martes, 27 de mayo de 2025

Anagramas y charadas botánicas y III

 Así pues, al igual que Mantisalca a partir de Salmantica, otros géneros se han creado por anagrama de un topónimo.  Por ejemplo, a partir de Bolivia se creó el género Lobivia para una bonita cactácea boliviana y de países próximos.  Y con la metátesis de un par de consonantes de Jamaica nació el género Jacaima, para una trepadora tropical de la familia apocinácea (aunque ahora parece haber recuperado su nombre primero de Matelea).

El procedimiento ha tenido también éxito notable a partir de nombres genéricos preexistentes.  De Alchemilla bastó cambiar el orden de las dos primeras letras para nombrar a la Lachemilla angustata, rosácea endémica de la república del Ecuador.  A la compuesta que Lineo bautizó Gnaphalium luteo-album la rebautizó Tzvelev, anagramando el género, como Laphangium luteoalbum.  En el fondo es el mismo principio comparativo de la nomenclatura prelineana, donde se venía a decir: "tal planta es como tal otra con las hojas de una tercera", o cosa parecida.

En general, si no me equivoco, el género nombrado por anagrama es afín al originario, o al menos pertenece a la misma familia botánica.  Así, Arabis ha dado Sibara, otra crucífera; el arbusto Ardisia se mudó en Sadiria, primulácea ahora, antes mirsinácea (o mirrinácea) estadounidense; la verbenácea Bouchea por trastrueque de letras dio a luz la también verbenácea Ubochea (según la red, ahora llamada Stachytarpheta); de la rosácea Cydonia salió la Docynia, otra rosácea; el género Vaselia (creo que no aceptado ahora, según la wiki) nació como anagrama de la Elvasia, y ambos pertenecen a las ocnáceas.  De los géneros cuya familia me consta, el de origen y el anagrama son hermanitos de sangre.

¿Predomina alguna familia en los anagramas?  No me consta.  Mi impresión es que se reparten las familias con ecuanimidad.  Si parece predominar alguna (por ejemplo, las asteráceas) es por ser ella misma familia numerosa.  Véase, si no.  Gramíneas, Elymus da Leymus, así como Aristida da Sartidia.  Acantáceas, Goldfussia se transformó en Diflugossia.  Cactáceas: Hatiora es el anagrama de Hariota.  Saxifragáceas: Mitella proveyó las letras de Tellima.  Labiadas: Monardella el origen, el término Madronella.  Celastráceas: la Myginda fue mudada en Gyminda.  Leguminosas: de la Tephrosia salió la Ophrestia.  Bignoniáceas: Pandorea fue convertida en Podranea.  Ocnáceas: la Sauvagesia dio lugar a la Vausagesia.  Asclepiadáceas: he aquí la Zacateza, obtenida por anagrama de Tacazzea.

Habrá observado el lector atento que gran parte de los géneros formados por anagrama son tropicales o exóticos, esto es, endémicos de la periferia de Europa: pues ésta, al parecer, se ha quedado, para su flora, con los nombres clásicos de la botánica grecorromana, aplicándolos no siempre con propiedad, sino a menudo embutiéndolos velis nolis en especies ajenas.  Nada que no fuera de esperar.

No debe de ser infrecuente que un solo nombre genérico haya dado lugar a más de un anagrama, al menos tengo en mis papeles varios ejemplos de ellos.  Allium, por ejemplo, el modesto, el plebeyo ajo, se ha reordenado dos veces, en Milula y en Muilla (este último, formado por simple inversión, es un pariente del espárrago, en contradicción con lo dicho arriba).  La hipericácea Ascyron ha engendrado la Norysca y la Roscyna.  Y la compuesta Liatris se ha desdoblado en Litrisa y Trilisa.

Pero el campeón de la diversificación anagramática es sin duda, por lo que yo sé, la ya mentada Filago: ésta la vemos desdoblada, por reordenación de las letras, en cinco géneros distintos: Gifola, Ifloga, Lifago, Logfia y Ofliga.  Asterácea tenía que ser.  He tomado esta información (y muchas otras de esta página) del Botanical latin de William T. Stearn.

