creo que Fraxinal tiene un correspondiente exacto en Fregenal, y sus variantes Frejenal y Frejeneda.  El topónimo Fregenal de la Sierra lo consideran algunos derivado farraginalis "de forrajeras", lo que sería más verosímil en el dominio aragonés, y si no fuera mucho más sencillo derivarlo de fraxinalis.  Y más aún si tenemos en cuenta que existió un monasterio consagrado a San Miguel de los Fresnos, ahora modesta ermita, en las inmediaciones de la localidad extremeña (cuyo gentilicio, por cierto, es la inverosímil forma frexnense).

También deriva de fraxinetum "fresneda" el término ejeano de Frajinetes, como en su Toponimia de las Cinco Villas indica Marcelino Cortés: aunque deformado ahora en Fajinetes, el étimo es evidente en sus formas históricas Frasseneto (1092), Fraxinet (1110, 1593).  Parientes próximos de este nombre son, en mi opinión, la Fregeneda salmantina, quizá el Freigil alavés, muy probablemente el Freije asturiano, y acaso el Fregenite granadino y el Fregim portugués.

En el oeste peninsular abundan los resultados de fraxinus en la forma Freixo, pero hay también Freixido (y su diminutivo Freixidelo), Freixeda (y Freixedas), Freixial, Freixiel, Freixianda, Freixiosa, Freixoeiro, Freixoferia, muestras de la importancia del fresno en la cultura galaicoportuguesa.

El catalán, además de la forma freixa, dispone de las variantes fleix y freix (ésta la he oído yo en la sierra de Alicante o, mejor dicho, leído en uno de esos carteles que nos invitan a disfrutar de la naturaleza y, de paso, a aprender vocabulario local).  De la forma fleix deriva, según Corominas, la palabra castellana fleje.  Claro es que en el área de habla catalana no falta el Freixe y las Freixenedas, y todos conocemos, aunque sólo sea por sus anuncios navideños, la empresa Freixenet (ahora más alemana que catalana, si no me equivoco).  Tanto Freixenet como Freixeneda provienen del colectivo fraxinetum "fresneda".

Ahora bien: Flix, Fleix, y algún topónimo semejante más, derivan de flexus, esto es, del meandro del río o del ambage del camino, y no de fraxinus, nombre latino de nuestro árbol.

El latín tiene otra forma para el fresno, esto es, farnus, y de ahí el adjetivo farneus.  Yo me pregunto si ese nombre puede estar en Farners, apellido (y epíteto de Santa Coloma) para el que no encuentro explicación buena (y quizá haya que tomarlos por harineros al fin y al cabo).

Por ir terminando, el nombre griego del fresno es μελίη o μελία; creo que la botánica no lo conserva más que en el nombre del árbol nacional persa, la Melia azedarach: el específico viene del persa, pero el nombre genérico es griego.

Dicen, y cumplo con señalarlo aquí, que el céltico llama onna al fresno, y que por ende Oña y su monasterio deberían su advocación a nuestro árbol.  No puedo dar fe.

Por la misma razón anoto, sin poder dar la menor garantía, que Lizarra (la que dan por traducción vasca de Estella, el pueblo y merindad navarros) no significaría en origen "estrella", sino "fresneda".

Estoy buscando, a ver si encuentro la fuente de donde tomé estas últimas informaciones, pero nada: que no aparece.  Resignación.

domingo, 27 de junio de 2021

De Atenas a Madeira con tortilla de cenojo

Mes boedromión (fines de verano), año 490 antes de la Era.  En los llanos de Maratón, en la costa del Ática, el ejército ciudadano derrota, contra pronóstico, a Darío el Grande, rey de reyes.  Envían a un hemeródromo, un tal Fidípides, que lleve la nueva a Atenas: corre cuanto puede, da la noticia, y muere.  Esto último no lo cuenta Heródoto, padre de la Historia, que tantos detalles ofrece de esa batalla.  Si los atenienses la hubieran perdido, adiós Heródoto, adiós historia y adiós maratones.

El solo nombre de Μαραθῶν /ma-ra-zóon/ enorgullecía sin tasa a los atenientes.  "Yo estuve en la batalla".  No había que decir más.  Ésquilo olvidó al parecer, redactando su epitafio, el casi centenar de tragedias que constituyen su gloria, y sólo dice: "pueden atestiguar su valentía el santo suelo de Maratón y, por experiencia, el persa melenudo".

Pero, además de nombrar un lugar, Μαραθῶν tiene un preciso significado: "hinojar", terreno donde crece el hinojo.  Esta hierba se llama en griego μάραθον o μάραθρον, y de ahí que se llame μαραθῶνες o μαραθρῶνες a los hinojares (o hinojales).  De modo que "hinojar" sería la traducción exacta de Μαραθῶν.

Me llama la atención el éxito de este simple en la toponimia.  ¿Tantas virtudes tiene el Foeniculum vulgare?  En nuestro ámbito peninsular e idiomático, aparte del marqués de Santillana con su vaquera de la Finojosa, y limitándonos a núcleos poblados, tenemos Hinojal, Hinojar, Hinojares, Hinojosa (de Duero, del Campo, de Jarque), Hinojosas, Hinojales, Hinojoso (de la Orden, del Marquesado), Los Hinojosos...

Cierto que en torno al Queiles se aprecia mucho el cenojo como condimento de una tortilla de temporada, elaborada con los primeros brotes de esta planta.  Pero parece que las virtudes del hinojo se reducen a ser un buen carminativo (no puedo escribir esta palabra sin reír, con el recuerdo de Crome Yellow de Huxley); como decía la máxima salernitana, en elegante hexámetro leonino (lo cita Font Quer), la semilla del hinojo alivia de pedos:

                          Semen foeniculi pellit spiracula culi.

Tanto hinojo como fenojo (o su variante cenojo, por confusión de aspiradas, igual que a Felipe lo llaman Celipe) son resultado fonético del latín fenuculum, variante vulgar del clásico feniculum /fee-ní-cu-lum/, con E larga.  La grafía feniculum es la clásica, pero se encuentran las variantes faeniculum y foeniculum, ésta última la adoptada por la tradición botánica.

No cabe dudar que feniculum es el diminutivo de fenum "heno".  En cuanto a fenum (con E larga) todo indica que es un derivado de la importante raíz indoeuropea *dhee- "mamar" (pongo dos E para indicar la base larga), la misma que da en griego θηλή "ubre" y θηλύς "femenino", y en latín felix, fecundus..., uber (con tratamiento distinto de -dh-) y felare y felatio, cuya versión omito por el horario infantil.  De modo que el significado primigenio de fenum sería "provecho (del prado)", y sería hermano mellizo de fenus, que en latín clásico designa el "rédito del capital".  Pues de ese fenum vendría feniculum, cuyo sentido primitivo sería "henito" (o "provechito").

(Dicho sea de paso, hinojo es también resultado fonético de geniculum o genuculum "rodilla", que en esta colisión fonética ha sido desplazada del castellano por nuestra umbelífera, y ya sólo como arcaísmo podemos ponernos "de hinojos".)

De feniculum resulta fenouil, nombre francés del hinojo.  También Francia tiene sus topónimos derivados: Fenouillete, Fenouillères etc.  En italiano feniculum da finocchio, y de esta voz creía yo que no encontraría topónimos en Italia, pero veo que me equivoco: hay varios Finocchio, al menos un Finocchito y hasta un Finocchieto (entre Rieti y Narni).  Pensé que faltaría porque finocchio tiene el sentido añadido de "afeminado", "marica" (mi diccionario no lo confirma, pero sí el cine italiano, por ejemplo Il sorpasso de Dino Risi).

En catalán feniculum da fenoll, con la variante fonoll.  De ahí derivan un buen golpe de topónimos (y apellidos), como Fenollar, Fenollosa, Fonollosa, Fonolleres, &c.  El bable al hinojo lo llama cenoyu, pero hay una Fenolleda en Asturias.

