miércoles, 10 de agosto de 2022

Caracoles y cucharas

 El otro día, en las crestas de Ordesa, señaló Daniel una hierbecilla, modestamente escondida entre las rocas, a la que dio el nombre de Campanula cochlearifolia.  Y me miró interrogante: "¿Cochlearifolia...?"  A lo que un servidor, obnubilado por su amor a los caracoles, respondió irreflexivamente (como suele) que la palabra latina cochlea /có-cle-a/ "caracol" es un helenismo, tomado del griego κοχλίας /ko-jlí-as/ "caracol", palabra que conservamos en la española cóclea, que designa el caracol del oído interno y...

En esto Daniel, con santa paciencia: "Pues yo pensaba que...", y me enseña una hojita de la campánula, con inconfundible forma de cuchara.  Sólo entonces caigo en la cuenta de dos cosas: primera, que aquí no pintan nada los caracoles, sino la cuchara (cochlear /có-cle-ar/ en latín); y segunda: que esto ya me había pasado otra vez, y no era, por tanto, la primera que me iba de las cucharas a los caracoles.

Así que redacto esto, a ver si me lo aprendo de una vez y no meto más la pata.

Sí, es cierto que en griego el caracol se dice κοχλίας y todo lo demás; pero en cochlearifolius no está la voz cochlea /có-cle-a/ "caracol", sino la voz cóchlear /có-cle-ar/ "cuchara".  ¿Es casual el parecido entre ambas voces?  Acabo de descubrir que no.

Parece ser que la cuchara y el tenedor como instrumentos de comedor no fueron de empleo regular hasta la baja edad media; no obstante, la cuchara no era desconocida entre los romanos, que la llamaban ligula (lígula).  Ahora bien, había una cucharilla especial, muy pequeña de cazo y con el mango en punta, usada su parte cóncava para comer los huevos pasados por agua (thermapala ova), y en su aguzado mango para, ¿lo adivina usted?...  Sí, para sacar los caracoles de su concha (y luego comérselos, claro).  He aquí que esta cucharilla recibía el adecuado nombre de cochlear o cochleare o cochlearium, que podríamos traducir por "caracolero".

En el octavo libro de Marcial, el epigrama número 71 expone la progresiva tacañería de un protector cuyo primer regalo son cuatro libras de plata (más de un kilo), pero de año en año mengua su donación hasta que por último, el año octavo y el noveno, no ofrece más que modestas cucharillas de plata:

                    octavus ligulam misit sextante minorem,
                         nonus acu levius vix cocleare tulit,

"el octavo mandó una cuchara que pesaba menos de un sextante [unos cincuenta gramos], el noveno trajo una cucharilla apenas ligera como un alfiler".  Así que a Marcial no se le ocurría objeto más chico que un cochleare (o cocleare, como registra el poema).

En el decimocuarto libro recoge Marcial, a veces bajo la forma de enigmas, anuncios de regalos saturnales (navideños, diríamos ahora).  En el epigrama 121, bajo el título de cochlearia, volvemos a encontrar nuestro instrumento, cuyas utilidades ahora se describen:

                    Sum cochleis habilis sed nec minus utilis ovis.
                         numquid scis potius cur cocleare vocor?

"Práctico con caracoles, soy también útil con huevos; ¿sabes tú por qué prefieren llamarme caracolero?"  Caracolero sería, en efecto, la traducción literal de cochleare, que no es más que la forma neutra del adjetivo cochlearis "de caracol".  Los traductores eligen aquí "sacacaracoles" o "cuchara de caracoles".

También de esa voz se ha tomado nombre para un género de crucífera, la Cochlearia, cuya hoja (la hoja de la especie tipo, supongo que la de farmacia, la officinalis, rara en la península ibérica) recuerda a una cuchara o cochlear (así lo indica, entre otros, Flora Iberica, que pone a la C officinalis en busca y captura).

Bien, con esto espero que la próxima vez que me pregunten por coclearifolio o cosa similar me volveré a olvidar de cuchara y otra vez me acordaré de caracoles.

Por cierto que buscando por la red caí en la página How to pronounce cochlearia donde afirman que suena algo así como /co-cli-rí-a/.  Sí, claro, how to pronounce a la inglesa, tomando EA como un diptongo inglés; porque en latín, por más que no lo sepamos con certeza absoluta, sonaría algo así como /co-cle-áa-ri-a/, pues es razonablemente seguro que EA no es diptongo, que esa A es larga, y que llevaría el acento.

Dominado como estoy por el vicio erudito, no quiero cerrar esta página sin señalar que cochleare o cochlearium es el étimo reconocido de los actuales nombres de la cuchara en el sur de Europa (cuchara, cuiller, cuillère, colher, culler etcétera; voz masculina en muchos casos, como aún en el italiano cucchiaio o en el viejo castellano, pues el cuchar aún era corriente en el siglo de oro, y todavía está vivo, parece, en algunas comarcas), de manera que los nombres de nuestras cucharas vienen todas de κοχλίας, el viejo nombre griego de los caracoles.

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