jueves, 24 de junio de 2021

Aphaca



Hoy hace más o menos un año (la conversación giraba en torno a las cigarras) se me ocurrió afirmar que no había chicharras en mi comarca, la zona de Moncayo.  El amigo J. V. me miró con tal estupor que de inmediato supe que había metido la pata, y traté de arreglarlo:  "Quiero decir que no hay de ésas que atruenan los mediodías de la Costa Azul, y chirrían sin pausa en los pinos de la vía Domicia."

No, es cierto que de esa cigarra (el "flautista plebeyo" de Scopoli, que eso significa Tibicen plebejus) no creo que haya por los alrededores de Moncayo.  Ahora bien, de ahí a decir que no las hay en absoluto...  Qué atrevida es la ignorancia.  De entonces acá he puesto más atención a estos animalitos, y voy conociendo alguna especie de por aquí (incluidas esas que llaman "espumosas" por las burbujillas).  Todavía no reconozco su canto.

Tengo una relación ambigua con la ignorancia.  Desde luego sé que todos albergamos una enciclopédica, y que hasta el que más sabe sólo alcanza una virutilla despreciable del saber posible.  Y que el error por antonomasia es precisamente el espejismo de saber.  La ignorancia no ocupa lugar, no se toca, no se huele, no se ve; es imposible hacerse una idea, ni aproximada, de lo que ignoramos.  Y sin embargo me mortifica horriblemente meter la pata.

¡Qué rápido se caza, en cambio, la ignorancia ajena!  Ahora que pierdo ratos por ahí, en grupos de internet, ¡qué peloteras, qué agresividad, qué insultos!  Me recuerdan al hombre motorizado de Fernández Flórez:  "Insulte usted, por favor, por su ventanilla, que ya insulto yo por la mía."  La agresividad en la red recuerda, sí, a la del automovilista clásico.  Casualmente leía ayer en un artículo de prensa lo que sigue:  "Se puede ser ignorante, pero sin petulancia.  Se puede desconocer que dos y dos suman cuatro, pero teniendo cuidado de no exhibir ese desconocimiento con demasiada pedantería.  Y si la ignorancia es cosa de siempre, la pedantería de la ignorancia, en cambio, es un fenómeno único y exclusivo de esta época tan agradable que nos ha tocado vivir".  Esto escribía Julio Camba... en noviembre, ¡ay!, del año 1934.  Si usted llegara a conocer, don Julio, lo que es Twitter...

Por otra parte, ¿no es una suerte ignorar?  Si no fuera por nuestra santa inopia, ¿dónde estaría el placer de investigar, de averiguar, de aprender?  El dios de Tomás de Aquino (pensaba yo impíamente en mis épocas más pías) debe de sufrir de un tedio cósmico, más que el oceánico de D'Ors.

El amigo J. A. me llevó el otro día a ver un batallón de Serapias lingua (no crecen más que en un corro, pero en abundancia increíble), y mostró otras especies más o menos raras.  Entre ellas había un Lathyrus aphaca, que me encantó porque me pareció inconfundible.  De estas leguminosas me fascina la variedad de rojos que exhiben sus estandartes, pero he dedicado muy poco esfuerzo a distinguirlas: me da la impresión de que se parecen mucho entre sí y que hay que fijarse en las formas de las brácteas, de los zarcillos... justo lo que incomoda a un impaciente como este servidor.

En cambio el Lathyrus aphaca tiene unas hojas inconfundibles (del primer vistazo me pareció una aristoloquia).  Luego, en casa, he leído que todas las hojas de esta planta se han convertido en zarcillos: lo que tomé por hojas eran las estípulas, crecientes en tamaño de abajo arriba.  Eso proporciona a la hierba su aspecto peculiar.

El nombre específico, con esa PH, tenía pinta de venir del griego, y ahí lo busqué, con éxito.  La voz ἀφάκη /a-fá-kee/ está ya en Aristóteles y Teofrasto y, como suele pasar, hay diversidad de opiniones sobre su significado.  Según unos, designa al Lathyrus cicera L (gesse chiche en la traducción francesa de Teofrasto).  Según otros, tras el nombre ἀφάκη se oculta la Vicia cracca L, o quizá la Vicia sativa L.  Chi lo sa?

Ya que tenía abierto el diccionario griego, miré σεραπιάς /se-ra-pi-ás/, con su variante σαραπιάς, que tampoco se sabe a ciencia cierta qué orquídea designa, aunque se sospecha que su nombre tiene relación con el dios greco-egipcio Serapis (o Sarapis: el del modio en la divina testa).  Plinio parece considerarla una variante de orchis, y dice de ella (26 62), que es "admirable": mirabilis est orchis herba sive serapias "con hojas de puerro, tallo de un palmo, flor purpúrea, y doble raíz que semeja testículos, de modo que el mayor o, como algunos dicen, más tierno (tenuior) en infusión excita la libido, mientras que el menor o más blando, en leche de cabra, la inhibe".

No aprendemos gran cosa, pero nos vamos entreteniendo...


1 comentario:

  1. Magnífica la reflexión sobre la ignorancia en que chapoteamos y el deleite que nos proporciona.
    Las Serapia y otras orquídeas cuyas flores nos encantan y distraen del resto de la flora, no nos dejan ver el bosque de los (¿las?)Lathyrus y Vicia que reúnen más de 50 especies en la región. De un tercio de estas especies apenas sabemos cómo son ni donde se crían, así que bienvenidas tus observaciones y anotaciones.

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