Como el gallego-portugués tiene la costumbre de comerse la N intervocálica (a la luna le dicen lua, y a nosotros boas tardes) lo esperable de feniculum sería fiolho (que es la forma portuguesa), aunque en gallego prefieren ahora fiuncho, que en Portugal tiene la variante funcho.  Sea como fuere, "hinojal" tiene también lugar en la toponimia galaicoportuguesa: Fiolhal, Fiolheda, Fiolhedo, &c.  Añadamos la capital de las Islas Madeira, esto es, Funchal.

Si en Madeira se hubiera ganado una épica contienda, por ejemplo contra el invasor almogávar bajo el brillante capitán Carod-Rovira (alias Aquí-Y-En-La-China-Popular), quizá un corredor de resistencia podría tener hoy en su haber doce funchales y veintitrés medias funchales.

¡Estos griegos!  Con su habilidad de colocarse al comienzo de la historia, nos han quitado a otras naciones muchas oportunidades con la épica y con la etimología...

jueves, 24 de junio de 2021

Aphaca



Hoy hace más o menos un año (la conversación giraba en torno a las cigarras) se me ocurrió afirmar que no había chicharras en mi comarca, la zona de Moncayo.  El amigo J. V. me miró con tal estupor que de inmediato supe que había metido la pata, y traté de arreglarlo:  "Quiero decir que no hay de ésas que atruenan los mediodías de la Costa Azul, y chirrían sin pausa en los pinos de la vía Domicia."

No, es cierto que de esa cigarra (el "flautista plebeyo" de Scopoli, que eso significa Tibicen plebejus) no creo que haya por los alrededores de Moncayo.  Ahora bien, de ahí a decir que no las hay en absoluto...  Qué atrevida es la ignorancia.  De entonces acá he puesto más atención a estos animalitos, y voy conociendo alguna especie de por aquí (incluidas esas que llaman "espumosas" por las burbujillas).  Todavía no reconozco su canto.

Tengo una relación ambigua con la ignorancia.  Desde luego sé que todos albergamos una enciclopédica, y que hasta el que más sabe sólo alcanza una virutilla despreciable del saber posible.  Y que el error por antonomasia es precisamente el espejismo de saber.  La ignorancia no ocupa lugar, no se toca, no se huele, no se ve; es imposible hacerse una idea, ni aproximada, de lo que ignoramos.  Y sin embargo me mortifica horriblemente meter la pata.

¡Qué rápido se caza, en cambio, la ignorancia ajena!  Ahora que pierdo ratos por ahí, en grupos de internet, ¡qué peloteras, qué agresividad, qué insultos!  Me recuerdan al hombre motorizado de Fernández Flórez:  "Insulte usted, por favor, por su ventanilla, que ya insulto yo por la mía."  La agresividad en la red recuerda, sí, a la del automovilista clásico.  Casualmente leía ayer en un artículo de prensa lo que sigue:  "Se puede ser ignorante, pero sin petulancia.  Se puede desconocer que dos y dos suman cuatro, pero teniendo cuidado de no exhibir ese desconocimiento con demasiada pedantería.  Y si la ignorancia es cosa de siempre, la pedantería de la ignorancia, en cambio, es un fenómeno único y exclusivo de esta época tan agradable que nos ha tocado vivir".  Esto escribía Julio Camba... en noviembre, ¡ay!, del año 1934.  Si usted llegara a conocer, don Julio, lo que es Twitter...

Por otra parte, ¿no es una suerte ignorar?  Si no fuera por nuestra santa inopia, ¿dónde estaría el placer de investigar, de averiguar, de aprender?  El dios de Tomás de Aquino (pensaba yo impíamente en mis épocas más pías) debe de sufrir de un tedio cósmico, más que el oceánico de D'Ors.

El amigo J. A. me llevó el otro día a ver un batallón de Serapias lingua (no crecen más que en un corro, pero en abundancia increíble), y mostró otras especies más o menos raras.  Entre ellas había un Lathyrus aphaca, que me encantó porque me pareció inconfundible.  De estas leguminosas me fascina la variedad de rojos que exhiben sus estandartes, pero he dedicado muy poco esfuerzo a distinguirlas: me da la impresión de que se parecen mucho entre sí y que hay que fijarse en las formas de las brácteas, de los zarcillos... justo lo que incomoda a un impaciente como este servidor.

En cambio el Lathyrus aphaca tiene unas hojas inconfundibles (del primer vistazo me pareció una aristoloquia).  Luego, en casa, he leído que todas las hojas de esta planta se han convertido en zarcillos: lo que tomé por hojas eran las estípulas, crecientes en tamaño de abajo arriba.  Eso proporciona a la hierba su aspecto peculiar.

El nombre específico, con esa PH, tenía pinta de venir del griego, y ahí lo busqué, con éxito.  La voz ἀφάκη /a-fá-kee/ está ya en Aristóteles y Teofrasto y, como suele pasar, hay diversidad de opiniones sobre su significado.  Según unos, designa al Lathyrus cicera L (gesse chiche en la traducción francesa de Teofrasto).  Según otros, tras el nombre ἀφάκη se oculta la Vicia cracca L, o quizá la Vicia sativa L.  Chi lo sa?

Ya que tenía abierto el diccionario griego, miré σεραπιάς /se-ra-pi-ás/, con su variante σαραπιάς, que tampoco se sabe a ciencia cierta qué orquídea designa, aunque se sospecha que su nombre tiene relación con el dios greco-egipcio Serapis (o Sarapis: el del modio en la divina testa).  Plinio parece considerarla una variante de orchis, y dice de ella (26 62), que es "admirable": mirabilis est orchis herba sive serapias "con hojas de puerro, tallo de un palmo, flor purpúrea, y doble raíz que semeja testículos, de modo que el mayor o, como algunos dicen, más tierno (tenuior) en infusión excita la libido, mientras que el menor o más blando, en leche de cabra, la inhibe".

No aprendemos gran cosa, pero nos vamos entreteniendo...


domingo, 30 de mayo de 2021

Almizcles II

 A ver si remato esto de los almizcles; de lo planeado me falta, por lo menos, enumerar los términos botánicos relacionados con ese aceite asiático.

El adjetivo moschatus lo encuentro en su forma masculina solamente en el Nardus moschatus, sinónimo de N alpestris; en femenino está por lo menos en una Cucurbita, una Malva, una Rosa y una Saxifraga, todas ellas moschatae; y en neutro, por último, tengo aquí registrados el Allium moschatum L y el Erodium moschatum (L) L'Héritier, este último la "almizclera" definida por la RAE.

He aquí la descripción que Bubani ofrece de la Rosa moschata:  "Las flores son grandes, notables aun de lejos, y muy aromáticas; y como son numerosísimas, ofrecen al viandante un espectáculo agradable.  Desfontaines afirma que los tunecinos extraen de sus pétalos un aceite de la mejor fragancia".  Yo imagino (aunque de cierto no lo sé, dada la vaguedad de las definiciones académicas) que la Rosa moschata es el rosal que el DRAE define bajo la voz mosqueta, cuyo origen atribuye al catalán mosqueta (derivado a su vez del anticuado mosquet "almizcle", según Corominas).  [Pero véanse los comentarios al pie.]

Seguramente pertenecen también a la familia de muscus las palabras mosqueruela y mosquerola, y también la expresión "pera mosqueruela", que designan una variedad de esta fruta particularmente "aromática", en la definición del DRAE.

La zoología, claro está, contempla muchas especies moschatae.  Quizá la más conspicua, aunque no lleve el adjetivo sino su primitivo, sea el Moschus moschiferus, una de las siete de ciervos almizcleros que al parecer alberga, sobre todo, el continente asiático.  Imagino que ese ciervo es el proveedor del apreciado almizcle que Europa importaba: su género, Moschus (transcripcion de μοσχός; en un diccionario italiano leo que lo llaman mòsco), da nombre también a la familia Moschidae o mosquidas.

