Releyendo El lugar de un hombre, di de entrada con un escollo que nunca resolví. La novela de Sender (elaborada a partir del célebre crimen de Cuenca, transferido por el aragonés a su aldea de infancia, Alcolea de Cinca), arranca así:
"En los campos comenzaba la primavera y se veían en las eras, sobre la escarcha de algunos amaneceres helados, las cucutes, pájaros de pecho tornasolado, alas blancas y negras. Su belleza los hacía codiciables para los muchachos, pero los cazadores los desdeñaban porque olían mal. Estos pájaros solían llegar hacia el mes de abril y venían diciendo: cu-cut, cu-cut, el dos de mayo Santa Cruz."
¿Qué son las cucutes? A mí me da que son las abubillas, a juzgar por la descripción y por el nombre, onomatopéyico como el latino upupa, de un up up que podríamos equiparar al cu-cut de Sender, y a muchas variantes aragonesas: gurgú, gurgute, burbuta, borbute, purpute, puput (ésta última también catalana, según creo; no sigo con la lista, pues la imagino interminable). Para que la cucut sea abubilla sólo falla, a mi ver, lo del pecho tornasolado.
Para aclararme consulto lo primero (uno tiene sus costumbres) los libros de casa, empezando por las guías de pájaros. Incurro así en la hermosa guía de Carlos Pérez Naval, titulada Aves de España, y en una lejana culpa que voy a explicar y, ojalá, satisfacer.
Usted no conoce quizá esa guía, porque se ha distribuido poco, creo; no la he visto en librerías, y es que se adquiría sólo (al menos cuando me hice con ella) a través de un correo (cpereznaval@gmail.com) y un enlace (@carlospereznaval). Sin embargo, es una guía extraordinaria, y muy recomendable.
Guías de pájaros no faltan, desde luego; para la península ibérica ya la oferta es más limitada. En las que tenía, las imágenes eran todas dibujos, muy buenos dibujos sin duda, ingleses por más señas. En cambio en Aves de España todas las imágenes son fotográficas.
Esto es para mí lo extraordinario; imagine el lector la cantidad de fotografías --y por consiguiente de tiempo-- que supone obtener imágenes adecuadas para la descripción competente de cada volátil. Porque no se piense que hay para cada especie una sola imagen en esta guía: a menudo varias dan cuenta de las más características posturas y apariencias del ave en cuestión: posada, en vuelo, juvenil, adulto, en zambullida, secándose las alas, etcétera. Ya digo, extraordinario.
Y lo extraordinario se vuelve pasmoso si se considera que el autor de esta guía es un joven de dieciocho años (en este MMXXV cumplirá veinte, si no me equivoco). Conocí a Carlos cuando, tras un intercambio de mensajes, fui por la guía a su pueblo, Calamocha. Es un joven encantador, y tuvo la amabilidad de firmar mi ejemplar con una dedicatoria simpática. Sugerí entonces ocuparme de su guía en este blog, y de ahí mi sentimiento de culpa, por haber pospuesto tanto tiempo la página que mis palabras exigían.
Pues bien, en relación con las cucutes consulté Aves de España y, aunque no recopila denominaciones locales (sólo ofrece el nombre científico, el castellano común, y el inglés), pude en esta guía, mejor que en cualquier otra, comprobar los rasgos de la abubilla que me interesaban para el asunto, en especial el pecho tornasolado o no (esto es, no).
Recomiendo, pues, por su belleza, manualidad y excelente información (cada ave ocupa una una página, más o menos), la guía Aves de España de Carlos Pérez Naval.
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Verdad es que ahora contamos también con la ayuda de la red. Nada más teclear cucutes en el buscador, ha salido profusión de resultados, bastantes para confirmar la identificación inicial; entre otros, aparece un libro titulado En el país de los cucutes, de Javier Arruga, en cuya portada se puede ver retratada una hermosa abubilla de alas blanquinegras y cresta erguida. Cambio de género aparte (ya se ve que para Arruga el cucut o cucute es masculino), creo que puedo dar por acertada mi sospecha primera. En cuanto al pecho, es fácil comprender que erraría en el adulto de Madrid la memoria del niño de Alcolea.
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Cuando reviso este texto, que tan soso me ha salido, se avecina por el oeste una nueva borrasca, a la que bautizan Herminia (si no he entendido mal). Noto que la señora meteoróloga avizora las dificultades de tráfico y los peligros de la nieve con un entusiasmo contenido pero cierto. No es caso aislado. Con ardor cambioclimatista, los amigos de la isobara tiemblan de azorada expectación con la inminencia del chubasco. Situación complicada, extremen la precaución. No nos ahorran latiguillo alguno. Pero lo de esta tarde ha sido de apoteosis, con una frase que, si usted la examina con atención, muestra por sí sola esa ardorosa, trémula, excitada expectación de la borrascosa crisis, al anunciar, óigalo bien, rachas de viento de más de hasta 140 kilómetros a la hora.
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