Reflexiones en torno al latín como lengua de la botánica. Rem herbariam non perficiunt nomina, sed observationes, et descriptiones accuratae (Pietro Bubani).
sábado, 25 de julio de 2020
Mesembryanthemum
Con esto de la clausura he cogido el vicio de visitar por la red alguno de los grupos de botánicos, entomólogos y demás donde hacen públicos comentarios y fotografías, a menudo interesantísimos, sobre los objetos de su afición. En uno de ellos, Sara Carretero Blasco mostraba la imagen de arriba, hecha en Mojácar, Almería, de una planta descrita por la autora (a quien agradezco el permiso para reproducir aquí su foto) como endemismo, e identificada por un miembro del grupo como Mesembryanthemum nodiflorum. A mí me chocó el que fuera endemismo almeriense un género que yo creía exclusivo del sur de África (es lo que tienen la ignorancia y las prisas), y ahí metí la pata, porque resulta que sí es autóctona, como bien decía Sara.
Del mesembriántemo escribí en una entrada "Sobre ortografía y latín botánico", de 27 de marzo de 2018, donde notaba que el género Mesembryanthemum parecía estar formado a partir de μεσημβρία /me-sem-brí-aa/ "mediodía", pero que la Y griega no estaba justificada, ya que en la citada voz griega lo que hay es una I, una iota, y no una Y, una ýpsilon. Pues bien, en la entrada Mesembryanthemum de la wikipedia inglesa (a la que acudí para ver la distribución del género) encuentro una explicación del nombre que me parece convincente y modifica mi opinión sobre su ortografía: pero en vez de corregirme allá, prefiero dejar aquella página como está y hacer aquí el añadido.
Según la wikipedia fue un tal Jacob Breyne quien, en 1684, bautizó al género como Mesembrianthemum (obsérvese la I latina), esto es, "flor de mediodía", porque en ese rato central del día, creía Breyne, abrían su flor las especies así designadas.
Ahora bien, la realidad vino, como de costumbre, a causar molestias y a deslucir el bautizo, al descubrirse especies del género Mesembryanthemum con el hábito indecente de florecer a media noche.
Justamente en 1684, el año del bautizo del Mesembryanthemum, nacía en Darmstadt Johann Jakob Dillen, el botánico llamado a resolver la dificultad creada por los mesembriántemos mal bautizados. En 1719 Dillen, que había latinizado su nombre en Dillenius, canceló el problema con indudable finura filológica y por el procedimiento simplicísimo de escribir una Y, una ýpsilon, donde había habido una I, una iota: de ese modo el nombre de la "flor de mediodía" se convirtió en la "flor con el pistilo en el medio", de μέσος /mé-sos/ "medio" y ἔμβρυον /ém-bry-on/ "embrión" o "pistilo".
¿Era listo Dillenio o no era listo?
Quizá por eso el mecenas y botánico William Sherard (a quien Lineo, creo, dedicó la Sherardia arvensis) influyó para que Dillenius ocupase la cátedra de botánica dotada por el millonario en la universidad de Oxford: allí ingresó Dillenius dos años después, en 1721 si no me equivoco, como catedrático sherardiano.
Objetará alguien que muchas flores llevan el pistilo en el centro. Puede ser, en eso no me meto; pero lo importante es dar a las flores nombres altos, sonoros y significativos. Por mi parte, no quiero ni saber si hay mesembriántemos con los pistilos descentrados.
Juan Jacobo Dillenio murió en Oxford, de una apoplejía, el 2 de abril de 1747. Lo dice la wikipedia.
miércoles, 8 de julio de 2020
Rojo V
En griego moderno el adjetivo "rojo" es κόκκινος /kók-ki-nos/. Κόκκινος deriva de κόκκος "semilla", "pepita", y de nuevo el granum da nombre al rojo, aunque en este caso de un modo distinto. Pues, en efecto, κόκκος /kók-kos/ designa el grano de una granada o la semillita de la adormidera, pero también a la cochinilla de la coscoja, animalito que, como es sabido, ha proporcionado otro de los colorantes rojos de origen biológico utilizables en tejidos.
De hecho, ese vermis o bichito de la coscoja no sólo da nombre a la coscoja misma (que por el κόκκος se llama coccifera, esto es, "que lleva cocos"), sino también al rojo que provee, ya que de vermis (en latín "gusano") viene vermilio, y de vermilio viene nuestro bermellón. En persa "gusano" se dice kirm, y de esta voz viene a su vez el castellano quermes (la coscoja en francés se llama chêne-kermès) y también los nombres de color carmín, cramoisi, crimson &c.