No quiero mencionar aquí todos los animales moschati que he encontrado, pero hago excepción con la Aromia moschata L sp ambrosiaca, un hermoso coleóptero peninsular que fue usado (esta noticia, que cuenta en su artículo Romà Rigol, me parece estupenda) para aromatizar el tabaco, colocando en su bolsa, como en otros casos mondas de manzana, al difunto bicho, aromático aun en el más allá.

La nuez moscada es otro producto importado para el que se usó aquel adjetivo: la planta recibe en diversos herbarios el nombre de arbor nucis moschatae y hoy se llama (creo) Myristica fragrans (el nombre específico, participio de fragrare, significa "aromático"; para ese verbo los castellanos pensamos que con una R le bastaba, y así decimos fragancia).  ¿Tiene nombre ese árbol en nuestro idioma?  En francés se llama muscadier, y en portugués moscadeira.  En cuanto al fruto, el término latino nux moschata da origen a los modernos, desde nuestra nuez moscada hasta el Muskatnuss alemán.

Otra palabra castellana derivada del persa musk es la voz moscatel.  De niño yo la creía denominación de cierto vino dulce que me dejaban probar en ocasiones contadas; recuerdo la sorpresa que me produjo leer (creo que fue en el Platero de Juan Ramón Jiménez) la juntura uvas moscateles.  La palabra está documentada desde 1503 en castellano, y podría derivar del catalán moscatell (como opina Corominas) o del italiano moscatello (con las variantes moscadello y muscatelo), allí definido como "vitigno... di uve di tavola e da vino dall'aroma di muschio" (todavía hoy el italiano moscato se refiere a la uva o al vino; en cambio el francés muscadet, palabra que algunos consideran derivada del occitano, parece designar sólo al "vin muscat").

Por último, dentro de la familia del almizcle hay que incluir el Muscari, cuyo origen hay que atribuir a Clusius (apellido latinizado de Charles de l'Écluse), quien alude también al nombre tibcadi con que el botánico paduano Cortuso conocía a la planta; todo ello (junto con la pronunciación llana muscári, a falta de más datos) muy bien puntualizado en la correspondiente descripción de Flora Iberica.  Yo me pregunto si ese nombre de tibcadi no es el que luego veremos aparecer en la forma Dipcadi; pero eso quede para otra ocasión.  Sea como fuere, tanto Muscari como tibcadi parecen haber designado al M racemosum, una variedad de jardinería que exportó Constantinopla, y cuyo aroma hace más verosímil aún la relación entre Muscari y el almizcle (amb olor de mesc, especifica Viquipèdia).

Pues bien, ahora que ya nos hemos aprendido el nombre del Muscari, van y lo cambian a Leopoldia.  ¡Ay, señor, qué trabajos!

Como el perfume, desde los tiempos más remotos, arrastra consigo la sospecha de falsía ("no huele bien quien siempre huele bien", decía el poeta Marcial), no sorprende que los derivados de moschus hayan adquirido con cierta frecuencia sentidos peyorativos.  En francés, por ejemplo, el adjetivo musqué suena a veces muy parecido a "rebuscado" y a "ficticio"; también en italiano moscardino significa "petimetre", "pisaverde":

                     Posthume, non bene olet qui bene semper olet.

De este grupo de palabras hay que separar algunas de origen distinto, aunque su parecido las ha debido de poner en trance de mutua confusión.  El nombre de la Amanita muscaria, en concreto, no tiene que ver con el almizcle sino con la palabra latina musca "mosca".  No recuerdo dónde oí o leí que el mejor matamoscas es una muscaria (muscarine, en francés) troceada en un platillo de leche; no he hecho la prueba.  Pero la hominimia, como digo, invita a la confusión, y más de una vez los derivados de muscus se han atribuido a las moscas (por ejemplo, la palabra moscatel en el sentido de "pesado" o "moscón").


viernes, 30 de abril de 2021

Almizcles

La lectura siempre estimulante de un artículo de Romà Rigol me incita a buscar por mi cuenta origen y parentescos al adjetivo moschatus y frecuentar una encantadora familia de palabras a la que nunca había prestado atención.  No he encontrado nada que el artículo de Romà no explique mejor, pero publicaré aquí mis resultados, a riesgo de pasar por plagiario; entretenido con otras tareas, no quiero que acabe el mes sin dejar aunque sea esta mediocre contribución.

Toda esa familia léxica gira en torno al almizcle.  A éste tuve ocasión de olfatearlo en una de estas exposiciones de olores que trajo la moda hace unos años; fui incapaz de reconocer olor alguno, no sé si por agotamiento del producto o, más probablemente, por incompetencia nasal (mi acompañante, más influenciable o con mejor nariz, dijo notar algo lejanamente dulzón).  Así que quizá es un aroma persistente, como dicen, pero no muy notorio (si bien algunas definiciones del almizcle lo describen como un "olor fuerte").  Parece ser algo exótico, en todo caso, históricamente de importación en las tierras ibéricas.

Tratando de precisar mis vagas ideas he ido a la wikipedia y encontrado más almizcles de los hubiera podido soñar, los suficientes para hacerme un bonito lío.  Yo creía que el almizcle venía de una especie de castor asiático, y encuentro ciervos, bueyes, ratas, escarabajos y hasta plantas almizcleras o almizcladas (una tal Erythranthe moschata o Mimulus moschatus).  En los animales las glándulas del almizcle tiran ora hacia las posaderas, ora hacia el culo, ora hacia los testículos, pero apuntan siempre al área emuntoria.  Parece que el almizcle tiene en biología una función de reclamo sexual, el buscando a Jack de los irracionales.

Pues bien, como en toda sustancia importada (gengibre, clavo, nardo), con el producto vino el nombre, y aquí hay acuerdo general en que la lengua de origen es el persa o "una lengua iraniana" (así dice con vaguedad un autor, quizá para no pillarse los dedos); otro etimólogo, más audaz, afirma que es una forma del pelhvi o pelví, esto es, el persa medieval o del imperio sasánida.

La forma más repetida del étimo es misk, con variantes en el vocalismo y la silbante (pero básicamente misk, mishk y musk).  La mayoría afirma que el étimo misk significaba "almizcle", aunque, según una cita de Cortelazzo, quería decir "testículo".

En Europa la forma más antigua derivada de misk o musk la encontramos en la forma griega postclásica μόσχος /mós-jos/ con la variante μύσχον /mýs-jon/ usada, al parecer, por Dioscórides (no he conseguido encontrar el paso correspondiente, si bien en 2 24 trata del testículo de castor y ahí reconozco el vago recuerdo del castor que se castraba para huir del cazador).  Ahora bien, si μόσχος o μύσχον dependen de "una lengua iraniana", supondrá alguna forma más antigua que el pelhvi, digo yo...  (Hay en griego otro μόσχος antiguo, que vale "retoño" y nada tiene que ver con el μόσχος "almizcle".)

En latín, la palabra "almizcle" es muscus, voz con la que nunca tuve trato y que dicen derivada de μόσχος.  (También hay en latín un muscus autóctono, documentado ya en Catón el viejo, que significa "musgo" y es su étimo.)  No me extraña no haber topado con muscus "almizcle", pues el primero que la usa con ese valor es el dálmata Jerónimo, a finales del siglo IV de la era.  El ilustre traductor de la Biblia al latín es uno de esos santos preocupadísimos no tanto por atajar el sexo propio como por amargárselo al prójimo, un preaviso de Bernardo de Claraval, gruñón y huraño, rodeado siempre de viudas, con preferencia adineradas.  Yo procuro leer a Jerónimo lo menos posible.

En su crítica de Joviniano (2, 8) Jerónimo nos recuerda que los pecados entran en el alma a través de los sentidos, quasi per quasdam fenestras, como por unas ventanas.  El alma cae bajo las seducciones (dice el faraute eremita) de la vista, del oído, del olfato...  Y, hablando de olfato, enumera (sin duda con gesto de asco) diversa thymiamata, et amomum, et cyphi, oenanthe, muscus et peregrini muris pellicula: ahí está, dicen, la primera aparición del almizcle en latín.  Me pregunto si esa "pielecilla de ratón extranjero" es distinto del muscus o bien lo glosa, en hendíadis (varios autores, por ejemplo Andrés Laguna en su libro primero, refieren que el almizcle se envasaba en las propias vejigas donde se producía).

