martes, 18 de julio de 2023

El pájaro de los cardos

 Una chica muy ducha en truchas pregunta por el Carduelis carduelis, alias jilguero: ¿cómo es que en todos los idiomas ha recibido este pájaro su nombre a partir del cardo, excepto en castellano?  Encuentro la mar de interesante la pregunta, que me recuerda cuánto se deben entre sí hierbas y pajaritos.  Pues en botánica abundan las denominaciones de origen aviar, desde las geraniáceas (bautizadas por garzas, grullas y cigüeñas) hasta la Silene flos-cuculi o "flor de cuco", pasando por el pampajarito y otras muchas que no voy a rebuscar ahora.  Porque tengo en la punta de la lengua la etimología de la palabra jilguero, comunicada, si la memoria no me falla, con el portugués pintassilgo que nombra a la misma ave canora, pero no acabo de recordarla bien.  Ahora, en casa, con la muleta de los librotes, la memoria se recupera de maravilla.

Dos rasgos caracterizan al jilguero: su relación con los cardos, y sus colores vivos.  Como señalaba la joven, los jilgueros se ven muy a menudo posados en los cardos, de cuyas semillas, precisó Ismael, se alimentan con gusto y habilidad.  Ese rasgo explica tanto su nombre zoológico, Carduelis carduelis, evidente derivado del latín carduus, como el que recibe en una porción de idiomas (no en todos, claro está).

Cardelina llamamos en Aragón al jilguero.  Caderneres los llama Gaziel en sus memorias: influido por el nombre aragonés, yo leía al principio cardeneres, que supongo es la forma original (conservada dialectalmente según la wikipèdia).  Chardonneret es el jilguero francés (de chardon "cardo" con la típica evolución gabacha de C- inicial a CH-).  El gran poeta italiano Luis Ariosto se compara en su tercera sátira (un menosprecio de corte) con pájaros que no soportan la cautividad:

                Mal può durar il rosignuolo in gabbia,
                più vi sta il gardelino, e più il fanello;
                la rondine in un dí vi mor di rabbia.

Según el Zanichelli ese gardelino es la primera documentación de cardelino, la forma ahora usual de llamar en Italia a nuestro pájaro.  (Por cierto que el fanello es, si no me equivoco, el pardillo común, y ese nombre se supone resultado de un *faganellus proveniente de fagus "haya".)  Incluso los alemanes acuden al cardo (Distel) en el nombre del jilguero: Distelfink o "pinzón de cardo" (aunque allí lo llaman también Stieglitz, préstamo, por lo visto, del checo).

Ahora bien, además de su afición a los cardos, del jilguero llama también la atención su colorido manto, en especial la brillante máscara bermeja y la amarilla pincelada alar.  Un amigo indicó que en la Rioja llamaban al pájaro "colorines" o "coloritos" (no recordaba bien), pero buscando en la red veo que la forma colorín para designar al jilguero está bastante extendida por la Península (aunque no falta quien sostenga con patrio orgullo que ése es el nombre que recibe en mi tierra).  Quizá la policromía explique también el nombre goldfinch que le dan los ornitófilos británicos: "pinzón de oro".

Pues bien, el rasgo cromático está en el origen de las palabras jilguero y pintassilgo, y ese origen, a su vez, nos conduce nada menos que al misterioso y lejano oriente.  (Suene en este punto, amigo lector, lectriz amiga, una ondulante melodía pentatónica, preferiblemente misteriosa.)

Se afirma en general que los romanos no conocieron a los chinos.  No sé a usted, pero a mí me resultan sospechosas las afirmaciones generales que toman por sujeto a "los romanos" o "los chinos".  ¡Anda, que no ha habido romanos ni chinos!  Como para meterlos a todos en un saco.  Con tantos, raro sería que no hubieran coincidido.  Consta que unidades enteras del ejército romano acabaron en el extremo oriente; y cabe imaginar que otro tanto sucediera al revés.  En cualquier caso, en la Roma de los césares abundaban eslavos y judíos, pero no hubo igual frecuencia de asiáticos del oriente extremo.

