jueves, 10 de octubre de 2019

Frutos II


Entro ahora a la faena de capa con los nombres genéricos derivados de καρπός.  Sólo me ocuparé, salvo error, de algunas plantas "superiores", "vasculares", traqueófitos o Tracheophyta para los más finos.  No tengo anotadas más que un par de algas y el Rhizocarpon, ese liquen llamado "fruto-raíz".

Adenocarpus es un género de fabácea cuyo A hispanicus es el cambroño.  Tengo esperanza de que corresponda a la foto de arriba, porque yo la he dado por cambroño legítimo, quizá como Alonso Quijano dio su artefacto por finísima celada de encaje.  En Adenocarpus tenemos ἀδήν /a-deén/ "glándula": significaría, pues, de "fruto glanduloso".  Glándulas en la foto no faltan.

Artocarpus altilis es el célebre árbol del pan que el capitán Bligh trató de llevarse de Polinesia en la Bounty, y ya sabemos cómo acabó.  En griego ἄρτος /ár-tos/ designa precisamente al pan, y en particular al buen pan de trigo.  El adjetivo altilis, por su parte (áltilis, esdrújulo, como agilis, facilis y habilis), significa "nutritivo" y deriva del verbo alo "alimentar"; puesto que altus es el participio de ese verbo (significa a la vez "alimentado" y "alto"), podrá pensarse que ya los romanos conocían la relación entre la dieta y la estatura; pero nótese que en latín clásico (contra lo que sugieren erróneamente tantos manuales escolares) un hombre alto no es altus sino longus.

El Artocarpus pertenece a la familia Artocarpaceae.  Veo que también hay unas Podocarpaceae (supongo que derivarán de πούς /puús/ "pie", genitivo ποδός /po-dós/); al parecer son unas coníferas australianas.  ¿Tendrán pies sus frutos?  ¿O tendrán un pie de largo?

El Carpobrotus (literalmente "fruto comestible") lo vimos hace poco.  Vayamos, pues, con el Condylocarpus apulus Hoffm (Tordylium apulum L), cuyo específico lo declara de la Apulia (o Puglia, región del sur de Italia), mientras que el genérico deriva de κόνδυλος /kón-dy-los/, palabra de origen obscuro que designa el bulto de una articulación, sobre todo el codo o los artejos de la mano (en medicina al "codo de tenista" lo llaman, creo, condilitis o epicondilitis).  Así que me inclino a pensar que alguna articulación o codo tiene el fruto de esa yerba.

El fruto del Gymnocarpium (que es un helecho) debería, por el nombre, estar en pelotas, que es como se ponían los antiguos para hacer gimnasia (γυμνός /gym-nós/ --la G siempre suave-- quiere decir "desnudo"; en cambio las Gymnospermae tienen en pelotas la semilla o σπέρμα).

Aunque es una gesneriácea tropical, quiero mencionar el Streptocarpus, porque στρεπτός /strep-tós/ "girado", "torneado", "tejido" es adjetivo verbal del importante στρέφω /stré-foo/ "girar", "volver" (cf estrofa, estróbilo y muchas otras).  Στρεπτός en biología toma a menudo una concreta acepción: "en cadena" (τὰ στρεπτά designa cierto collar de anillos): de ahí los estreptococos o "cocos en cadena" (a diferencia de los estafilococos o "cocos en racimo").  En Streptocarpus, sin embargo, está con el mismo valor que en estróbilo y significa "fruto helicoidal".

Trachycarpus fortunei parece ser una de las palmeras más solicitadas en jardinería.  El fruto debe de ser áspero, rugoso, pues eso quiere decir el adjetivo τραχύς τραχεῖα τραχύ: recito las formas masculina, femenina y neutra (como hacemos en la escuela) porque la forma femenina se aplicó a la τραχεῖα ἀρτηρία o "vaso rugoso", que simplificado en τραχεῖα da en latín trachea o trachia, y en castellano tráquea.  El latín botánico tomó esa voz, trachea, para designar los vasos vegetales; entre ellos están las traqueidas (con el sufijo -eido "con aspecto de") características de las plantas vasculares o Tracheophyta que arriba citábamos.

Por cierto que tráquea es una de esas esdrújulas sin justificación: también los médicos cuecen habas.  Puesto que en latín trachea y trachia tienen la E y la I largas (como corresponde al diptongo griego εῖ), sobre esas vocales ha de caer el acento en latín, y por ende en castellano la tráquea debería llamarse más bien traquea: la acentuación francesa (trachée) es más etimológica.  Digresión inútil, dirás; sí, lo reconozco; pero ¿qué sería de mí sin digresiones inútiles?

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