De muscus deriva el adjetivo, o cuasi participio, moscatus, documentado en latín tardío (en las traducciones de Oribasio).  La forma que adopta ese adjetivo en biologia, moschatus, ¿denuncia su derivación de la forma griega, o bien una simple y caprichosa adopción de la grafía CH, como más finolis?  Tampoco esto sé, aunque el problema me preocupa bien poco, en comparación con este otro: ¿alude moschatus a un aroma específico (el del almizcle, por ejemplo) o tiene el sentido más general e impreciso de "perfumado"?  Yo sospecho lo segundo, al menos para no pocas de las manifestaciones botánicas de la palabra; pero no estoy en condiciones de asegurarlo.

Del muscus jeronimiano viene, como es natural, el musco del castellano viejo (documentado en Juan Manuel, con el significado de "almizcle"), y el adjetivo musco que la Academia define como "color pardo obscuro".  Ese adjetivo y su sinónimo amusco son relacionados por la RAE y por Corominas con el almizcle, aunque ignoro la razón (¿era el almizcle de color tostado?  También hay en Palencia un pueblo Amusco, con una hermosa sinagoga semienterrada: ¿venderían allí almizcle los hijos de Leví?).

La palabra española almizcle denuncia a tiro de piedra su origen árabe (por la conocida aglutinación del artículo al-), como le pasa a las formas portuguesas (almíscar y almiscre) y a la vieja forma catalana almesc (moderno mesc).  En castellano se documenta almizque a comienzos del siglo XV, y el primero que lo usa en su forma almizcle (con repercusión de líquida, como en portugués almiscre) es el segoviano doctor Laguna, en su traducción de Dioscórides.

Pero veamos lo que del almizcle dice en su Tesoro Sebastián de Covarrubias:  "Es un cierto licor que se cría en las bolsas de una especie de cabras montesas, que llaman moscos y a cierto tiempo del año, quando andan en celo, les da tanta fatiga que se refriegan en los árboles y en las peñas, hasta que revientan las dichas bolsillas, adonde lo dexan pegado.  Los de la tierra donde se cría van a buscarlo y recogido lo curan, y da de sí un fragantíssimo olor.  Y toma el nombre del animal que lo cría, y assí los latinos le llamaron muscus y los arábigos misch, y con su artículo almisch, y corrompido el vocablo, almizcle".  Claro como la luz del día.  La información de Covarrubias parece tomada de Laguna; he preferido citar la del lexicógrafo por su brevedad.

¿Tomaron los hablantes árabes esta voz de su original persa o "iraniano"?  Es lo más probable.

De almizcle deriva, ya en nuestra tierra, el adjetivo almizclero, que sustantivado en almizclera significa "desmán" según la RAE, y según cierto grupo de botánicos (pero no la Academia) designa al Erodium moschatum.  También se usa almizcleño y almizclado con significados parecidos.

El desmán aludido es, si no me equivoco, el llamado "desmán de los Pirineos" o Galemys pyrenaicus, una especie de musarañita a la que la Guía de los mamíferos en libertad de España y Portugal (Castells, Mayo) llama en catalán almesquera (en gallego rato amisqueiro), distinto, claro es, de ese hermoso damero ambulante que es la gineta, citado en la guía mencionada (y en A lluc de cuc) como gat mesquer o "gato almizclero".

¿Lo he soñado, o me ha parecido ver que, según la Academia, la palabra desmán procede del sueco desman que significa "almizcle"?  No, deben de ser imaginaciones mías, que llevo mucho rato oliendo almizcle.  Por su parte, la palabra Galemys no deja de tener su gracia si, como parece, significa "ratón comadreja" (γαλῆ "comadreja", μῦς "ratón").

Decía Bernard Shaw a un corresponsal:  "Lamento haberle escrito una carta tan larga: no he tenido tiempo de hacerla más corta."  Lo mismo me pasa ahora.  Continuaré en otro momento. 

lunes, 22 de marzo de 2021

Amarillo III


Se admite sin discusión que el oro es amarillo; yo no llamaría "amarillo" a ese color verde sucio, pero no discutiré con Quevedo:  "Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues, de puro enamorado, de contino anda amarillo".  Para definir "amarillo", en el DRAE se lee:  "De color semejante al oro, a la retama, etc."; penosa definición, para mi gusto, aunque reconozco que no es fácil decir un color con palabras.  Pero podían haber aprendido algo de María Moliner, en cuyo artículo demuestra más sindéresis que los académicos: "el que está en tercer lugar en el espectro solar", escribió la filóloga aragonesa.

Para estilo inductivo, me cae mejor la definición de amarelo de don Cándido de Figueiredo: Que tem a cor do oiro, do enxofre, do açafrâo, do gengibre, da casca da limâo.  ¡Qué linda enumeración!  Y dale con que el oiro es amarelo.  Pero lo que más me llama la atención es que no he encontrado alusión alguna a la yema de huevo, a pesar de que en tantos idiomas "amarillo" y "yema" son sinónimos (luteum, jaune, etc.).  Mucho más amarilla es que el oro, creo yo.

En cualquier caso, hay que advertir que nuestro metal simboliza el valor o, si se quiere, el precio elevado.  Cuando se dice de algo que es de oro, no necesariamente se habla de color: el siglo de Quevedo se llama de oro, sin duda no por su cromatismo: asignar metales a las épocas viene ya de Hesíodo.  Si un vegetal es áureo, quizá lo es por su exquisitez, o por sus virtudes medicinales, y no por el color de sus raíces o de su fruto.

Por ejemplo, ¿por qué se bautizó malum aureum "manzana de oro" al fruto del Citrus aurantium, o naranjo amargo?  El nombre parece aludir al fruto del jardín de las Hespérides, y según Mendes Ferrâo (A aventura das plantas, 2005) así fueron consideradas las naranjas al principio, como los áureos frutos que el dragón vigila.  No encuentro confirmación de este hecho más que en el diccionario portugués, donde se llama hesperídeas a las plantas da laranjeiro, do limoeiro &c.

Sea que indique color, sea que implique valía, el adjetivo aureus "de oro" aparece en femenino en la Bidens aurea, en la Malabaila aurea (una umbelífera que según algunos es el σέσελι de Teofrasto), en la Matricaria aurea (a la que Font Quer llama "matricaria fina"), y en la Potentilla aurea.  La forma masculina está en el Hyoscyamus aureus L (el ἀκόνιτον de Teofrasto, según algunos) y en el Phaseolus aureus.  En neutro, por fin, encuentro el Chaerophyllum aureum, el Trifolium aureum, y el Teucrium polium ssp aureum.

Aureus se combina en la Festuca montis-aurea ("dorada de monte", si eso significa algo) y en la Solidago virga-aurea (o virgaurea: "vara dorada"; y aquí también hay una referencia mitológica cuyo locus classicus está en el libro VI de la Eneida y que sirvió para titular el célebre ensayo sobre mitología de Frazer The golden bough).

Tampoco podemos olvidar que al tomate se lo llamó pomum aureum "manzana de oro"; esta denominación hizo fortuna en italiano, que lo llama todavía pomodoro.

No podemos cerrar el capítulo áureo sin mencionar el Asplenium ceterach, al que se llama doradilla (y también en francés doradille).  Yo diría que es el color, en este caso, tan característico del helecho en su fase semiseca, lo que justifica ese nombre.


Paso ahora a gualda, una forma de decir "amarillo" que, aunque apenas se oía más que en castrenses alusiones a la bandera española, no se limita a ese empleo, como hemos visto en relación con el Acanthis flavirostris, cuyo específico se traduce literalmente piquigualdo.

