Si me costó encontrar palabras congéneres del otoño, más aún del invierno. No doy con nada de interés botánico. Me entrego, pues, a la divagación (porque yo acabo con las cuatro estaciones como hay verano).
Así blanco y negro en materia de color, en origen las estaciones son dos: verano e invierno, esto es, calor y frío, o buen tiempo y mal tiempo. Luego se irán distinguiendo más o menos según la necesidad o el ámbito (agricultura, navegación, etc.), hasta llegar a las cuatro que identifica el telediario, término y suma de los humanos afanes. Dos estaciones cuenta, por ejemplo, Sófocles en los versos con que Ayante describe la rueda ineluctable de la naturaleza:
Así el invierno en nieves arropado da lugar al estío, que se cuaja de frutos...
¿El verano sigue al invierno? Resulta duro en nuestra concepción de las estaciones; pero en griego usa Sófocles palabras inequívocas, θέρος, que ya conocemos, y χειμών /jei-moón/ "invierno".
Del griego χειμών no encuentro en castellano más derivados directos que isoquímena o isoquimena (la Academia acepta las dos, y yo no sé a qué atenerme, porque no entiendo la formación de la palabra); la isoquimena es al invierno lo que la isótera al verano. Y también, qué sorpresa, la palabra χίμαιρα /jí-mai-ra/ viene de ahí: el significado original no era "quimera", sino "cabra de un invierno" o "cabrito de un invierno" (según los diccionarios).
Ahora que en el monte empiezan a proliferar los heléboros y en el huerto las fumarias, las diminutas verónicas y las caléndulas, busco en latín, a ver si tengo más suerte con el nombre romano del invierno: en Roma se llamó hiems (si lo desea, aspire usted la H, pero, por favor, muy suavemente). Esperaba encontrar alguna planta que llevara el apodo de hiemalis, hibernus (los adjetivos que significan "invernal"), pero que si quieres. Hallo en el Polunin una Erica hibernica, pero hibernicus significa, que yo sepa, "irlandés", y nada tiene que ver con el invierno, por más que el fresquete nos invite a relacionar la estación con el norte.
Para cerrar este deplorable artículo, mencionaré una palabra que me gusta mucho: bruma, una de tantas que en nuestro idioma suenan casi exactamente igual que en el antiguo latín (rana, uva, luna...). Pero el significado original de bruma poco tenía que ver con las nieblas, pues parece venir de un viejérrimo superlativo (me ha dolido la muerte de Forges) que designaba la fecha más breve del año: *brevima, como si dijéramos brevissima (que es la forma clásica, y casi castellana). Los poetas usan esta voz, bruma, con el significado de "invierno" (y brumalis con el de "invernal").
Y tampoco de bruma, qué lata, encuentro ningún término botánico...
Reflexiones en torno al latín como lengua de la botánica. Rem herbariam non perficiunt nomina, sed observationes, et descriptiones accuratae (Pietro Bubani).
lunes, 26 de febrero de 2018
viernes, 2 de febrero de 2018
Phragmites
La memoria tiene sus cosas. La mía aún me sirve (eso pensamos todos, claro, porque nadie recuerda cuánto olvida), pero tiene sus manías. De esa gramínea, por ejemplo, recordaba el nombre castellano (carrizo), pero en vano buscaba el genérico lineano: sin razón aparente, acudía a la memoria el nombre de otra planta, sin parentesco ninguno (ni entre los nombres ni entre los vegetales).
Para ayudar a mi memoria, decidí averiguar el origen del nombre científico. Pues la palabra phragmites nada me decía por sí, salvo el vago parecido con fragmento (que, ya me lo maliciaba, nada tiene que ver con el sentido de la palabra griega). [¿Griega?, dirá el lector. Sí: en general, si uno ve una palabra latina con PH, puede dar por cierto que es de origen griego, o bien que hay ultracorrección gráfica, esto es, que algún phinolis ha aphectado una graphía supuestamente más culta.]
