domingo, 28 de mayo de 2023

Bellezas botánicas

No sé qué sino afecta en mi pueblo a las plantas, al menos a las ornamentales, que no duran mucho vivas.  Cada dos por tres desaparecen, y otras brotan en su lugar.  Estos días se ha llenado el paseo de escobillones de un hermoso color púrpura, brillantes al contraluz que da gusto.  Busco algo parecido en mi librito de plantas de jardín y, aunque parezca increíble, por azar sale la página donde están pintadas estas plantitas de tiesto: porque aquí crecen en unos grandes y cementicios, pero al fin tiestos son.

Si la guía no miente o yo no me confundo, son arbustillos solemnizados con el nombre de "limpiatubos" (cierto, las inflorescencias recuerdan un poco a la escobilla de enjugar el clarinete), género Callistemon, familia, al parecer, del mirto.  El librillo muestra diversas variedades de Callistemon, pero no soy capaz de discernirlas aunque, si el color fuera importante para la determinación, apostaría por el C phoeniceus.

Me pregunto hasta qué punto esta hermosa floración extranjera (porque la guía dice que el Callistemon proviene de Australasia, que no sé dónde está pero calculo que bastante más allá de Reus) tiene que ver con las necesidades propagandísticas que imponen las próximas elecciones municipales.  Mi calle, que yo creía olvidada de las autoridades, luce ahora limpísima, tras su tercer barrido en sólo dos semanas.  ¡Qué bella es la democracia!

No me cabe duda de que el nombre botánico de los limpiatubos hace referencia a los hermosos y largos estambres de color rojo oscuro que dan a la rama florida su aspecto de escobilla.  Así pues, en Callistemon tendríamos el adjetivo griego καλός /ka-lós/ "bello" y la voz griega στήμων /steé-moon/ "estambre", sinónimo de la latina stamen (que a su vez es étimo de estambre).

El adjetivo καλός me recuerda una anécdota que se contaba en Zaragoza.  Federico Torralba, autoridad ciudadana en cuestiones de arte, abrió una galería que quiso bautizar con un nombre alusivo a sus aspiraciones de elegancia.  Mi admirado Serafín Agud, catedrático de griego, le propuso la voz griega "belleza", esto es, κλλος /kál-los/; pero hubo de ser apresuradamente sustituida porque el vulgo pronunciaba, sin más, callos, lo que se alejaba no poco de la exquisitez buscada.  La galería, que no sé si perdura, acabaría llamándose Kalós "bello", nombre menos peligroso.

El caso es que, siendo καλός un adjetivo tan fructífero en palabras (en español tenemos, por ejemplo, calígrafo, "que escribe bonito", calidoscopio, "vista hermosa", o calología, esto es, "doctrina de lo bello" o "estética"), se me ocurre pensar que "bello" o "belleza" podrían ser un buen componente para nombres botánicos (de memoria recuerdo al menos un par de ellos), sobre todo para plantas de ornato, así que busco en mis papeles y encuentro, qué decepción, muy poquica cosa.

La que más me llama la atención es una familia de plantas, más bien tropicales, llamadas Calophyllaceae, lo que parece indicar que la especie tipo tuvo hojas de verdadera hermosura.  Yo tenía aquí el Calophyllum calaba, por nombre común calambuco, que no encuentro en la red, y después de perderme un rato por ahí (parece que en Extremadura llaman calambuco a un cubo de lata en mal estado, mientras el DRAE sostiene que es un árbol de las gutíferas del que se extrae el "bálsamo de María") caigo por fin en Calophyllum antillanum, que parece ser el nombre aceptado del calaba (aceptado al menos por los internautas).

En el ínterin doy con la palabra calofilo, pariente de mesofilo (y algo menos de mesófilo: de ambas me he ocupado aquí).  Definen calofilo como "vegetal de hoja hermosa".  Tomo nota, para presumir por ahí de palabra griega.

De callitrichum, callithrix y callitriche algo escribí hace tiempo: todas ellas significan "bellopelo" (más o menos) y el que unas veces aparezca T y otras TH no es una errata sino un rasgo fonético del griego que quizá no merezca la pena explicar en detalle; pero observe que a la TH le falta la H justamente cuando en la palabra aparece una CH: disimilación de aspiradas lo llaman.

Me resulta curioso que dos algas rodofíceas lleven el adjetivo καλός.  Parece repetirse una asociación que se da en ruso entre "rojo" y "hermoso": de hecho, la famosa "plaza roja" moscovita (y esta opinión es de una traductora rusa) sería mejor verterla como "plaza bonita".  Pues bien, las algas rojas también tienden a ser "bonitas": tengo aquí la Callophyllis laciniata (supongo que formada a partir de φύλλον /fýl-lon/ "hoja"), y también el Callithamnion roseum (¿qué va a ser una rodofícea más que rósea?).

Si Callithamnion significa, como creo, "arbusto bello", la palabra está formada a partir de καλός (muchos de cuyos compuestos empiezan por καλλι-, con la L geminada) y de la voz θμνος /zám-nos/ "arbusto" (o "soto").  Callithamnion es, pues, pariente de Acanthothamnus ("arbusto espinoso"), Antithamnion (que es otra alga, creo), o Sarothamnus ("arbusto escoba": σρος /sá-ros/ "escoba").  Al Sarothamnus, por cierto, yo lo conocía como Cytisus scoparius (pronuncie Vd., si a bien lo tiene, ký-ti-sus sco-pá-ri-us) o cítiso de escobas, donde el nombre específico deriva del latín scopa "escoba" (el equivalente del griego σρος); la evolución regular de scoparium daría en castellano escobero.

En fin, por último encuentro que llamaron los romanos callipetalon (y antes los griegos) a una potentila, probablemente la Potentilla reptans.

No sé qué pensar de un helecho al que llaman Pellaea calomelanos: la busco en la red y es, desde luego, una belleza, con unas hojuelas muy cucas, que recuerdan a la yedra, el raquis de un elegante color negro: "bello" y "negro" son buenas palabras para bautizar a este helecho, africano al parecer, y con una localidad en Cataluña, si no miente una página de la red.  Ahora bien, el calomelano fue una sal mercuriosa que se usó como antisifilítico ("una noche con Venus, y una vida entera con Mercurio" se decía): la sal era al parecer un polvo negro muy aparente, lo que justificaría ser bautizado a partir de los adjetivos helénicos kalós "bello" y mélas mélanos "negro", aunque esa etimología no carece de problemas y, por mi parte, confieso que no me gusta nada.  Pero al helecho éste no le cae nada mal.

Hoy se sustancia el ascenso (y descenso) de ediles.  Yo temo por los calistémones: ¿sobrevivirán a la nueva corporación?  Las plantas ornamentales no saben que su vida está edificada sobre algo más liviano aún que el polvo y la arena: sobre cabezas de concejales.

2 comentarios:

  1. Es gratificante comprobar que, lejos de la vorágine diaria y, por favor discúlpenme, de la estulticia desgraciadamente generalizada, el sentido del humor versado aún existe.
    Agradeceré (mos) que, si Vd. lo tiene a bien, sus publicaciones pasen a una frecuencia quincenal en vez de mensual.

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  2. Mira que es divertido leerle , le agradezco que disfrute escribiendo estos artículos tan variados con la excusa de la botánica , y que siga haciéndolo por muchos años.

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