No soy muy de citar a obispos, pero hablando de gusanitos haré una excepción con el doctísimo Isidoro de Sevilla, que en sus Etymologiae xix 28 1 dice: Κόκκον graeci, nos rubrum seu vermiculum dicimus; est enim vermiculus ex silvestribus frondibus "Los griegos lo llaman coco, y nosotros lo llamamos rojo o gusanillo; pues se trata de un gusanillo del follaje silvestre". Vermiculus es, en efecto, el diminutivo de vermis. ¿Y qué da vermiculum en castellano? Si oculum da ojo, si corniculum da cornejo, si speculum da espejo... Lo ha adivinado usted: vermiculum da bermejo, claro; otro nombre más del "rojo".
Veo que hay dos cochinillas de las que se ha sacado el tinte carmín: una es el Kermes vermilio Planchon 1864, o cochinilla europea, parasita de Quercus (ésta debe de ser la aludida por el griego κόκκος, el latín coccus y el bueno de Isidoro); la otra es el Dactylopius coccus Costa 1835, o cochinilla americana, parasita del nopal, de la Opuntia. La cochinilla mexicana aún se cultiva en México y Canarias y su producto es el aditivo alimentario E-120. En todo caso, la voz cochinilla (derivada de coccinus "rojo") provoca a confusión, pues tanto el quermes europeo como el americano son al parecer hemípteros, y no se deben confundir con ese isópodo que tocas con el dedo y se hace bola, que en Francia llaman cloporte y en español llamamos también cochinilla (derivado, según el DRAE, de cochino; aunque no veo el parecido con la cerda).
Pues bien, en botánica he encontrado huellas de coccineus "rojo" en los nombres de un par de algas (Heterosiphinia coccinea, Aspericaulon coccineus), y en una parasita de las cistáceas llamada Cynomorium coccineum, cuyo nombre genérico significa "polla de perro", y cuya vista y color rojizo dejan claro que hemos de entender "polla" en la más obscena y peninsular de las acepciones (μόρια "las partes" es lo mismo que virilia o verijas).
Entre los antófitos también hay huellas del κόκκος: la judía pinta, que nos da esas ricas feixoadas de color chocolate, se llama Phaseolus coccineus; y hay una Pyracantha coccinea donde ya el color rojo viene anunciado en el género (Pyracantha: "espina de fuego").
No quiero olvidar aquí, aunque no sea vegetal, a la otra cochinilla, la Coccinella septempunctata o mariquita de siete puntos, cuyo nombre genérico también deriva, claro está, del color κόκκινος, llamativamente colorado, de sus élitros, y es étimo muy probable de cochinilla.
Querría haber puesto una foto de quermes, pero no tengo, o de mariquita, pero no encuentro. Así que pongo una de mis tomates: dicen que el color rojo avisa de la toxicidad, pero el de mis tomates anuncia el más exquisito disfrute gastronómico...
Rojo IV
Grecia designó con la palabra φοῖνιξ el color rojo y el tinte púrpura; pero la palabra púrpura, que hoy aplicamos al famoso tinte y a un color (sea el que fuere), proviene de la voz con que los griegos llamaron al animal que daba el tinte. En efecto, πορφύρα /por-fý-raa/ es el molusco de la púrpura (sea o sean los que fueren, pues no entraremos aquí en este espinoso y montuoso asunto; montuoso porque la industria de la púrpura, al procesar toneladas de moluscos para obtener unos gramos del regio tinte, produjo en varios lugares de la costa mediterránea auténticas montañas artificiales formadas, como el Testaccio romano, por acumulación de materiales desechados, conchas de gasterópodos en nuestro caso, montes que son hoy testigos de la industria y la ambición antiguas).
Como ocurría con φοῖνιξ, que produjo el doblete phoenix / punicus, también πορφύρα entró en latín en tiempos arcaicos y se convirtió en purpura, mientras que en época clásica sería más cuidadosamente adaptada en la forma porphyra, significando el animal, el tinte y el color. Asociado éste con el poder, en Roma la púrpura coloreó el paludamentum (capa del general) y el ribete en la toga de los senadores; con el tiempo, en época imperial, se restringió el uso de este tinte, y acabó por ser monopolio de la casa real. Algún emperador bizantino llevó el mote de Porfirogéneto, "engendrado en la púrpura", bien porque nació con papá en el trono, según la interpretación corriente, bien porque nació en una sala del palacio de Constantinopla llamada Pórfira por su decoración con la piedra púrpura, esto es, con pórfido.