La guía de Polunin (mi primera compañía en batidas botánicas) llama gualda a la Reseda luteola (luteola, esto es, "amarillita").  Pero yo tengo para mí que el nombre debió de designar en origen una crucífera, la isátide de teñir (Isatis tinctoria), que en francés llaman guède o pastel des teinturiers e hizo la fortuna de varias familias en el Midi (entre ellas la que construyó en Tolosa de Francia el hotel d'Assezat).  La palabra guède, en picardo waide, parece ser de origen germánico (en alemán moderno la isátide se llama Waid).  Ahora bien, el color que se extraía de la isátide era azul, mientras que de la reseda salía amarillo.


Dejo de examinar muchas variantes latinas de "amarillo" (buxeus, cerinus, helvus o helvius &c), de escaso rendimiento en nomenclatura científica, para terminar con el adjetivo galbus galba galbum que, como se verá, tiene un interés especial para las lenguas romances.

Hay un pájaro que bien podría servir, por lo menos el macho en sus buenos momentos, para definir el amarillo: la oropéndola.  Con ese nombre (que no tiene nada de vulgar en el sentido de la gramática histórica, baste notar la esdrújula) volvemos al oro, pues oropéndola significa "pluma de oro" (pennula es el diminutivo de penna "pluma", y da en español culto o semiculto péñola o péndola: por eso a los escribanos se los llama pendolistas).

Pues bien, en latín la oropéndola se dijo galbulus "amarillito" (diminutivo de galbus).  Marcial coloca la galbina ales "ave amarilla" entre los xenia (xiii, 68) como regalo aceptable para la buena sociedad romana:  Galbina decipitur calamis et retibus ales, / turget adhuc viridi cum rudis uva mero  "Se caza el ave amarilla con redes y cañas cuando aún la uva inmadura está hinchada de vino verde".

Luego en zoología fue llamada Oriolus galbulus, y ahora, creo, Oriolus oriolus.  ¿No es oriolus un nombre curioso?  Claro que no es latín clásico.  Como ya señalé para Merendera, sospecho que aquí el latín científico ha tomado una vez más una voz romance, quizá catalana u occitana, pues en esos idiomas oriol es resultado natural del adjetivo aureolus, diminutivo de aureus (de donde el antropónimo Oriol, variante de Auréolo, y quizá también el nombre de la peña Oroel, junto a Jaca).

Ahora, veamos, ¿cómo se llama la oropéndola en griego?  Pues ἴκτερος /ík-te-ros/, palabra que también significa "ictericia", y es étimo de la voz castellana.  Admirable: de nuevo se juntan el amarillo y la bilis.  (Ese nombre griego de la oropéndola ha venido bien a los ornitólogos para bautizar a un ave muy parecida de color, pero de género distinto, la Icterus galbula u oropéndola de Baltimore.)

De galbus proviene también, creo, el específico de la Ferula galbaniflua, que debe de significar lo mismo que xanthorrhoea, si bien a la latina (fluo "fluir"): ¿exuda esa férula algún líquido jalde?


Por último, de los derivados de galbus quiero fijarme en galbinus, el adjetivo que Marcial daba a la oropéndola.  El interés de galbinus radica en ser étimo de los "amarillos" francés e italiano (jaune y giallo respectivamente) y de ese jalde que he usado hace poco y es una forma legítima de decir en castellano "amarillo", aunque lo usemos ahora menos que nuestro sabio abuelo Alfonso X.

Pues bien, galbus y galbinus contienen, al decir de algunos entendidos, la raíz indoeuropea *ghel-, reconocible sin duda no sólo en el latín helvus y en el griego χλωρός, sino también (agárrese a la silla) en χολή "bilis" (nueva conexión entre lo amarillo y lo amargo).  Y la raíz *ghel- se da en general por origen del alemán gelb (el "amarillo" teutón) y en el inglés yellow (el "amarillo" británico).

¿Qué significó la raíz *ghel-?  Pues parece que albergó simultáneamente la idea de "brillante", y la de "bilis".  Con lo que hete aquí una vez más (que sea la última por hoy) unidos la secreción hepática y el color que estudiamos, igual que en el francés jaunisse o en la propia palabra amarillo.


Añado arriba una imagen del Scolymus hispanicus, un cardo cuya flor, si bien algo pálida en esa foto, tiene uno de los amarillos más hermosos que conozco.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Amarillo II



Fulvus fulva fulvum es otro adjetivo que puede pasar por "amarillo".  Cierto que el amarillo de fulvus tira hacia los colores tierra, y podría traducirse por "ocre" o "marrón"; como tal, le va muy bien, para mi gusto, al Gyps fulvus, que es el buitre que llamamos, también por su color si no me equivoco, "leonado", esto es, con los colores que caracterizan al gran gato.

Pero de fulvus sólo he encontrado en botánica la Hemerocallis fulva, a la que mi guía llama "azucena tabacal" (frente a la arriba citada "azucena amarilla"); son sinónimos H lilioasphodelus y H crocea.


Y he aquí, con esa Hemerocallis, otro sinónimo de "amarillo": croceus crocea croceum; voz de origen botánico, pues viene del nombre latino del azafrán, crocus.  Los consumidores de paella (arroz a la paella, para puristas) conocemos bien la relación entre el azafrán y el amarillo, y más los antiguos, que lo usaron también para teñir telas.

Dicen los sabios (yo no entiendo por qué) que crocus es un préstamo del griego κρόκος, y éste, a su vez, lo es de una lengua semítica.  No pienso discutir.  Es muy cierto que κρόκος es antiquísimo en griego y, hablando de teñir telas, ya Homero viste a la diosa Aurora con "azafranado peplo" (κροκόπεπλος).  En todo caso, el mismo croco da su color amarillo, apropiadamente, al catalán: groc.  (La sonorización de la K inicial no es regular, pero tampoco rara: la κιθάρα es nuestra guitarra, y κάμπη "curva" da, verosímilmente, gamba.)

Croceus (el "amarillo" derivado de crocus) lo he encontrado sólo en el Helianthemum croceum, pero el adjetivo forma parte de la Scorzonera crocifolia (el τραγοπώγων de Teofrasto, según Amigues), de hojas amarillas a juzgar por ese específico, compartido con el Tragopogon crocifolius (al que la guía de Polunin llama "salsifí de color", curiosamente, mientras al Tragopogon dubius lo llama "salsifí amarillo").  Supongo que también está croceus implicado en la Oenanthe crocata L, aunque el participio es de lo más raro (pero como en wikipedia dicen que significa "amarillo", lo daremos por bueno).


Otro amarillo proviene del color del limón, citrinus en latín, κίτρινος en griego.  Este ha dado pocos fitónimos, si no me equivoco.  Sólo tengo registrada la Sternbergia colchicifolia cuyo sinónimo es S citrina.  Alguno más hay en zoología, donde, por ejemplo, el verderón serrano fue bautizado como Serinus citrinella.


En griego "amarillo" es ξανθός /xan-zós/, epíteto del rubio Menelao.  Creo que ya dije que esa palabra (transcrita Janto) había servido para bautizar caballos y ríos.  En botánica lo encuentro, compuesto con ἄνθος "flor", en las poáceas del género Anthoxanthum (hay un A odoratum, que huele a vanilla, y un A aristatum que publicó Boissier en su Voyage botanique dans le midi de l'Espagne).

Combinando ξανθός con χλωρός /jloo-rós/ "verdiamarillo" (que se suele traducir por "verde", y por eso lo dejo para otro lugar) aparece la Alchemilla xanthochlora.  Hay un liquen Xanthoria, y un árbol hierba que debe de exudar un líquido amarillo, porque su nombre es Xanthorhoea (ῥέω "fluir").  Y he encontrado también una planta exótica, el Xanthochymus pictorius Roxb, una clusiácea asiática de cuya savia (χυμός) se extrae un pigmento amarillo, como lo señalan también los varios sinónimos: Garcinia xanthochymus Hook, Garcinia pictoria, G tinctoria.

