domingo, 17 de agosto de 2025

El género gramatical de los géneros botánicos II

 Añado ahora algunos detalles y precisiones, útiles, quizá, para completar la comprensión de los adjetivos usados como nombres de especie.  Aunque es probable que todo esto le aburra a usted infinitamente: le aseguro que puede saltárselo con toda confianza.

1)  Dentro del tipo A/O existen unos cuantos adjetivos cuya forma masculina, en vez de terminar en -US (como albus), termina en -R: así ocurre en el mencionado Centranthus ruber o en el Helleborus niger.

2)  Dentro del tipo I/C hay un grupo de adjetivos muy característico, acabado en -NS, indiferente al género, pues ni siquiera diferencia el neutro: por ejemplo impatiensnigricanspallens &c.  Todos estos eran en latín participios de presente, un tipo morfológico que ha desaparecido como tal en castellano, aunque conservamos muchos de ellos convertidos en sustantivos (cantante, teniente), adjetivos (distante, urgente) y aun adverbios (bastante) o preposiciones (durante); el sentido original era, aproximadamente, "que canta", "que urge", "que basta", "que dura": son todos postverbales.

La lectriz se preguntará, tal vez, qué diferencia hay entre pallida y pallens, o entre rubra y rubens.  Muy buena pregunta, señora mía.  Y voy a aventurar una respuesta, basada en el hecho de que el latín dispone de muchos "verbos de color", como rubére "estar colorado" y rubéscere /ru-bés-ke-re/ "ponerse colorado": mientras que el adjetivo de color describe éste como un hecho, el participio lo indica, diría yo, como tendencia, o dirección; al fin y al cabo, un inicio.  Lo rubrum es rojo, y punto: la cosa está cumplida.  En cambio, rubescens supone dar un pasito hacia el rojo, no serlo sino quererlo ser, andar tonteando en pos del color rojo; y rubens quizá expresa que, sin ser propio el color rojo, lo adopta en una parte determinada o en un momento dado.

¿Le satisface la explicación?  A mí no, desde luego, pero de momento no se me ocurre otra.  Estudiaremos más el asunto.  Claro que lo aducido me parece válido sólo para los participios que indican color, como albicans o nigricans, o los citados en párrafos anteriores.  En cambio repens (por ejemplo) no es que tienda a reptar (que es lo que significa répere, origen de los reptiles y los repentes) sino que repta decidida y francamente.  E impatiens ya lo dice: "que no soporta" (ser tocada, se entiende: pati "soportar", étimo de pacientepasión y patíbulo).  Pero ahora caigo en que Impatiens ("impaciente") no es especie, sino género.

3)  Para decirlo todo, la misma incapacidad para diferenciar género gramatical lo tienen algunos adjetivos de tipo I/C que terminan en -X, como fallax (literalmente "engañoso"), praecox ("de maduración temprana"), o tenax ("resistente").  Estos adjetivos, al igual que los participios arriba citados, se forman a partir de raíces verbales y dan en castellano formas en -Z: falaz, precoz, tenaz &c.  (Fállax viene del verbo fállere "engañar", como falso o infalibletenax de tenére "sujetar", como tenedor o tenazapráecox deriva de cóquere "cocer" o "digerir", al igual que cocina o bizcocho: praecox significa "maduro por adelantado".)

4)  Se observará que los epítetos que expresan origen (o gentilicios) pueden pertenecer a uno u otro de los tipos descritos.  Ejemplos de gentilicios del tipo A/O: europaeapannonica (húngara), turcica (de Turquía: aquí apreciará el lector la ventaja de pronunciar la C latina siempre como una K).  Ejemplos del tipo I/C: capensis (o de El Cabo), granatensis (o de Granada), bigerrensis (o de Bigorra) &c.  De una ciudad tan eximia en botánica como Montpellier he encontrado curiosas variantes de ambos tipos y con diversa ortografía: monspeliacamonspeliensis (y monspelliensis), monspessulana (y aún otros, fuera de la botánica).

