martes, 27 de marzo de 2018

Sobre ortografía y latín botánico

[Nuevamente me reconviene M.L.P. por no publicar.  Estoy un poco avergonzado, aunque no tengo culpa alguna: tenía ya redactado lo que sigue cuando de repente, hace quince o veinte días, entré en hibernación.  ¿A quién no le ha pasado?]

Apenas acabo de publicar la entrada "invierno", se me ocurre consultar el Diccionario de Botánica de Font Quer (me rondaba la sensación de haber leído en alguna parte el nombre específico hiemalis) y ahí, en la voz "hiemal", cita el manresano como ejemplo la planta Erianthus hiemalis, una especie de heléboro.  Busco entre mis papeles Erianthus (confieso que llamo "mis papeles" al ordenador donde meto lo que encuentro de interés) y veo esa planta registrada como Erianthus hyemalis así, con Y griega.  Y además una nota (olvidada por completo) sobre la exótica ortografía.

Una nueva búsqueda en el ordenador me proporciona el Equisetum hyemale, de nuestro Pirineo, que se me escapó a causa de la Y griega.  Agarro ahora la ocasión por el cabello y, por si a alguien le interesa, daré alguna opinión sobre el latín botánico.

Quizá lo más llamativo para un lector de latín clásico es la curiosa ortografía de los nombres botánicos.  Por ejemplo, un peral en latín es un pirus (una pirus, para ser exactos, porque los nombres de árboles, especialmente frutales, son femeninos en latín); sin embargo en botánica se lo llama Pyrus con una Y griega que carece totalmente de fundamento (pues el griego, único idioma que justificaría la Y, usa una voz por entero distinta, ἄπιος /ápios/, también femenina, por cierto).

Esa ortografía causa una impresión de capricho o de error.  Así que no me extrañaría que entre latinistas estuviera el latín botánico en una consideración bastante mediocre.  Pero es que los propios botánicos tienen a veces una opinión muy modesta de su latín; las biografías de Lineo destacan su desinterés por el estudio de ese idioma, y en algún ensayo inglés (que ahora no recuerdo) he leído que los latinistas de la universidad donde estudió el clasificador sueco, Uppsala, dejaban bastante que desear, por más que su universidad se reivindicara como la "Cambridge sueca".  ¿Realidad, envidieja?  No lo sé.

Pero todo esto es absurdo.  El latín botánico es ante todo una lengua técnica, y es un despropósito abordar un instrumento técnico con criterios literarios o de purismo lingüístico.  Por mi parte, encuentro de una perfecta corrección lo poco que he leído de autores botánicos.  El verano pasado hojeé la Flora Pyrenaea de Bubani y di con un texto no poco elegante que, por lo demás, claro está, va a lo suyo y no se entretiene en floreos retóricos y repulgos puristas: Bubani, por poner un ejemplo, cita las localidades pirenaicas donde herboriza por sus nombres romances, sin molestarse en latinizarlos ni menos averiguar su probable nombre latino (una vida humana da para poco, y uno está a setas o a rólex).

Por lo demás, casi nunca las rarezas ortográficas se apartan del área de arbitrariedad característica en un idioma que, como he dicho alguna vez, nunca tuvo una autoridad ortográfica efectiva.  Así ocurre, por ejemplo, con los diptongos (Hypochaeris en lugar de Hypochoeris, más ajustado al griego, como ya señalé si no mal recuerdo), con las consonantes geminadas (Allium por ejemplo, en vez del clásico alium "ajo"; y el mismo Font Quer, que sabía más latín que nosotros, llama littorideserta a los eriales costeros, aunque litus "playa" sólo lleva doble T en un latín algo decadente), o con la alteración de las consonantes exóticas (Amaranthus en vez del que sería más correcto amarantus, ya que en griego, que yo sepa, existe ἀμάραντος /a-má-ran-tos/ "inmarcesible", y no *ἀμάρανθος, con una Θ, única consonante que justifica la TH).

En general, muchas de las que podríamos llamar "faltas ortográficas" del latín botánico (o de otros latines, pues no olvidemos que éste fue idioma universitario así para la teología como para las matemáticas, para la literatura o para los chistes verdes --dígalo Poggio), muchas, digo, de esas supuestas faltas son simples olvidos, y a menudo ultracorrecciones, esto es, buenas intenciones de esas que empiedran el camino del infierno (ultracorrección es comer bacalado en Bilbado).  De este tipo son, creo, la mayoría de los casos que afectan a la Y.  Probablemente en pirus hay falsa etimología (griego πῦρ /pýyr/ "fuego", como en el correcto Pyracantha, por ejemplo), o en el Mesembryanthemum /me-sem-bry-án-ze-mum/, donde quizá se ha cruzado el griego βρύον /brýon/ "musgo" (palabra familiar a un botánico, como en briófito), porque no hay Y en el griego μεσημβρία /me-seem-brí-a/ "mediodía" (de modo que el mesembriántemo sería algo así como "flor del sur" o "flor de mediodía" y debería llevar sólo I latina).

Continuaré.

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