Ya comprendo que el asunto sólo queda esbozado, y habrá que añadir y clasificar muchos fenómenos más (alguno ya mencionado aquí, como la síntesis entre ἀσπίς y Tupistra que dio lugar al género Aspidistra) bajo el epígrafe genérico de neologismos botánicos por anagrama o combinación.  Pero habrá que esperar la inspiración, la paciencia o las ganas...  Ganas de letras, al menos, si de ciencia no.

lunes, 26 de mayo de 2025

Anagramas y charadas botánicas II

 Y el caso de Galileo y Kepler no es excepcional; a propósito de estrellas, recuerdo los curiosos nombres de Sualocin y Rotanev con que aparecieron α y β Delphini, por vez primera con nombre propio, en el catálogo estelar (1814) de Piazzi y Cacciatore: no sé qué es más admirable, si la enrevesada forma en que el ayudante de Piazzi se homenajeó a sí mismo, o la astucia de Thomas Webb, el astrónomo que unos años después resolvió la charada, al darse cuenta de que Sualocin no era otra cosa que la inversión de Nicolaus, así como Rotanev era Venator del revés: "Nicolás Cazador" en latín y de cabeza, ¡esto es, Niccolò Cacciatore!

En botánica no conozco, y por ello me atrevo a suponer que no abunda, ese tipo de anagrama honorífico, tal vez porque fuera ya costumbre antigua honrar personas, sin rebozo, en el nombre de las plantas: lo atestiguan desde la Achillea a la Linnaea pasando por la Gentiana y por la Fuchsia.  Si acaso, se embozaba un tanto la dedicatoria para no trasparentar la adulación, como en la Calomeria o la Agathomeris, aunque ya hemos visto que no faltó el descaro de la Napoleonaea y de la Josephinia imperatricis.

No, en biología, al parecer, no movió la necesidad de halagar vanidades.  En mi opinión, lo que aquí desató la fiebre anagramática fue el apremio de hallar nuevos vocablos para un mundo natural en prodigiosa inflación, desde el momento en que a nuestra especie le dio por identificar con denominación propia a cada una de las demás especies: el número de éstas pronto desbordaría los más nutridos lexicones, catálogos geográficos y manuales de mitología y, aun así, era preciso seguir bautizando peces, líquenes, ciempiés, culebras, mariposas...

Antes de continuar quizá convenga precisar: anagrama es la palabra formada con las letras de otra, en distinto orden.  Por ejemplo, si invertimos Roma sale amor, un anagrama por inversión.  Los anagramas han sido muy útiles en antroponimia y en criptonimia.  François Arouet se hizo famoso barajando las letras de su apellido más las iniciales L. J. (de le jeune, esto es, otro que mi padre): ahora pocos recuerdan a Arouet, y bastantes más a Voltaire (o Uoltajre: para el latín, idioma aún de prestigio en el siglo XVIII, la I y la J son la misma letra, así como la U y la V).  Y ahora recuerdo que Alina, mi peterburguesa favorita, contaba que en los primeros años de la Rusia soviética fue popularísimo por allá el nombre de chica Ninel, anagrama de Lenin.

El primer anagrama botánico del que tuve noticia fue la Mantisalca salmantica: fue bautizada por Lineo como Centaurea salmantica pero más adelante hubo que hacer género aparte y se creó Mantisalca, donde la primera sílaba del nombre específico se convirtió en tercera.  Salmántica a su vez es el nombre romano de Salamanca; ¿vino de allá el ejemplar al que Lineo aplicó aquel basiónimo?

Más tarde, un amigo me informó de que Mantisalca no era un caso único en botánica: Logfia, género de una asterácea, se formó con reordenar las letras de otro afín, Filago.  El asunto me pareció extraordinario, y me he vuelto un coleccionista de anagramas botánicos.

Que no los hay sólo en botánica, claro está.  Por casualidad, leyendo un libro muy pesado (pero ya se sabe que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno) aprendí que para el avión común (por Lineo bautizado como Hirundo urbica) se creó en 1854 el género Delichon, anagrama de chelidon (transcripción latina del nombre griego de la golondrina, esto es χελιδών /je-li-doón/): de este modo, el nombre latino quedaba en exclusiva para la legítima propietaria, la Hirundo rustica.  (Por cierto, en wikipedia hay una interesante observación sobre el cambio, por corrección de género, de urbica a urbicum.)  Ahora bien, ¿por qué no se usó la voz griega sin más?  ¿Se había usado ya con otro animalito?  ¿O le entró a la ornitología el prurito purista?  No lo sé.  Tecleo chelidon y obtengo de la omnímoda red una especie de crecepelo y un señor con gafas de sol que me enseña a pronunciarlo en inglés.  ¡Admirable!  ¡Lo que aprende uno con la güeb!