La forma griega (porphyr...) no me da ningún resultado, en cambio la variante latinizada es frecuente en fitonomástica: así el Claviceps purpurea o cornezuelo de centeno (que tantos viajes involuntarios ha producido a lo largo de la historia, por contaminar los panes con ácido lisérgico, y tantos voluntarios en época pop); y entre las plantas con flor la Prenanthes purpurea, la Digitalis purpurea, el Geranium purpureum, la Ipomoea purpurea, el Lamium purpureum.
Ahora mire usted la foto de arriba y dígame: ¿eso es color púrpura? Sí, y yo bucanero del Caribe. No, no, perdone; que no voy a discutir con usted, y menos de colores, asunto demasiado litigioso para mi carácter pacífico. Pero creo que fueron gentes del norte los que bautizaron a estas plantas supuestamente purpúreas, aunque no veo la púrpura ni en la digital ni en las prenantes (parece que fue Lineo quien las cristianó, pero quizá el nombre es anterior) ni, a decir verdad, en ninguna de las otras. Pero sigamos.
Puesto que ater atra atrum es el adjetivo "negro", hay que suponer que atropurpureus designa un color púrpura que tira al negro o contiene mezcla de negro: así se ha llamado a la Scabiosa atropurpurea, y a la Epipactis atropurpurea. Creo que esta última se llama también Epipactis purpurata, como si no fuera del todo púrpura, sino empezara a mancharse de este color; eso mismo significa el participio purpurascens "que empieza a purpurar", y lo lleva el Helleborus purpurascens; yo hubiera aplicado ese adjetivo también al Lamium, pues mejor que purpureum le quedaría llamarse purpurascens o purpuratum, porque sólo enrojece un tanto el cogollo superior.
Antes de dejar la púrpura, me apetece mencionar que en zoología sí tenemos la variante culta porphyr... en el Porphyrio porphyrio o calamón común, animalico acuático que porta una boina discreta de tamaño, pero de un hermoso color púrpura: ¡eso sí que es púrpura, caramba!
Acabo de consultar en wikipedia el artículo "púrpura" y veo que, quizá por ser en buena medida traducción del inglés, allí da por púrpura lo que entienden los sajones por purple; así que, por favor, consideren todo lo dicho aquí sobre ese color como válido sólo para el segundo milenio, tiempo pasado, ay, en que hablábamos castellano.
lunes, 6 de julio de 2020
Rojo III
La púrpura fue el más eficaz rojo textil de la Antigüedad, pero poco permanente, al fin y al cabo, como cualquier color de origen orgánico: las telas teñidas de púrpura perdían el color con el tiempo, y había que subírselo con un tratamiento de orines que explica por qué los tintoreros antiguos sufragaban mingitorios públicos en sus cercanías. Pues bien, el tinte púrpura se obtenía de la cañaílla o Murex (el múrice tirio, que decía Quevedo, muerto de risa, en La aguja de navegar cultos) y hacían falta muchos miles de cañaíllas para teñir un triste pañuelo: así que la púrpura era carísima, y su importante industria fue por mucho tiempo monopolio fenicio.
De hecho, "fenicio" en griego se dice Φοῖνιξ /phói-nix/, por la sencilla razón de que φοῖνιξ significa originariamente "rojo" (los etimólogos serios no aseguran que ésa sea la razón, pero no soy uno de ellos): sin duda los griegos bautizaron a los fenicios pensando en su más característica mercancía. Ya en Homero un alazán era calificado de φοῖνιξ, y el antropónimo Φοῖνιξ "Fénix" (que disfrutaron importantes personajes de la mitología, y hasta un caballo y un chucho) puede ser traducido por "pelirrojo", como Royo o Lerroux.
Si se me permite una digresión, φοῖνιξ se transcribe al latín phoenix, pero esto era en época clásica; la palabra había entrado en latín mucho antes, en épocas más bárbaras, y los romanos, hablando con descuido, la habían convertido en punicus: eso explica que los historiadores del Lacio llamaran púnicas a las guerras con los cartagineses (Cartago era colonia fenicia). Así que ahí tenemos un doblete en latín: punicus y phoenix.
Pues bien, he buscado de varias maneras, y no he sacado en claro más que un par de nombres botánicos que contengan phoenix "rojo": la gramínea Brachypodium phoenicoides (supongo, si hay un phoenicoides, que habrá otro phoeniceum), y el Juniperus phoenicea o sabina mora (que phoenicea alude al tono rojizo lo apoya el adjetivo castellano: "mora"). En zoología también encuentro formas derivadas de φοῖνιξ: por ejemplo el flamenco, animal de llamativo tinte rojizo, o Phoenicopteryx (llamado φοινικοπτέρυξ ya en la Antigüedad; πτέρυξ /pté-ryx/ "ala"), y su familia de Phoenicopteridae; y el colirrojo o φοινίκουρος (οὐρά /uu-raá/ "cola"), en ciencia Phoenicurus phoenicurus.
