Una chica muy ducha en truchas pregunta por el Carduelis carduelis, alias jilguero: ¿cómo es que en todos los idiomas ha recibido este pájaro su nombre a partir del cardo, excepto en castellano? Encuentro la mar de interesante la pregunta, que me recuerda cuánto se deben entre sí hierbas y pajaritos. Pues en botánica abundan las denominaciones de origen aviar, desde las geraniáceas (bautizadas por garzas, grullas y cigüeñas) hasta la Silene flos-cuculi o "flor de cuco", pasando por el pampajarito y otras muchas que no voy a rebuscar ahora. Porque tengo en la punta de la lengua la etimología de la palabra jilguero, comunicada, si la memoria no me falla, con el portugués pintassilgo que nombra a la misma ave canora, pero no acabo de recordarla bien. Ahora, en casa, con la muleta de los librotes, la memoria se recupera de maravilla.
Dos rasgos caracterizan al jilguero: su relación con los cardos, y sus colores vivos. Como señalaba la joven, los jilgueros se ven muy a menudo posados en los cardos, de cuyas semillas, precisó Ismael, se alimentan con gusto y habilidad. Ese rasgo explica tanto su nombre zoológico, Carduelis carduelis, evidente derivado del latín carduus, como el que recibe en una porción de idiomas (no en todos, claro está).
Cardelina llamamos en Aragón al jilguero. Caderneres los llama Gaziel en sus memorias: influido por el nombre aragonés, yo leía al principio cardeneres, que supongo es la forma original (conservada dialectalmente según la wikipèdia). Chardonneret es el jilguero francés (de chardon "cardo" con la típica evolución gabacha de C- inicial a CH-). El gran poeta italiano Luis Ariosto se compara en su tercera sátira (un menosprecio de corte) con pájaros que no soportan la cautividad:
Mal può durar il rosignuolo in gabbia,
più vi sta il gardelino, e più il fanello;
la rondine in un dí vi mor di rabbia.
Según el Zanichelli ese gardelino es la primera documentación de cardelino, la forma ahora usual de llamar en Italia a nuestro pájaro. (Por cierto que el fanello es, si no me equivoco, el pardillo común, y ese nombre se supone resultado de un *faganellus proveniente de fagus "haya".) Incluso los alemanes acuden al cardo (Distel) en el nombre del jilguero: Distelfink o "pinzón de cardo" (aunque allí lo llaman también Stieglitz, préstamo, por lo visto, del checo).
Ahora bien, además de su afición a los cardos, del jilguero llama también la atención su colorido manto, en especial la brillante máscara bermeja y la amarilla pincelada alar. Un amigo indicó que en la Rioja llamaban al pájaro "colorines" o "coloritos" (no recordaba bien), pero buscando en la red veo que la forma colorín para designar al jilguero está bastante extendida por la Península (aunque no falta quien sostenga con patrio orgullo que ése es el nombre que recibe en mi tierra). Quizá la policromía explique también el nombre goldfinch que le dan los ornitófilos británicos: "pinzón de oro".
Pues bien, el rasgo cromático está en el origen de las palabras jilguero y pintassilgo, y ese origen, a su vez, nos conduce nada menos que al misterioso y lejano oriente. (Suene en este punto, amigo lector, lectriz amiga, una ondulante melodía pentatónica, preferiblemente misteriosa.)
Se afirma en general que los romanos no conocieron a los chinos. No sé a usted, pero a mí me resultan sospechosas las afirmaciones generales que toman por sujeto a "los romanos" o "los chinos". ¡Anda, que no ha habido romanos ni chinos! Como para meterlos a todos en un saco. Con tantos, raro sería que no hubieran coincidido. Consta que unidades enteras del ejército romano acabaron en el extremo oriente; y cabe imaginar que otro tanto sucediera al revés. En cualquier caso, en la Roma de los césares abundaban eslavos y judíos, pero no hubo igual frecuencia de asiáticos del oriente extremo.
Ahora bien, sabido es que los chinos producían y exportaban seda, y esto desde el primer milenio antes de la era. Esa lujosa mercancía, quizá el más rico tejido de la antigüedad, llegaba desde el lejano oriente hasta el Mediterráneo. Parece ser que en tumbas del Cerámico (la necrópolis ateniense) hay sedas datadas en el siglo VI aE. Qué se yo. En cualquier caso, la ruta de la seda es anterior a Alejandro el macedonio.
Pues bien, como tantas otras veces, con la mercancía vino el nombre, y el de la seda proviene, si aciertan los que saben, del chino sii, que era al parecer como la llamaban los inventores; éstos, a su vez, fueron llamados por el nombre del producto que vendían. Los griegos les decían σῆρες /sée-res/, que podríamos traducir por "chinos", y σηρική /see-ri-keé/ significaba alternativamente "seda", "chino" y "China". Los romanos (entiéndame: al menos algunos, y probablemente no todos) llamaron Seres a los chinos, y serica a los trajes de seda. El nombre duró mucho tiempo: aún el Libro de Alexandre llama seros a los chinos: alárabes e turcos, otros que dicen seros.
Ese adjetivo sericum /sée-ri-cu(m)/ origina la voz castellana para la seda, esto es, sirgo: sonoriza la K intervocálica, cae la I breve postónica; en cuanto a la E larga, no es raro que evolucione a I (como en cereum > cirio, completum > cumplido, racemum > racimo &c), pero es que ya en latín existe la variante siricus, de la que sirgo sale sin esfuerzo ninguno.
Y como la seda era antonomasia de la riqueza, y en los siglos medios riqueza era color (lo ha sido, en general, en toda la historia, hasta que la ciencia química y la industria alemana del tinte empezaron a abaratar los colorines del vestir, ya bien avanzado el siglo XIX), no es extraño que un pájaro de tan notable colorido recibiera, a partir de sirgo, el nombre de sirguero o "sedero", por el tejido que simbolizaba el lujo y el color otrora privilegio de muy pocos.
Nada hay que notar a sirguero como derivado de sirgo, con el añadido del sufijo -ero (tan vivo en castellano), pero a mí me hace gracia pensar que pudiera ser el resultado de sericarius, con lo que sirguero, silguero y jilguero habrían significado en origen "sedero", esto es, "vendedor de sedas" o "fabricante de sedas".
La forma se halla también en gallego (sílgaro, xílgaro), y en Portugués adopta la forma pintassilgo, en la que Corominas ve un cruce de sirgo con el nombre pintadillo que también recibió el pájaro, similar al de colorín arriba comentado.
Una curiosidad que no me resisto a consignar: serica da en francés serge, que nombró la tela de seda. Pero luego, por una de esas curiosas evoluciones de significado, acabó designando a una tela basta, que pervive en castellano en la voz sarga: el lector aficionado a las artes recordará que en los siglos dorados de la pintura española sargas describía la pintura sobre ese material: con lo que de nuevo, como en el jilguero, vemos bien casados seda y colores.
En fin, que las flores toman nombres de pájaro, y también los pájaros nombres de flores.