Reflexiones en torno al latín como lengua de la botánica. Rem herbariam non perficiunt nomina, sed observationes, et descriptiones accuratae (Pietro Bubani).
sábado, 25 de mayo de 2019
Transmisiones y traiciones: carpobroto y drósera
Acabo de ver en la tele un breve reportaje: en él aparecía una loma costera tapizada por entero por lo que yo juraría que era Carpobrotus edulis en flor. Sin embargo, aseguraba el locutor, se trataba de Uncaria temerosa (sic), una planta invasora proveniente de Sudáfrica, cuyo nombre popular es "gato de uña" (sic: además, se leía en la pantalla), que pone en grave peligro a algunas especies autóctonas del litoral cántabro.
Estupefacto con tanto sic, recurro al buscador y apenas tecleo uncar... (oh prodigios de la tecnología) brota de la pantalla la Uncaria tomentosa, una liana amazónica, rubiácea de familia, a la que unas uñas le permiten trepar sobre otras plantas (como a sus parientes peninsulares, las rubias) y recibir el nombre popular de "uña de gato".
Ya no me cabe duda de que, o bien quien redactó aquella noticia superó la dosis de alcohol recomendada para la práctica del periodismo, o bien le han tomado el pelo sin piedad. Conociendo el país, lo más seguro ambas cosas.
Me ha gustado saber de la uncaria. Por lo visto tiene propiedades médicas estupendas, y una muchedumbre espera de esta liana la sanación de varios alifafes, y aun quizá eludir la Parca. A la uncaria el nombre botánico le viene también, supongo, de las llamativas espinas curvadas en la base de las hojas. Esas espinas (o acúleos, no sé bien) se doblan en gancho, y gancho en latín se dice uncus (si traducen Peter Pan al latín, su antagonista debe ser el capitán Uncus). De ahí que las cosas con forma de gancho o garfio sean unciformes.
Entre los nombres botánicos ganchudos reconozco la Pinus uncinata (los árboles en general son femeninos en latín; léase en este idioma /un-ki-ná-ta/), llamada así por los ganchos de las piñas; y también un Scleranthus uncinatus (σκληρός /sklee-rós/ "duro": "flor-dura" o "flor-seca").
En cuanto al Carpobrotus (que no es rubiácea, sino aizoácea), me fijé en su existencia hace un par de años, en un tiesto de Cabanillas; luego resultó que crece en el patio de mi vecina (dueña del ejemplar de la foto). Como el griego καρπός /kar-pós/ significa "fruto", y βρωτός /broo-tós/ "comestible" (lo mismo que el latín edulis), el nombre botánico quiere decir "fruto-comestible comestible", algo redundante, como a menudo pasa, en la traducción. (Debido a la ómega de βρωτός, la pronunciación correcta de Carpobrotus es la llana: /car-po-bróo-tus/.)
El carpobroto es de origen sudafricano (como decía el beodo de la tele), e invasora como su primo el Drosanthemum floribundum (que ha pasado ya, creo, por estas páginas). A este drosántemo o mesembriántemo lo he visto los últimos años invadir los bordes de la autopista de Logroño, a su salida de Zaragoza, con sus brillantes flores rosadas; esta primavera, sin embargo, hubo sólo un corrico mezquino y fugaz, desaparecido a los pocos días. ¿Estará alguna autoridad reprimiendo su expansión? Quién lo diría.
En el nombre del drosántemo está el griego δρόσος /dró-sos/, "rocío", lo mismo que en la drósera y en su pariente próximo el Drosophyllum lusitanicum: sin duda el nombre les viene de las gotas, parecidas a rocío, de las hojas. (Drosofilo se acentúa llano, porque ahí está la voz φύλλον "hoja", al revés que la mosca drosófila, donde está el verbo φιλῶ "amar" o "sentir afición"; véase la entrada sobre mesófilo y mesofilo.)
Por su parte, drósera es palabra griega: δροσερά /dro-se-rá/ "rorante" o "la del rocío", voz derivada, claro está, de δρόσος. (¿Por qué, si en griego se acentúa en la A final, en latín se acentúa en la O? Por la simple ley de la penúltima sílaba, que traté de explicar en ¿Gypsóphila o Gypsophila? y en Mesófilo o mesofilo. Por lo demás, como el latín no usa tildes, los españoles nos tiramos a lo llano, y acentuamos en la E. Pero el acento latino es drósera.)
Hablando de rocío (y aquí entramos en la sección El abuelo Cebolleta), en cierto libro leí unos versos de Virgilio donde la miel era "rosa del aire, dulce regalo de los cielos". Sorprendido por la extraña metáfora, acudí al original, el comienzo del libro cuarto de las Geórgicas, donde se lee aerii mellis celestia dona "el divino regalo de la aérea miel", en alusión a la creencia de que las abejas elaboran miel a partir del rocío... Y entonces caí en la cuenta de dónde venía la rosa: de la rosée que sin duda había escrito la señora Maguelonne.
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