Ahora bien, sabido es que los chinos producían y exportaban seda, y esto desde el primer milenio antes de la era.  Esa lujosa mercancía, quizá el más rico tejido de la antigüedad, llegaba desde el lejano oriente hasta el Mediterráneo.  Parece ser que en tumbas del Cerámico (la necrópolis ateniense) hay sedas datadas en el siglo VI aE.  Qué se yo.  En cualquier caso, la ruta de la seda es anterior a Alejandro el macedonio.

Pues bien, como tantas otras veces, con la mercancía vino el nombre, y el de la seda proviene, si aciertan los que saben, del chino sii, que era al parecer como la llamaban los inventores; éstos, a su vez, fueron llamados por el nombre del producto que vendían.  Los griegos les decían σρες /sée-res/, que podríamos traducir por "chinos", y σηρική /see-ri-keé/ significaba alternativamente "seda", "chino" y "China".  Los romanos (entiéndame: al menos algunos, y probablemente no todos) llamaron Seres a los chinos, y serica a los trajes de seda.  El nombre duró mucho tiempo: aún el Libro de Alexandre llama seros a los chinos: alárabes e turcos, otros que dicen seros.

Ese adjetivo sericum /sée-ri-cu(m)/ origina la voz castellana para la seda, esto es, sirgo: sonoriza la K intervocálica, cae la I breve postónica; en cuanto a la E larga, no es raro que evolucione a I (como en cereum > cirio, completum > cumplido, racemum > racimo &c), pero es que ya en latín existe la variante siricus, de la que sirgo sale sin esfuerzo ninguno.

Y como la seda era antonomasia de la riqueza, y en los siglos medios riqueza era color (lo ha sido, en general, en toda la historia, hasta que la ciencia química y la industria alemana del tinte empezaron a abaratar los colorines del vestir, ya bien avanzado el siglo XIX), no es extraño que un pájaro de tan notable colorido recibiera, a partir de sirgo, el nombre de sirguero o "sedero", por el tejido que simbolizaba el lujo y el color otrora privilegio de muy pocos.

Nada hay que notar a sirguero como derivado de sirgo, con el añadido del sufijo -ero (tan vivo en castellano), pero a mí me hace gracia pensar que pudiera ser el resultado de sericarius, con lo que sirguero, silguero y jilguero habrían significado en origen "sedero", esto es, "vendedor de sedas" o "fabricante de sedas".

La forma se halla también en gallego (sílgaro, xílgaro), y en Portugués adopta la forma pintassilgo, en la que Corominas ve un cruce de sirgo con el nombre pintadillo que también recibió el pájaro, similar al de colorín arriba comentado.

Una curiosidad que no me resisto a consignar: serica da en francés serge, que nombró la tela de seda.  Pero luego, por una de esas curiosas evoluciones de significado, acabó designando a una tela basta, que pervive en castellano en la voz sarga: el lector aficionado a las artes recordará que en los siglos dorados de la pintura española sargas describía la pintura sobre ese material: con lo que de nuevo, como en el jilguero, vemos bien casados seda y colores.

En fin, que las flores toman nombres de pájaro, y también los pájaros nombres de flores.

jueves, 6 de julio de 2023

Hojas de borde espinoso

 Una simpática señora pregunta, con acento dulcemente platense, por el significado de la palabra aquifolium, que con el Ilex o acebo comparte una especie decorativa encontrada en mi pueblo, la Mahonia aquifolium.  Mira por dónde me entero así del nombre de esos arbustos del parque, a los que ya había echado yo el ojo aunque sin gran interés por conocerlos mejor (he conseguido restringir mi racismo a solamente las plantas ornamentales, en especial a las muy invasoras como la Cortaderia de la pampa o la Phytolacca americana).