Si partimos de punicus (la variante vulgar de phoenix), en botánica tenemos la Punica granatum o granado, cuyo fruto ya la Antigüedad llamó malum punicum (según unos por su origen cartaginés, según otros por el subido color de su grana), que igual podríamos traducir "manzana roja" que "manzana fenicia" o "cartaginesa": yo me inclino a lo primero, por la belleza de tono de los granos, que ya en el Cantar de los cantares se emplean como término de comparación de la belleza femenina: sicut fragmen mali punici, ita genae tuae "como pedazo de granada, así tus mejillas": en el ideal lírico, la belleza de una moza oscila desde antiguo entre el blanco (la Luz) y el rojo (el Color): purpúreas rosas sobre Galatea la Alba entre lilios cándidos deshoja.
Aparte del granado (y de toda su familia de Punicaceae o punicáceas) he dado con un Hippeastrum puniceum, y poco más.
sábado, 4 de julio de 2020
Rojo II
El color rojo lo expresa en latín el adjetivo ruber rubra rubrum, y en griego ἐρυθρός ἐρυθρά ἐρυθρόν /e-ry-zrós e-ry-zraá e-ry-zrón/. Por antigüedad, empezaré por la forma griega, que ya hemos mencionado más de una vez.
Claro es que ἐρυθρός y su transcripción al latín (erythrus) proveen abundante terminología botánica. Ya Plinio, en su libro xiii, dedicado a los árboles exóticos, llama erythrocomis a la variedad de granado de hojas rojas (frente al leucocomis, de follaje claro; aquel adjetivo se ha latinizado en rubrifolius); y en el libro xxiv llama erythrodanus (en griego ἐρυθρόδανον o ἐρυθρόδανος) a la Rubia tinctorum o rubia de tintoreros (que tiñe, claro está, de rojo vivo: el carmín de alizarina).
Entre los binomios formados con ἐρυθρός está el Centaurium erythraea, cuyas flores tienen un hermoso color entre rosa y carmín. Hay también un Taraxacum erythrospermum, que tendrá roja la semilla (σπέρμα, en latín granum "grano": su plural en latín es grana, y esta palabra ha acabado significando en castellano también el color rojo, supongo que no por culpa de la compuesta mencionada; cuando a alguien se le suben los colores en mi pueblo se dice que "se ha puesto como la grana"). Por último (en esta enumeración, digo, caprichosa y no exhaustiva), tenemos la Drosera erythrorrhiza, donde lo colorado será la raíz (ῥίζα). Creo que ya salió aquí el Erythronium dens-canis.
Es natural que ἐρυθρός aparezca a menudo en zoología. Aparte del Erithacus rubecula, que ya fue mencionado, ahora aludo, por vía de ejemplo, al Acanthodactylus erythrurus, la lagartija colirroja, que debe de tener espinas (ἄκανθα) en los dedos (δάκτυλοι), además de cola roja, como lo dice su nombre castellano y el lineano (οὐρά "cola").
El rojo vivo lo expresa el adjetivo πυρρός /pyr-rós/ y me ha llamado la atención la ausencia en botánica de esta voz, muy común en griego, donde Barbarroja sería Πυρρογένειος y un pelirrojo era un πυρρόθριξ (con el sufijo que ya vimos en Callithrix). De πυρρός derivaría el latín burrus, y de éste, según algunos, el "rojo" en vascuence: gorri.
Dicho sea de paso, la humana pelirrojez fue a menudo sospechosa: entre los romanos era rasgo de esclavos (Plauto pinta rufus a Pséudolo en la comedia homónima), y entre cristianos la tradición pía da por pelirrojo a Judas Iscariote; por lo demás, es rasgo que a menudo se fija en motes y apellidos, desde Rousseau hasta Lerroux, pasando por los Royos y Rufos de mi pueblo.
Pues bien, de πυρρός, en botánica, nada (que yo sepa). En cambio no falta en zoología, donde tenemos a las chovas (la piquirroja es Pyrrhocorax pyrrhocorax: ya Plinio la llama πυρροκόραξ; en latín se acentúa pyrrhócorax), y donde el camachuelo común (el passer, deliciae meae puellae de Catulo, según Tim Birkhead) es Pyrrhula pyrrhula, como quien dice "coloradita coloradita".
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