Me piden que escriba algo sobre los términos tallo y cormo, y me pongo a ello, si no con acierto y competencia, al menos con obediencia perruna. (También es cierto que me falta inspiración para rematar las varias entradas iniciadas.)
Tallo es una palabra tan común que apenas piensa uno en ella; ahora que lo hago descubro que es un helenismo de esos que habitualmente no consideramos. En efecto, se acuerda uno del griego con palabras como democracia, parábola o hipercloridia, voces bicompuestas donde al menos uno de los elementos es bien conocido; en cambio, solemos olvidar que también son griego hecho y derecho aire, cara, cristal, disco, eco, giro, hora, pasta, roncar, tío, zumo, voces que entresaco al azar de entre muchas otras que entresacar cabría.
Pues bien, de ésas que no parecen griego pero lo son, tallo es una. Verdad que como helenismo es una birria, fruto de una lectura errónea: la LL, como saben mis pacientes lectrices y lectores, es en griego, como en latín, una auténtica ele geminada, y no nuestra elle mesetaria, razón por la que decimos mesofilo y no *mesofillo, cola de pegar y no *colla, Apolo y no *Apollo. Por el contrario, es mejor helenismo la voz talo, que hace, junto con aquélla, el papel de digno doblete.
Talo y tallo continúan el latino thallus, préstamo a su vez del griego θαλλός /zal-lós/, que designaba en origen a un ramo verde, a una ramilla, con sus hojas y todo, a un renuevo de la planta. Θαλλός tiene la raíz del verbo θάλλω, que significa "florecer" y también "estar en pleno vigor". Esa raíz la conservan, además de otras formas griegas (θαλερὸς παρακοίτης, "floreciente esposo" en la traducción de Segalá, llama Andrómaca a Héctor en el sexto canto de la Ilíada), también el nombre del talio (justificado al parecer por la línea verde que muestra ese elemento en su espectro luminoso) y quizá el de la diosa Talía, una de las nueve musas, cuyo nombre viene a significar "Frondosa" (θαλλία llama Teofrasto a la fronde, a la verdura; si bien la musa se dice en griego Θαλία).
Todo lo que digamos del griego θαλλός nada tiene que ver, claro es, con el valor, arbitrario como es de cajón, que ahora damos a la palabra tallo (al que mentalmente quitamos las hojas y demás), ni menos al término botánico talo, que no me atrevo a definir aquí: mejor vayan al benemérito diccionario de Font Quer, que ahí explica nuestro sabio, para quien sea capaz de entenderlo, qué es talo y qué son talófitos.
Por cierto que, como el propio don Pío señala, "en castellano se da la peregrina circunstancia de que por vía erudita el término latino tallus nos ha dado una voz que si morfológicamente se parece a 'tallo', por su significado es opuesta a él". Circunstancia peregrina, quizá, pero no infrecuente. Por lo demás, no se puede decir que tallo venga por vía popular (como afirma sub voce), sino más bien por senda semiculta, como ya hemos indicado: la naturalizó en nuestro idioma alguien que leía; mal, pero leía. Talo, en cambio, si podría haber venido por vía vulgar; lo que no afirmo. Pero conviene distinguir entre el registro de uso de una voz y la historia de esa voz.
Hablando de talófitos, uno no puede dejar de pensar en cormófitos, y por ende en el étimo griego, κορμός /kor-mós/, sustantivo que designa al tronco pelado, sin ramas ni hojas, y en particular al tarugo, al leño que se echa al hogar. Este significado es el esperable, dado que en κορμός está en su grado normal el radical de κείρω "cortar", "esquilar", también "arrasar". En este sentido, κορμός se aproxima mucho al significado del latín truncus (étimo de nuestra voz "tronco"), cuyo valor propio parece ser "talado" y "mutilado", y designa también al tarugo, no sólo en el sentido derecho, sino también en el figurado, sinónimo, en éste, de quercus: Lutetiae beta sapit et quercus contionatur, decia Erasmo, burlándose de los pedantillos de la Sorbona; "En París la acelga sabe (el bobo sabe), y el necio sube al púlpito (el alcornoque perora)".
No me atrevo a meterme con otros términos técnicos para la idea de "tallo" o "rabito". De la voz pedúnculo y otras derivadas de pes "pie" creo que ya escribí algo. Pedúnculo llama cierto libro al tallito que sostiene la inflorescencia del llantén (acabo de abrirlo para asegurarme), pero otro (que ocupa un lugar próximo en la estantería) prohíbe llamar a eso pedúnculo y exige se lo llame escapo. En cambio escapo, según otros, ha de reservarse para vástagos que salgan de los bulbos. Qué se yo. Recuerdo que también alguien prohibía llamar tronco al de los plataneros, porque son plantas herbáceas; busco entre mis papeles, pero todos lo llaman tronco.
Me limitaré a mencionar que en latín scapus es un término técnico que designa, a partir de Varrón, cualquier vástago, fuste, montante, &c. Su origen es desconocido. Una glosa lo relaciona con el griego σκᾶπος, pero ¿sabe usted qué es σκᾶπος? Ni mis diccionarios ni yo tenemos ni idea.
En latín "tallo" se indica con la voz caulis, que también designó a la col (ya en Catón el Viejo encontramos colis como variante de caulis, y esta palabra ha llegado a apellidar un presidente de gobierno en Alemania, el señor Kohl). Meillet, y en general los comparatistas, creen que "tallo" es el valor original de caulis, y que sólo secundariamente significó "col", algo que sucedió de modo semejante a la correspondiente καυλός /kau-lós/. Para entender el paso de "tallo" a "col" no hay más que traer a la imaginación esas berzas gallegas que se van deshojando hasta dejar el tallo pelado, con un tufo en la sumidad.
Es opinión extendida que caulis es helenismo tomado de καυλός, pero hay quien lo niega. Yo confieso que no encuentro razón para afirmarlo, y más bien opino que sólo son palabras emparentadas (esto nadie lo duda). Καυλός en griego designa el tallo, sobre todo el de las herbáceas (por oposición a στέλεχος /sté-le-jos/ "tronco de árbol"), y también nombra el fuste de algunos objetos, el raquis de las plumas, y el pene.
Como al pedúnculo de una hoja lo solemos llamar rabito, me pregunto si la palabra "rabo" latina, esto es, cauda o coda, puede designar aquél; encuentro que no. Hallo, sin embargo, una curiosa simetría en el hecho de que nuestra palabra rabo, si no se engañan Corominas y unos cuantos sabios más, provenga del latín rapum, que (junto con napus) designa al rábano. Ya lo ven, podemos coger el napum por el rapum.