Φραγμίτης /fragmiítees/, voz en efecto ya usada por Dioscórides, tiene la raíz del verbo φράσσω /frássoo/ 'osbtruir' 'poner barreras'; de la misma raíz hay una porción de palabrejas raras (como afractas y catafractas), de interés sólo para lectores de Polibio y Plutarco, pero también hay una de uso hoy común, διάφραγμα /diáfragma/, cuyo significado no hace falta decir ni a médicos ni a fotógrafos porque la tomaron tal cual los romanos, y de ahí nosotros sin más cambio que el acentual determinado por el latín; el diafragma es la barrera entre pecho y vientre, o entre la luz y el receptor. (También en el ojo tenemos un diafragma, pero recibe el nombre, también griego, de iris.)
Φράσσω tiene la raíz indoeuropea *bhrek- 'atestar', la misma del verbo latino farcio 'rellenar': de éste nos viene otro cultismo médico, infarto (las arterias se atascan, como tripas hechas butifarra), y del participio fartus (literalmente, 'atestado') el vulgarismo harto. Dejemos aquí la familia de Phragmites.
Aunque Font Quer no acoge con voz propia al carrizo en su Dioscórides, sí que recoge (bajo la voz 'caña', referida a la Arundo donax) algunos comentarios del autor griego, en la traducción del doctor Laguna: "Hállase también otra blanquecina y delgada, la cual se llama phragmites, que quiere decir apta para cercar, harto conocida de todos, cuya raíz majada sola por sí o con sus adherentes, y aplicada, saca las astillas y los casquillos de las heridas..."
Gracias a estas entretenidas averiguaciones, ahora recuerdo con toda facilidad el nombre científico del carrizo. Lo que no consigo recordar es el nombre que antes me venía, indebidamente, a la memoria...
Para ayudar a mi memoria, decidí averiguar el origen del nombre científico. Pues la palabra phragmites nada me decía por sí, salvo el vago parecido con fragmento (que, ya me lo maliciaba, nada tiene que ver con el sentido de la palabra griega). [¿Griega?, dirá el lector. Sí: en general, si uno ve una palabra latina con PH, puede dar por cierto que es de origen griego, o bien que hay ultracorrección gráfica, esto es, que algún phinolis ha aphectado una graphía supuestamente más culta.]
Φραγμίτης /fragmiítees/, voz en efecto ya usada por Dioscórides, tiene la raíz del verbo φράσσω /frássoo/ 'osbtruir' 'poner barreras'; de la misma raíz hay una porción de palabrejas raras (como afractas y catafractas), de interés sólo para lectores de Polibio y Plutarco, pero también hay una de uso hoy común, διάφραγμα /diáfragma/, cuyo significado no hace falta decir ni a médicos ni a fotógrafos porque la tomaron tal cual los romanos, y de ahí nosotros sin más cambio que el acentual determinado por el latín; el diafragma es la barrera entre pecho y vientre, o entre la luz y el receptor. (También en el ojo tenemos un diafragma, pero recibe el nombre, también griego, de iris.)
Φράσσω tiene la raíz indoeuropea *bhrek- 'atestar', la misma del verbo latino farcio 'rellenar': de éste nos viene otro cultismo médico, infarto (las arterias se atascan, como tripas hechas butifarra), y del participio fartus (literalmente, 'atestado') el vulgarismo harto. Dejemos aquí la familia de Phragmites.
Aunque Font Quer no acoge con voz propia al carrizo en su Dioscórides, sí que recoge (bajo la voz 'caña', referida a la Arundo donax) algunos comentarios del autor griego, en la traducción del doctor Laguna: "Hállase también otra blanquecina y delgada, la cual se llama phragmites, que quiere decir apta para cercar, harto conocida de todos, cuya raíz majada sola por sí o con sus adherentes, y aplicada, saca las astillas y los casquillos de las heridas..."
Gracias a estas entretenidas averiguaciones, ahora recuerdo con toda facilidad el nombre científico del carrizo. Lo que no consigo recordar es el nombre que antes me venía, indebidamente, a la memoria...
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