En una novela (no recuerdo cuál, pero reciente) encontré que el traductor del inglés había perpetrado esta frase más o menos: "como escribió César en su Guerra de los Gauls..." Uno de mi edad y condición se queda perplejo ante algo así. ¿Será indochino, el traductor? Pero no, la realidad es más terrible: quizá es de Villanueva del Arzobispo e incluso, quizá, doctor en lenguas modernas, en esta época en que, gracias a las sucesivas reformas educativas infligidas al bachillerato, uno puede ser universitario sin conocer a los galos, ni a Mozart, ni las ecuaciones de segundo grado, ni la Divina Comedia. Y pensar que la triste Alegría ha venido para mejorarlo todavía más...
Sí, cualquier bachiller de mi generación se sorprendería ante aquella absurda deformación de Guerra de las Galias, pero somos, ay, hijos del milenio pasado, y en éste ya parece cumplido aquello que Gombrich temía hace sesenta años, la disolución de la cultura general: eso que, como el fino pensador señalara, ni era cultura ni era general, sino una especie de campo de juego común para el intelecto europeo (y lo más simpático de Gombrich es que ponía de ejemplo la novela de Agatha Christie La muerte de lord Edgware).
Si yo no hubiera extendido a los infiernos mi escepticismo celeste, en mis horas oscuras sospecharía seriamente que el deterioro del bachillerato es obra de los mismos poderes nocturnos que pugnan por destrozar el idioma. ¡Ay, ojalá! Porque si hubiera una fuerza del mal podríamos combatirla. Pero el negocio es más grave: los aprobados generales y el teleñol son sólo indicio de que crece ubicua, inexorable, oceánica, la estupidez en el mundo.
Volviendo a la guerra de los gauls, reconozco que no es un caso como para darse de cabezazos en el muro. Quiero decir, tal como están las cosas. Lo que pasa es que, además de viejo, uno ha dedicado tantas horas a César y a Jenofonte, que le parece que esos muchachos de la antigüedad meriendan en todas las casas del pueblo. Pero, claro está, si quien lee esta página es más bien biólogo o botánico, no tendrá por qué saber que los sujetos mencionados escribieron La guerra de las Galias y Anábasis, respectivamente, libros quizá los más conocidos de esos autores por usados durante siglos para introducir al estudiante europeo en el latín y el griego.
Pues bien: yo me acabo de enterar, con el consiguiente asombro panoli, de que existe el género de plantas Anabasis. ¡Ahí va! ¿De dónde ese nombre botánico? ¿Es un homenaje a Jenofonte, o tiene que ver con las actividades y características de la planta? Como lo ignoro, me limito de momento a lo poco sé de la palabra griega ἀνάβασις.
En ἀνάβασις /a-ná-ba-sis/ el principal contenido léxico está en βάσις, palabra que es nuestra actual base, postverbal del verbo βαίνω /bái-noo/ "caminar". (Es curioso, βαίνω se parece mucho al recién aparecido aquí φαίνω, y ambos tienen un sustantivo en -sis: basis o base, y fasis o fase.) Aunque βάσις parece que significa "lugar para caminar" (pues eso viene a decir base en castellano), su primera significación es "el acto de caminar". Y, claro está, se puede caminar hacia abajo (κατά /ka-tá/) o hacia arriba (ἀνά /a-ná/): así que ἀνάβασις es el andar para arriba, la κατάβασις el andar para abajo.
᾿Ανάβασις (y su verbo ἀναβαίνω "subir") pueden aludir a varias cosas: subir a los cielos, subirse a un caballo, &c. Pero al ser los griegos un pueblo marinero, y como el puerto, por evidencias geográficas, es la parte baja de la población, en un significado importante y peculiar ἀνάβασις designa la acción de adentrarse en la ciudad o el continente. En ese sentido la Anábasis de Jenofonte hace referencia al internarse en territorio hostil, pues describe cómo los Diez Mil (mercenarios griegos) se adentraron en Asia para combatir, a cambio de soldada, en una guerra civil persa, de eso hace ahora unos dos mil cuatrocientos veintidós años.
Aunque su significado es el dicho, ἀνά también se usa mucho, sobre todo como prefijo, en el sentido de "volver atrás" o "repetir" (algo así como el re- del latín): por ejemplo, "leer" se dice en griego ἀναγιγνώσκειν "re-conocer" (las letras previamente escritas, por supuesto), y los herejes que proponían rebautizarse eran conocidos como anabaptistas. Como la parte sustancial, para mí la más emocionante, del relato de Jenofonte (hablo de su Anábasis, cuya lectura, por cierto, siempre recomiendo) es el penoso regreso a la patria a través de territorio enemigo, a menudo me he preguntado si no sería adecuado traducir ἀνάβασις como "regreso", pues lo permiten los significados de ἀνά y de βαίνω. Pues bien, no pierdan el tiempo con esta hipótesis, que ya lo he perdido yo bastante.
Las voces tienen sus significados, sí, pero que tal voz signifique esto o lo otro no depende de averiguaciones filológicas, sino sólo del capricho de los hablantes. Y da la casualidad de que los griegos apenas dieron a ἀναβαίνω o ἀνάβασις el significado de "regresar". Lo más parecido a la idea de regreso que yo he encontrado en ἀνάβασις es el sentido de "puesta de sol" que se encuentra en un autor tardío, y el nombre de ᾿Αναβαίνων o Anabainonte que se dio al río Meandro (río cuyo nombre conservamos como común de las vueltas y revueltas de un río en su curso bajo).
Sé que todo esto tiene poco que ver con las hierbas; pido disculpas pero con todo lo publico: siempre habrá alguno que se divierta. Más adelante corregiré y editaré una segunda parte. La imagen de arriba corresponde a la ἵππουρις o Hippuris del Dioscórides de Viena (se ven las anotaciones en minúscula griega y en escritura arábiga, hechas por distintos propietarios del célebre manuscrito).
No hay comentarios:
Publicar un comentario