5)  Si queremos honrar a Luis dando su nombre a una rosa, podemos recurrir al complemento con de (y decir "rosa de Luis") o bien expresar lo mismo con un adjetivo (y decir "rosa luisina").  Ésto último era lo clásico en la antigua Roma, pero las lenguas de hoy son más proclives a lo primero.  En botánica también se tiende a lo primero, y se ha decidido usar con preferencia el sufijo -ius -ii de modo que ahí tenemos en los fitónimos honorarios abundantes formas con genitivo: Armeria bubanii, Gentiana clusii, Phagnalon linnaei...  En estos ejemplos los genitivos ("de Bubani", "de Clusio", "de Lineo") deberían ir con mayúscula, como nombres propios de los botánicos agasajados, pero la ley estricta de la nomenclatura botánica exige minúsculas para los nombres específicos.

No obstante, a menudo encontramos el uso de adjetivos (en vez de la forma de genitivo), lo que, claro está, da un aire más clásico al binomio.  Y en no pocas ocasiones la nomenclatura admite las dos soluciones honoríficas.  Véase, por ejemplo, cómo al célebre marino se le ha honrado con un Allium lapeyrousii ("de Lapeyrouse"), pero también con una Viola lapeyrousiana (adjetivo); tenemos una Petrocoptis lagascae ("de Lagasca") y un Senecio lagascanus; un Delphinium loscosii frente a un Hieracium loscosianum; por último (pues hay muchos ejemplos más) Enrique Mauricio Willkomm se adorna con una Armeria willkommii ("de Willkomm") y también con un Cirsium willkommianum, entre otros.

6) Para acabar, señalaré que he encontrado algunas discrepancias de género que no sé si atribuir a error o o a qué.  Por ejemplo en unos autores hallo un Rhamnus cathartica, que supongo el mismo que otros autores llaman Rhamnus catharticus.  De igual modo, a un Rhamnus infectoria hallo opuesto un Rhamnus infectorius.  Lo único que puedo decir es que ῥάμνος /rám-nos/ en griego es, por lo que yo sé, constantemente femenino.  Algo parecido ocurre con Atriplex, donde unos autores le dan el apellido hortensis, en la forma animada, pero otros el de hortense, en la forma de neutro.  Me limito a señalar esta discrepancia, para la que no he encontrado explicación.

Dedico este ladrillo gramatical a todos los novicios, en cualquiera de los conventos florísticos de nuestra geografía.  Si con él no han aprendido nada, al menos les servirá de penitencia y contribuirá a la expiación de sus pecados.

El género gramatical en los géneros botánicos

 Es evidente que nada tienen que ver unos géneros con otros: con género botánico hablamos de biología, mientras los géneros gramaticales son asunto de filología.  Lo que sigue parecerá, quizá, muy elemental a la mayoría de lectores de más de, pongamos, cuarenta años; pero he observado en los más jóvenes cierta perplejidad ante este asunto, y voy a intentar explicarlo, si puedo, con claridad.  Discúlpenme, por mor de la buena intención.

Ninguna norma establece que los binomios lineanos hayan de estar formados por un sustantivo y un adjetivo.  Por ejemplo, en Canis lupus tenemos dos sustantivos, canis "perro" y lupus "lobo" (si bien, por cierto, haríamos mal traduciendo Canis lupus por "perro lobo", en vez de "lobo" a secas).  Ahora bien, frecuentísimo, tal vez lo más frecuente, es que el primer elemento del binomio sea un sustantivo, y el segundo un adjetivo que expresa un rasgo de color (como en Centranthus ruber) o de forma (como en Ailanthus altissima) o de origen (como en Olea europaea) u otros.

Este tipo de binomio, formado por un nombre y un adjetivo, protagoniza el texto presente.  La cuestión es que nombre y adjetivo deben concordar, esto es, no discrepar en género gramatical.  En la frase el árbol está torcida, la palabra árbol (masculina) casa mal con torcida (femenina): discrepan nombre y adjetivo y por ello la frase es agramatical o, si se quiere, incorrecta.  En latín ocurre exactamente lo mismo, sólo que en ese idioma no hay dos géneros, como en castellano, sino tres: además del masculino y el femenino, los romanos disponían del género neutro.

Género gramatical es un rasgo de las palabras que, en origen, tiene que ver con ser hombre o mujer, esto es, con el sexo masculino o femenino.  El neutro de los romanos (y de otros muchos idiomas) sería en principio atribuible a las cosas.  Ahora bien, eso sólo es en principio, porque en la historia de las lenguas el asunto se ha complicado enormemente, y carece de sentido relacionar género con sexo.  ¿Por qué el sol es masculino y la luna femenina?  (En alemán se dice die Sonne "la sol", y der Mond "el luna".)