Mientras improviso la respuesta, que creo conocer (al fin y al cabo las hojas del acebo son pinchosas, como las de la mahonia), un sordo malestar empieza a aquejarme: ¿no estaré metiendo la pata al atribuir a ese aqui- el significado de "pinchoso"?  En efecto, aqui- sólo puede significar "agua", como he hecho constar aquí en relación con la voz aquilegia "cangilón" o "recoge-aguas".

Ya en casa, comido aún por la duda, acudo al amparo de los diccionarios, refugio seguro para ganapanes de la filología como yo.  Y lo que aprendo me confirma en mi sospecha: aquifolium es una forma poco defendible de la más adecuada voz *acuifolium o acrifolium, donde aparece correctamente reflejada la idea de agudeza propia de la raíz *ak-, que indica "punta", "sumidad".

Esa raíz es muy productiva, y provee innumerables voces.  El latín tiene los sustantivos acus "aguja" y acies "frente de batalla", y los adjetivos acutus "puntiagudo" y acer acris acre "agudo", "picante" o "amargo".  La aplicación al sentido del gusto lo encontramos también en acidus "ácido" y en acetum "vinagre".  En el ámbito botánico la raíz la hallamos en acúleo, latín aculeus "espina", y en el adjetivo aculeatus.

En griego, por su parte, la punta de la ciudad recibe el nombre de acrópolis, y el de acróbata quien camina por las puntas; la misma raíz *ak- está en ἄκανθα /á-kan-za/ "espina" (étimo, como ya dijimos, del Acanthus mollis); y con vocalismo distinto aparece en ὀξύς /ok-sýs/ "puntiagudo": así que la especie de majuelo a la que Dioscórides llama ὀξυκανθα, así como los epítetos oxyacantha u oxyacanthoides que encontramos en un Crataegus y cierto gorgojo, son un poquillo redundantes.  También parece ser que explica ciertos topónimos orientales, allá donde llegaron los "pueblos del mar", por ejemplo el nombre del puerto fenicio de Akko o Akkon, que los cruzados cristianaron con la pía gracia de San Juan de Acre. 

Aclaremos que el acer "agudo" tiene A larga, mientras que el acer "arce" tiene A breve; esto no impediría establecer una relación entre ambos términos, pero no hay etimólogo serio que lo haga.   El nombre del arce en latín tiene un origen tan oscuro como el de la mayoría de nombres de árbol.

Así pues, nada justifica ese apéndice labial que representa la U en aquifolium.  Pero, por más que protestemos y condenemos las voces aquifolia y aquifolium, ambas están documentadas en textos clásicos; y en Plinio, según los diccionarios, designan al acebo.  Para Meillet aquifolium se explica a partir de *acu-folium.  Puede ser.

Ahora bien, la voz castellana acebo (y las galaicoportuguesas de acibo, azevo y azevinho) reposan, como señala Corominas, no sobre aquifolium (de donde se esperaría un castellano *agüebojo o algo similar) sino sobre una forma *acifolium, sin esa molesta U, probablemente incorrecta.

En cuanto a agrifolio, sinónimo de acebo, deriva de acrifolium, y caben pocas dudas de que ésta es una corrección tardía, en las que se basan el aragonés crébol y el catalán grèvol.

Cuestión distinta es por qué el botánico atribuyó al acebo el género Ilex, cuando el latín ilex designaba a la encina.  Bubani se queja de Lineo por cambiar el género Aquifolium en Ilex (Aquifolium in Ilicem, en el prólogo de su flora pirenaica).

De hecho, la voz castellana encina proviene (como ocurre a menudo en el caso de los árboles) del nombre de la madera de roble, esto es, del adjetivo ilicina (sobreentiéndase materia "madera": este es el origen, asimismo, del nombre de Lecina, el pueblo oscense caracterizado por un hermoso ejemplar de Quercus ilex).

Si me preguntan mi opinión, yo diría que la juntura ilex aquifolia (que se encuentra en la Naturalis historia de Plinio, 16 32: parvae aquifoliae ilicis "de la pequeña encina de hojas pinchudas") no designa el acebo, ni mucho menos, sino nuestra coscoja o Quercus coccifera.

Pero Alá es más sabio.