Ya que estamos entre golondrinas, señalaré que χελιδών es el étimo de nuestra hierba golondrinera o Chelidonium maius, ya en griego llamada χελιδόνιον /je-li-dó-ni-on/ "celidonia".  Un cuento que remonta a Dioscórides asegura que si sus pollos no abren los ojos, la golondrina los sana con celidonia.  En el Dioscórides renovado de Font Quer se relata con pormenor.

domingo, 25 de mayo de 2025

Anagramas y charadas botánicas I

Las limitaciones de nuestra inteligencia natural (ya que la artificial remonta) se manifiestan, en mi opinión, en la absurda oposición entre "ciencias" y "letras".  Seguramente habrá observado la atenta lectriz que nadie se adelanta a responder a una cuestión ardua con ese argumento:  "Se lo voy a explicar yo, que soy de letras" (o "de ciencias" en su caso).  No.  Siempre comparece el conceptillo en negativo, para rechazar la implicación:  "¿Velocidad angular?  Y a mí que me cuenta, yo soy de letras."  "¿El románico, dice usted?  A mí plin: soy de ciencias."  Ciencias o letras: argumento para escurrir el bulto.

¡Ah, época feliz aquella en que no existían "ciencias" ni "letras"!  La gente se ocupaba de esto o de aquello sin la cuestión tontaina, si esto o aquello era letras o ciencias.  Y los estudiosos, las aficionadas a la naturaleza, eran también letrados y poetas, y las letradas y poetas eran a la vez físicos y naturalistas.  Aquí los manes de Hipatia de Alejandría y de Carlos Lineo, de Anselmo de Aosta y de Sofía Kovalévskaya.

Encuentro natural que los ocupados en desvelar los misterios de naturaleza se aficionen también a los enigmas, las adivinanzas y las charadas.  ¿Qué mayor charada, adivinanza y enigma que el mundo que nos rodea?  Ninguna cabeza importante ha tomado en serio esa memez de "ciencias" y "letras", y con delicia se entera uno de que Goethe elaboró una compleja teoría de la percepción cromática, y que el más duro empeño intelectual de Newton (lo prueban miles de páginas manuscritas) afectó al misterio de la santísima trinidad.  Los físicos escriben poemas y las novelistas resuelven sudokus.

Entre mis enigmistas favoritos cuento a Galileo, no en vano hijo de músico, en una época en que empezaban a jugar a lo grande con cánones, temas invertidos y variaciones per augmentationem y per deminutionem.  Ignoro si Galileo hacía crucigramas en casa, pero dio un sentido práctico a ese juego al informar de un hallazgo astronómico, sin descubrir de momento sus cartas, con este anagrama monstruoso:

          SMAISMRMILMEPOETALEUMIBUNENUGTTAURIAS

El pobre Kepler, no menos aficionado a los jeroglíficos que Galileo, y empeñado como él en descifrar los cielos, debió de romperse la cabeza para formar este patético verso:

          Salve, umbistineum geminatum Martia proles.

Patético sobre todo por ese umbistineum que él sabría lo que significaba (aun así, hay quien lo ha traducido).  El florentino destapó su juego unos meses después: creía haber descubierto en Saturno un planeta triple:

          Altissimum planetam tergeminum observavi,

"He observado que el planeta más alto es triple".  Saturno era "el más alto" porque entonces ni de Urano ni de Plutón había noticia.  Galileo interpretó los borrosos anillos como un par de cuerpos celestes más.  Y en agosto de ese mismo año de 1610, mirando con el telescopio, vio con sorpresa cómo Venus crecía y menguaba como la luna, y decidió comunicarlo al mundo en enigma:

          Haec immatura a me jam frustra leguntur o y,

"Esto está verde y ahora en vano lo cosecho o y", que puso a Kepler como una moto: moviendo letras de acá para allá, el hombre parió esta frase confusa:

          Macula rufa in Jove est gyratur mathem,

"hay mancha roja en Júpiter, gira matem", pero al final el pícaro florentino proveyó la solución correcta:

          Cynthiae figuras aemulatur mater amorum,

"La madre de los amores imita las figuras de Cintia", todavía algo enigmática, pues ha de entenderse que la "madre de los amores" es Venus, y "las figuras de Cintia" son las fases de la luna.  Como anagramas son un tanto fallidos (ese o y de Galileo demuestra que tampoco estaba para perder el tiempo), pero sin duda disfrutaron haciéndolos o resolviéndolos.

Dirá el paciente lector que esto es preámbulo muy largo para no entrar en materia.  Cuánta razón tiene.  Pero continuaré otro día.