Más próximo a nosotros tenemos el Xanthium, transcripción al latín de la voz griega ξάνθιον, referida por Dioscórides (4 136) al Xanthium strumarium, según Font Quer.  En la traducción de Laguna se lee que su fruto, "cogido antes que venga perfectamente a secarse, y después majado y guardado en un vaso de tierra, tiene virtud de hacer los cabellos rubios si, deshecha dél con agua tibia la cuantidad de un acetábulo, se aplica a la cabeza después de la haber fregado con nitro".  Con esta información, es difícil sustraerse a la impresión primera, esto es, que ξάνθιον "amarillito" es el diminutivo de ξανθός.

Aunque fuera de la botánica, quiero mencionar en este apartado la mariposa Xanthopan (que quizá quiso significar "toda amarilla") por lo extraordinario de su historia, aun consabida.  En Madagascar se halló la orquídea Angraecum sesquipedale, cuyo larguísimo espolón hacía inalcanzable su néctar a cualquier insecto conocido (sesquipedalis significa, literalmente, "de un pie y medio de largo", y suele aplicarse a cualquier cosa de longitud excesiva).  En su ensayo de 1862 sobre la fecundación cruzada de las orquídeas, Darwin sostuvo que habría en Madagascar una mariposa con espiritrompa de longitud adecuada para libar el Angraecum.  La afirmación de Darwin fue discutida y apoyada por igual: un artículo de Russell Wallace de 1867 la defendía, y señalaba la existencia de un esfíngido africano de trompa larguísima, la Macrosila morgani, que hubiera podido cumplir aquel papel, de encontrarse en Madagascar; y animaba, en consecuencia, a buscar en esa isla el lepidóptero en cuestión, con la misma confianza (este argumento del señor Wallace me gusta mucho) con que se buscó Neptuno a partir de los cálculos de Le Verrier.  En 1903, cuarenta y un años después de la propuesta de Darwin, Rothschild y Jordan describieron en Madagascar la Xanthopan morganii praedictapraedicta, esto es, "predicha" o, si se quiere, "profetizada".  La Xanthopan morganii, parece, no es otra que la Macrosila morgani (sic, para las íes de más o de menos).


El griego posee otros adjetivos para "amarillo", como ξουθός (del que no he encontrado restos en los fitónimos) o θάψινος: este viene de θάψος, que no sé si es pariente de θαψία /za-psí-a/ (la Thapsia garganica de Teofrasto, para Amigues).  También hay un κιρρός, que designa el amarillo anaranjado, esto es, tendente al naranja o al rojo; pero las palabras que parecían venir de ahí creo que están más bien relacionadas con el latín cirrus "guedeja".


Tenemos, por último, el adjetivo ὠχρός /oo-jrós/ "pálido", "amarillo pálido", "amarillo".  Relacionado con él (supongo) está el sustantivo ὦχρος, que designa en Teofrasto el Lathyrus ochrus, según la editora monspesulana.  En cuanto al adjetivo de color, lo he encontrado únicamente en combinación λευκός "blanco", en la forma ochroleucus (que subraya, imagino, el aspecto "pálido" o "blanquecino" del color): así tenemos una gramínea, la Festuca ochroleuca, a la que hay que añadir un alga, la Laminaria ochroleuca; en neutro, ochroleucum, un Allium, un Erysimum y un Trifolium.


Por adornar un poco esto, añado esos iris amarillos que se bañan en el río Duratón, junto a la hermosa localidad segoviana de Fuentidueña.

martes, 9 de marzo de 2021

Amarillo



Para el repasillo de colores en botánica, veamos el amarillo.  Antes de pasar adelante, hay que recordar lo impreciso del campo semántico de cada nombre de color, y que aquí tomamos "amarillo" en un sentido muy amplio, que invade lo naranja, por un lado, y por el otro lo verde.  Así ha de ser, ocupándose de palabras, más que de cosas.

Es interesante la etimología de esta palabra, amarillo, exclusiva del castellano y el portugués (amarelo).  Es, verosímilmente, el diminutivo de amarus "amargo": de lo amargo de la bilis se pasa a lo amarillo de la ictericia, pues ésta, es sabido, amarillea la piel del paciente.  Como se verá, no faltan razones para mencionar esta etimología.



La palabra latina más común para "amarillo" es el adjetivo luteus lutea luteum (en su enunciado escolar, masculino, femenino y neutro).  También encontramos la palabra como sustantivo neutro: luteum es, en efecto, "lo amarillo" del huevo, esto es, la yema o vitelo.

En botánica aparece este adjetivo, en la forma femenina, en la Asphodeline lutea Rchb. (equivalente, creo, al Asphodelus luteus L), y también en la Digitalis lutea, Gagea lutea, Gentiana lutea, Ophrys lutea, Pinguicula lutea, Reseda lutea, Sternbergia lutea, Vicia lutea.  Supongo que habrá muchas más, pero me limito a las plantas que por alguna razón figuran en mis papeles.  En masculino sólo he encontrado (aparte del Asphodelus dicho) el Odontites luteus.  En neutro, el Galeobdolon luteum Huds., igual al Galium galeobdolon (L) Crantz.

Del género de la Nuphar lutea (L) Sm no sé que pensar, pues son sinónimos Nuphar luteum (L) Sibthorp & Sm (donde nuphar es neutro: y esto parece más propio de esa palabra), Nymphaea lutea L (el basiónimo) y otros cuantos más, por ejemplo Nymphozanthus luteus (L) Fernald.

Luteus aparece combinado con albus, como "amarillo-blanco", en el Helichrysum luteoalbum (L) Rchb. (sinónimos: Gnaphalium luteum-album, Pseudognaphalium luteoalbum).  En diminutivo lo hallamos en la Euphorbia luteola (igual a E nicaeensis) o euforbia "amarillita".  En cambio "amarillean" la Filago lutescens y el Iris lutescens (lutescens es participio activo, algo así como "amarilleante").

Hasta aquí luteus en botánica.  Claro es que hay más en otras ramas de la biología; mencionaré para ejemplo la Xanthogaleruca luteola o escarabajo del olmo, que supongo que será notablemente amarillo, según combina en su nombre el amarillo latino (luteus) y el griego (ξανθός).

Antes de dejar luteus: los especímenes son bautizados como lutetianus en honor de París (la Lutetia antigua); esto es, por si a alguien ha dado en sospechar de su color: son parisinos, no amarillos.



Otro adjetivo que pasa por "amarillo" es flavus, si bien éste transita hacia los rojos.  Aunque flavus se traduce correctamente por "rubio" (y la expresión flava arva por "mieses doradas"), también valdría verter "colorado" (y la juntura flavus pudor significa, no cabe duda, "sonrojo").  Un amarillo que tira al dorado y al rojo, pues.  (Como sustantivo, flavum significó en algún momento "pieza de oro".)

Flavus es específico de la Carex flava y la Hemerocallis flava L o "azucena amarilla" (que también se llamó Asphodelus luteus latifolius); en neutro se añade al Allium flavum o "ajo amarillo", al Glaucium flavum y al Thalictrum flavum.

En forma de participio del verbo "amarillear" lo encontramos en el Trisetum flavescens y en la Luzula flavescens (o L luzulina): ambos son "amarilleantes".  Combinado con coma "cabellera", en la Euphorbia flavicoma ("de cabellera rubia").  En superlativo, en la Pedicularis flavissima Gand. (sinónimo de P tuberosa).

Por mencionar algún pájaro, hay una Motacilla flava o lavandera boyera (distinguible de la blanca por sus tonos amarillos), y un Acanthis flavirostris o pardillo piquigualdo.

Pero gualdo ya se verá otro día.  Pensaba que todo lo amarillo entraría en una paginilla y ya veo que no.  Pongo ahí arriba uno de esas hermosas amapolas amarillas del monte, porque de los narcisillos, que ahora tachonan de amarillo los montes próximos, no encuentro una fotografía que me guste.

viernes, 12 de febrero de 2021

Muelle

Para un castellano, en general, muelle nombra un alambre espiral flexible que..., en fin, todo el mundo sabe qué es un muelle.  Pero en origen la palabra muelle no es un nombre, sino un adjetivo cuya forma y significado ("blando", "flexible") corresponde a mollis, su étimo latino.  Ahora bien, hoy día el uso de muelle como adjetivo es ya una antigualla en España: lo empleaba a menudo el padre Bonete, cuando por boca del memorable Luis Figuerola (no en vano pariente de Pío Nono) condenaba la "vida muelle" (esto es, la vida blanda, la vida deliciosa) de los habitantes del siglo...