A estas alturas, dejémonos de historias, un sustantivo es masculino si lleva adjetivo masculino, y femenino si lleva adjetivo femenino, y poco más hay que decir.  (El idioma inglés en rigor carece de género, pues sus adjetivos no lo marcan: el género en inglés es cosa residual.)

No sé si algún lector ha llegado hasta aquí.  Si tiene paciencia, a continuación diré cómo son los adjetivos en latín.

Hay dos tipos básicos de adjetivos: unos son así (lo llamaremos tipo A/O):

                                     alba albus album

y otros son de este modo (digamos tipo I/C):

                                     viridis viride.

Como se ve, A/O distinguen femenino (alba), masculino (albus) y neutro (album).  En cambio I/C mezcla en una sola forma el femenino y el masculino (viridis) y sólo diferencia el neutro (viride).  Los del modelo A/O han dado en castellano adjetivos que distinguen género (roja, rojo; buena, bueno; alta, alto), mientras que el modelo I/C latino ha dado en castellano adjetivos que no lo distinguen (verde, torpe, feliz).

Ahora bien, un binomio lineano es en cierto modo un sintagma gramatical, y si el género es un nombre, y la especie un adjetivo, ambos han de concordar, esto es, coincidir en género (femenino, masculino o neutro), tal como se ha dicho arriba.

Veamos, pues, ejemplos botánicos del modelo A/O, con el adjetivo "blanco".

En la forma femenina encuentro por ejemplo una Artemisia alba, una Centaurea alba, una Brionia alba, una Osyris alba; basten estos ejemplos (el adjetivo está también en la ontina, Artemisia herba-alba, literalmente "hierba-blanca").

En la forma masculina encuentro Asphodelus albus, Amaranthus albus, Dictamnus albus, Lupinus albus, Melilotus albus...

En la forma neutra hay Allium album, Arrhenatherum album, Chenopodium albumCorema album o Empetrum album, Galium album...

¿Así pues, si un género botánico lleva como específico album, ese nombre es neutro?  Precisamente.  Y será femenino si lleva el adjetivo alba, o masculino si lo acompaña el adjetivo albus.

Del modelo de alba/albus/album (que llamamos A/O) hay muchos otros adjetivos, por ejemplo alpina/alpinus/alpinum o (diré sólo la forma femenina, ahora que estamos en era reivindicativa, y por no alargar) corniculatahybrida, maritimamontana, rigida, tomentosa...  Se comprende que la lista es enorme y para ejemplo he tomado unos pocos al azar.

Veamos ahora ejemplos del modelo I/C, a base del adjetivo "verde".

En femenino hallo Dactylorhiza viridis, Mentha viridis, Salvia viridis, &c, y en masculino Amaranthus viridisHelleborus viridisPolypogon viridis, &c.  Bien se ve que el adjetivo en estos casos no permite distinguir más género que el animado (como se llama al femenino-masculino).

En neutro o inanimado, encuentro Asplenium virideCoeloglossum viridePanicum viride, &c  (Dicho sea de paso, ese Panicum ha de acentuarse /pa-níi-cum/ si tienen razón quienes consideran que la I es larga --y debe de serlo, pues es el étimo de nuestra voz panizo.  Así, pues, nada tiene que ver con el pánico, que, como se sabe, deriva del nombre del dios Pan.)

Del modelo de viridis/viride, (que hemos llamado I/C), existen muchos otros adjetivos como campestris/campestre o (diré sólo la forma animada) hortensis, humilis, litoralis, monspelliensis, saxatilis, terrestris...; la enumeración no sería menor que la del otro tipo de adjetivos.

martes, 12 de agosto de 2025

De farmacias y boticas

 Con gran pereza, producto sin duda del cambio climático y del efecto dos mil, para cumplir con la paginita mensual, me embarco en un asunto surgido el otro día en Ordesa y del que algo sé (o eso sueño) y sobre el que puedo largar alegremente sin recurrir a papeleo.  Se trata de la palabra botica, la forma algo anticuada de decir "farmacia".