El otro día caí en la cuenta (y porque me lo dijo Daniel) de que el acanto tiene espinas: son tan blandas, pinchan tan poco, que no había reparado en ellas.  Pero, claro, por algo se llama así (ἄκανθα /á-kan-za/ significa "espina" en griego): estuvo acertado quien añadió mollis, esto es, "blando", al nombre del acanto.

Hay algunos otros especímenes muelles en la flora: entre los que llevo anotados encuentro el Bromus mollis L (o Bromus hordeaceus L) y el Holcus mollis, y en el género neutro el Antirrhinum molle y el Geranium molle: porque mollis es la forma masculina o femenina; la forma neutra es molle (pronúnciense /mol-lis/ y /mol-le/, no con la elle castellana).  No se puede decir que sea un adjetivo muy usado en botánica.

Relacionado con mollis, hay un Galium mollugo L.  Según Plinio (Historia natural 26 102), lappago es una especie de bardana "semejante a la anagálide", de la que existe una variedad ramosa y hojosa, de olor pesado, "llamada mollugo", frente a otra variedad de hojas más ásperas, la asperugo.  Según la oposición asper/mollis, parece evidente que mollugo guarda relación con la blandura; ahora bien, ignoro por qué esa palabra ha acabado como específico de un galio.

Siguiendo con mollis y la biología, no es extraño encontrar el superlativo mollissimus en la Somateria mollissima, nombre zoológico del éider, ese pato cuya suavísima pluma rellena el edredón: la propia palabra edredón deriva, como es sabido, de éider, el nombre islandés del pato mencionado.

El adjetivo mollis ha dejado amplia descendencia en castellano, empezando por molla y su derivado mollar, que aluden a la parte blanda del miembro, al músculo o a la carne (en francés la pantorrilla es le mollet), y acabando por mullir y su participio mullido, que representan en castellano el verbo mollire "ablandar", derivado de mollis.  Aparte están los cultismos, como emoliente "ablandador" o molificar "ablandar", sin olvidar molicie, sinónimo de "vida muelle" (en latín mollities o mollitia) que también podría haber sonado en la boca tridentina del padre Bonete.

Pero hay que descartar de esta familia algunas voces semejantes: en particular muelle en el sentido de "malecón", "embarcadero" (ésa proviene quizá del latín moles --el étimo de molécula-- tras un accidentado viaje de ida y vuelta por el griego μόλος), así como molleja (el estómago duro, triturador, de las aves, pariente de muela y no de mollis).

De entre las voces derivadas de mollis en castellano me resulta muy simpática mollera, sinónimo, como es sabido, de "cabeza" o "sesos", que originalmente debió de designar la fontanela más llamativa en la cabeza del neonato, la apical, anterior o bregmática (es la tercera acepción de mollera en la edición que consulto del DRAE).  ¿Será la conciencia de que mollera encierra la idea de blandura, quizá, lo que arrastra una juntura tan frecuente como "duro de mollera"?

Aunque me alejo de la botánica, quiero mencionar el bemol de la música, porque a menudo se oye su etimología gráfica, esto es, que proviene de escribir la alteración con una pancita redonda o mollis, frente a la escritura esquinada del becuadro.  Yo hubiera dicho que es más acertada la etimología musical, esto es, que be mollis significó originalmente "B blanda" frente al be durus ("be duro"); pero el inconveniente, para mi gusto, es que B es el si bemol (como H es el si natural) sin necesidad de añadirle mollis ni cualquier otro adjetivo.  Habría que conocer más en detalle la historia del lenguaje musical para aclarar la cuestión.

Los derivados de mollis abundan en toponimia: Mollerusa, Mollet, Molledo (Moledo, con el tratamiento gallego de /ll/) son pueblos cuyo nombre refleja, para unos, la existencia de buenas tierras de labor; según otros, de tierras encharcadas.  Considero más probable lo segundo, y en ese caso habría que añadir a la lista los topónimos franceses Molière y Molières, que equivaldrían a mouillères "terrenos recientemente desecados" (esto es: "terrenos hace poco mojados").  Ya en latín molles, parece ser, significó "terrenos blandos" o "humedales", sentido que explica, por ejemplo, los aiguamolls catalanes (y sinónimos como mulleras, patamolls etc.).

A quien se le haya caído la galleta, cuando la llevaba del café con leche a la boca, no hace falta explicarle la relación entre "blando" y "mojado" del párrafo anterior (en italiano mollare sólo significa "aflojar", pero humedad se dice mollume, y los días lluviosos son tempo mollicio).  Pero es que la propia palabra castellana mojar continúa el latín popular *molliare (el mismo étimo del francés mouiller) cuyo primer sentido parece haber sido "reblandecer empapando": lo que hace el café con la galleta.

Acabemos con las blanduras.  Todos esos animalitos blandengues (caracol, babosa, pulpo), sin sombra de hueso, recibieron un nombre derivado del latín mollis "blando".  El filo Mollusca se atribuye a Lineo (1758), pero el concepto de animalia mollusca "moluscos" fue creado en el siglo XVII (según Tudge: no he conseguido información más precisa) tomando de los antiguos romanos el adjetivo de mollusca nux (fruto seco de cáscara blanda: en particular "castaña") para denominar en latín lo que Aristóteles llamaba τὰ μαλάκια /ta ma-lá-ki-a/ (de μαλάκιον, diminutivo de μαλακός "blando": literalmente "los blanditos").

Por cierto que derivado de μαλακός /ma-la-cós/ "blando" no he encontrado en botánica más que el Erodium malacoides, cuyo nombre específico significa "de aspecto blando": es planta fácil de encontrar por aquí, pero no veo qué rasgo ha provocado esa calificación.  En cambio μαλακός ha dado nombre al estudio de los moluscos, la malacología (cuyo significado literal viene a ser "estudio de blandura"), y a sus estudiosos, los malacólogos.  Esos blanditos, los moluscos, son ahora un conjunto homogéneo, aunque al principio incluía animales de otros filos, por ejemplo, a los percebes (hoy clasificados entre los crustáceos).

Hablando de percebes, hete ahí lo húmedo y lo blando, una vez más, bien avenidos.



miércoles, 27 de enero de 2021

Mater



Advierto, para quien sospeche que escribo mal el inglés, que mi intención al titular es escribir la voz latina que significa "madre".  ¿Qué tiene que ver la madre con la botánica?  Eso trato de averiguar.

Aunque mater significa "madre", la palabra designa más el papel social que la función generadora (abundan las vírgenes tituladas mater): mater se opone a pater "padre", del que ciertos rasgos notables la diferencian, singularmente carecer de propiedad: por ello no existe, frente a patrius, ningún adjetivo *matrius, y así como patrimonium implica propiedad legal, matrimonium alude solamente a la maternidad legítima.

A la oposición pater/mater corresponden otras evidentes (vir/mulier, mas/femina &c) y otras menos evidentes pero igualmente correlacionadas (levis/gravis, longus/latus, animus/corpus &c); si yo fuera mujer no dejaría de sentirme algo mortificada por el hecho de que, en esa serie de oposiciones (la lengua describe, pero a la vez condiciona nuestra percepción del mundo), cayera siempre del lado de lo horizontal, lo bajo, lo pesado, lo material, mientras los varones disfrutan de lo vertical, lo alto, lo ligero, lo espiritual (por no hablar del título de propiedad y la tarjeta bancaria).  Esta observación parecerá demasiado atrevida a más de uno, pero los hechos son terminantes.

Mater es, por metáfora, toda causa, origen, fuente, pero de una determinada manera.  En la visión aristotélica de las causas el principio que podríamos llamar femenino es la causa material, opuesta a la causa formal o informante, notoriamente masculina: es lo que sostiene la teoría hilemorfista (a la ὕλη /hýlee/ se opone la μορφή /morfeé/).  Lo femenino es informe, lo masculino diseña.

Pues bien, la voz aristotélica ὕλη no se trasladó al latín con silva "bosque", sino con materies (o materia), palabra que, nadie lo duda seriamente, proviene de mater "madre".  Aunque los físicos no saben muy bien qué es eso de la materia, y qué la diferencia de la energía o las ondas o lo que sea, para el antiguo griego es, con toda evidencia, el principio femenino, el que proporciona el barro con que luego el demiurgo conforma a sus criaturas.

Si bien la palabra materies se conserva en castellano en la voz materia (un cultismo: baste observar la T intervocálica sin alterar), por vía vulgar ha dado madera (doblete de materia: la T intervocálica, obediente a la ley, sonoriza en D), con la que estamos ya más cerca de la botánica que antes.  ¡La madera, materia por excelencia, sustancia madre del arco, de la azada, del cuchillo!  (En el cuento hesiódico, Gea fabrica el brillante metal con que Cronos emascula a su padre: Gea es, al fin y al cabo, Deméter o la "Tierra madre", pues δῆ, la primera sílaba de Δημήτηρ, es una forma dialectal del griego común γῆ "tierra"; el segundo elemento es, claro está, μήτηρ "madre".)

Así pues, mater, como el griego μήτηρ /meéteer/, significa "madre", significa "fuente", significa "origen".  El griego llama metrópolis a la ciudad de donde parten colonos (πόλις "ciudad").  Mater es también la cepa de donde nacen anualmente los renuevos.  Madreperla llamó el italiano (idioma que registra la voz por primera vez) al nácar que parece engendrar la perla.  Madrepora (voz también italiana) designaba el cepellón del que nacen los pólipos.  También el castellano llama madre a todo aquello que produce vástagos; madre es asimismo el continente material, por ejemplo el cauce de un río (y de ahí la expresión salirse de madre que, metafóricamente, equivale --vaya paradoja-- a perder las formas).

Madreselva es otro término botánico derivado de mater.  No he dado con su origen, pero matrissilva (que parece significar "bosque de madre", o "madera de madre" si tomamos silva en el sentido del griego ὕλη o del francés bois) se documenta, según Corominas, en glosas del siglo XII, y en mozárabe ya en el X: según este filólogo el nombre alude a que "abraza otras plantas con sus ramos sarmentosos" (en lo que sin duda se deja llevar por el nombre catalán: lligabosc).

A mí se me ocurre que matrissilva podría ser latinización de una expresión árabe, lengua que tan a menudo emplea con énfasis la idea de "madre": así, por ejemplo, en las Mil y una noches una mujer muy desgraciada es "madre de la aflicción"; o, en nuestro tiempo, cierto caudillo militar bautizó "madre de las batallas" a la invasión que acabaría con su poder y con su vida (y de paso con el más venerable de los museos arqueológicos del mundo, alguna de cuyas piezas quizá adorna hoy la tele de un ex marine de Oregón).  Por otra parte, cierta planta no bien identificada recibe en ese idioma el nombre de "madre del bosque" ('umm assaharâ; y "reina del monte" rais aggábal la misma o quizá otra distinta).

El Neu Kreüterbuch de Fuchs (1543) representa la Lonicera periclymenum y da sus nombres alemán (Geyssblatt), griego (periclymenos; en realidad es κλύμενον), y varios latinos: volucrum maius (quizá "enredadera mayor"), sylvae mater ("madre del bosque") o caprifolium ("hoja de macho cabrío"), o, por último, mater sylva ("madre bosque") y lilium inter spinas ("lirio entre espinas").  Tampoco caprifolium es voz clásica (y en francés han cambiado el cabrón con la cabra: chevrefeuille).

Sea cual sea el sentido primario de matrissilva, la palabra madreselva me parece hermosísima y evoca para mí (como enebro o rapónchigo) las infantiles lecturas de Grimm, tan arboladas (creo que nunca vi un auténtico bosque hasta llegar al Pirineo, con quince años).  Dicho sea de paso, durante mucho tiempo no me preocupó averiguar qué planta fuera la madreselva, y aún hoy la palabra se resiste a evocar la enredadera de flores emperejiladas de la foto, y arrastra para mí las vagas sensaciones de antaño, de bosque y de misterio.

Aunque mater por sí misma designa el útero, con más propiedad lo hace en latín la voz matrix (derivada de mater) que da el castellano matriz "útero".  Matrix tiene muchos significados interesantes, desde el anatómico al matemático, y de esta voz derivan muchas otras palabras.  Por ejemplo matricula, que podría pasar por diminutivo de matrix o bien de mater (aunque de ésta se admite más bien matercula "madrecita", de resonancias tan rusas); según Corominas de matricula podría venir madrilla (lo regular sería *madreja), nombre de un pez que mis alumnos pescaban en el Queiles (por lo visto el pez sigue en el río, pero en cantidad muy reducida).

De los derivados de matrix me centraré en matricaria, que tiene toda la pinta (con ese sufijo tan característico) de ser el femenino de un adjetivo matricarius "de la matriz", no documentado, que yo sepa.  Verdad es que, como adjetivo derivado de matrix, en latín tardío también se registra matricalis (que pasa por ser étimo, no sin discusión, de la voz española madrigal).  Como sustantivo, matricalis designa también, en algunos herbarios, al Eupatorium cannabinumMatricaria se usa también como voz castellana, a la que ahora me referiré, pero antes mencionaré un doblete curioso, el vulgarismo madriguera (continuación regular de la voz latina, y doblete del latinismo castellano).

La matricaria es, en efecto (sigo en esto al Dioscórides renovado de Pío Font Quer), el nombre del Tanacetum parthenium (o "tanaceto virginal"), pero también de otras asteráceas que comparten con la mencionada sus virtudes sedantes, por lo que apenas puede caber duda de que se llamó matricaria por mitigar los males de la matriz o, por decirlo con la fórmula celestinesca, mal de madre.  Por cierto que la vieja Celestina recomienda para esos dolores "todo olor fuerte... así como poleo, ruda, ajenjos, humo de pluma de perdiz, de romero, de mosquete, de incienso"; ninguna compuesta, que yo sepa, aparte del ajenjo.

Si mis datos no están equivocados, fue Lineo quien llamó Matricaria parthenium al que alguien llamó luego Chrysánthemum parthenium y ahora es (si no lo han mudado) Tanacetum parthenium.  No sé cuándo nace la palabra matricaria, pero el tanaceto citado ya recibe este nombre en los manuales botánicos del siglo XVI, por ejemplo en las Simplicium imagines de Egenolff (Francfurt 1552; el título, que significa "Imágenes de simples", lo veo mencionado alguna vez como Herbarum, y en cierto lugar mal traducido como "Sencillas imágenes") así como en el citado Neu Kreüterbuch, donde Fuchs observa:  "En las farmacias la llaman Matricaria, y en alemán Mutterkraut o Mettram o Metter".

Regreso al comienzo.  Al escribir Mater en el título temí que alguno de esos que en español fino dicen taimin y espóiler y estrimin pudiera pensar que escribía matter en mal inglés.  Palabra que, mira por dónde, viene de la latina materia.  No lo digo yo, lo dicen los etimólogos británicos.  Sí, señora, sí, cuando un tipo con bombín pregunta qué pasa (o what is the matter que dicen ellos) está en el fondo preguntando cuál es el asunto, de qué materia se trata.

Dedico esta última observación a los escépticos que he conocido, demasiados para mi gusto (incluidos profesores de latín y de inglés), que creen exagerado afirmar que la mitad del léxico inglés es de origen latino.  Los llamo escépticos pero sólo están mal informados.


[Hanc dicabam paginam optimae genetricis memoriae proximo decembri vita functae, matrumque omnium quae non modo corpora sed etiam spiritus nostrum sapienter aluerint.]