El griego φαρμακεα /far-ma-kéi-a/ significaba principalmente "medicación", es decir la aplicación de un φάρμακον /fár-ma-con/, esto es, de un "simple", o de una combinación de simples.  Para la palabra φάρμακον, relativamente aislada en griego (y que también se traduce "veneno"), es difícil hallar un étimo convincente, y que dé cuenta de su pariente φαρμακός, que designa al envenenador, al mago, y también al chivo expiatorio, es decir, a quien con su sangre paga las culpas de la ciudad y la exonera de venganza divina.

Así pues, farmacia oscila entre la terapéutica y la magia.  En latín adoptaría la forma pharmacia, con I larga, lo que implica pronunciar /far-ma-kí-a/ (aún se acentúa así en italiano); en España, como es habitual, el hiato I-A diptonga, y se desplaza el acento, conservando la voz llana.

También hubo una ninfa Farmacia, numen de cierta fuente de Atenas; y junto a Mélita o Malta flota la isla Farmacusa que, a juzgar por el nombre, debe de ser rica en hierbas médicas.  La zoología conoce un género de polilla Pharmacis: en griego significó "bruja".

Para nombrar la ocupación y la tienda del experto en medicamentos, triunfó en Europa una voz griega que en principio designaba el repositorio, el almacén, la despensa: ἀποθκη /a-po-zeé-kee/, en latín apotheca.  Deriva, como ya dijimos, del verbo τθημι /tí-zee-mi/, cuyo radical -θη- significa "colocar", y está en la -te- de discoteca, ooteca y gliptoteca.  Aún hoy la farmacia alemana ostenta el título de Apotheke y Moscú está lleno de Aptiékas.

Esa especialización de sentido no la ha sufrido apotheca en otros ámbitos, y ha conservado su valor genérico en el francés boutique, en el italiano bottega, o en el castellano bodega, derivadas de aquella.  En esas voces se ha perdido la A inicial por confusión con el artículo, y en la bodega castellana tenemos un buen ejemplo de sonorización de las tres oclusivas sordas intervocálicas.  Ahora bien, la voz botica sí ha restringido su significado, y nombra en particular el almacén de farmacia: boticario es prácticamente sinónimo de farmacéutico.  Es probable que botica provenga del francés o del provenzal; en general se supone que su I refleja el itacismo del griego bizantino, aunque bien podría ser resultado fonético de la E larga de apotheca.

La palabra oficina evoca hoy una sala con escritorios y gente de manguitos y visera, en un caso de especialización de sentido similar al de botica, pero en otra dirección.  Ahora bien, en latín officina /of-fi-kíi-na/ quería decir "taller", "obrador" en general (viene del verbo facere /fá-ke-re/ "hacer", "fabricar"), y es pariente de officium /of-fí-ki-um/ "servicio".  En el ámbito original de la palabra, esto es, en la Roma de Escipión y de Salustio, la officina por antonomasia era la fragua, el taller de fabricación de armas y herramientas.

En el medievo la voz officina conoce una nueva especialización, y alude en particular al obrador de medicamentos: eso explica el adjetivo officinalis  /of-fi-kii-náa-lis/ que adorna a numerosas especies vegetales: el adjetivo en ese caso significa precisamente "de farmacia", e indica que la hierba en cuestión es un simple para el farmacopola.

La forma officinalis sirve para palabras de género femenino (por ejemplo la Salvia officinalis o la Borago officinalis) y masculino (por ejemplo el Hyssopus officinalis o el Rosmarinus officinalis), mientras que las de género neutro usan la forma officinale (así el Polygonatum officinale o el Taraxacum officinale).  Veo que también hay animales con diploma farmacéutico, al menos tengo por aquí una Cantharis officinalis desconocida en mis guías de insectos; y está la Sepia officinalis.  Por supuesto, ciertos árboles de médica virtud han obtenido asimismo el título, como el estoraque o Styrax officinalis, expectorante y antiséptico, y la Cinchona officinalis o árbol de la quina, capaz de rebajar todas las fiebres, excepto la producida por el fanatismo político.

Además del adjetivo, he encontrado la palabra officina como nombre específico, en su forma de genitivo plural, officinarum "de las oficinas (de farmacia)", en unos cuantos géneros: Ceterach, Mandragora, Pilosella, Saccharum.