sábado, 24 de agosto de 2019

De Aquiles y aquileas

Aquiles es de los personajes de relieve en el panteón griego.  No es un dios, pero se acerca bastante: sabido es que lo fue su madre, Tetis, diosa marina a quien un oráculo (el mito griego está lleno de amenazas oraculares, motor de la tragedia; oráculos y amenazas que, por lo demás, nadie sabe de dónde salen) pronosticó: si engendras un hijo divino, derrocará a Zeus, como hizo éste con su padre Cronos.  He aquí por qué Zeus obligó a Tetis a solemne boda con un mortal, Peleo, rey de Tesalia: así no engendraría más que hijos mortales.  (Los griegos creían, con un candor que Aristóteles puede compartir con cualquier subsecretario de Hacienda, que la semilla era del papá, y mamá era el tiesto.)

Tetis no se resigna a que su hijo muera y prueba con él todos los remedios que conoce o inventa para hacerlo inmortal: incluso quema su cuerpo para que lo mortal del nene se haga humo y quede sólo sustancia divina (algún mitógrafo asegura que el Aquiles que luchó en Troya era el enésimo hijo de Tetis y Peleo: los anteriores habían perecido chamuscados).

Por último, Tetis empapa al churumbel con las negras aguas del Éstige, el río infernal, que, como todo el mundo sabe, hacen invulnerable la piel que tocan (sólo falta encontrar el río, cosa hacedera para una diosa marina).  Así Aquiles, si no eterno, se vuelve durillo de piel, salvo, ¡ay!, la parte por la que su madre lo sujetaba, para no ser arrastrado por la corriente estigia.

La juventud de Aquiles bajo tutela del centauro Quirón (el de la centáurea), la detección por el astuto Ulises del joven vestido de doncella, la opción por éste de una muerte gloriosa antes que una vejez oscura, su marcha a Troya, el robo de Briseida, la cólera, el llanto, Patroclo, Héctor, su muerte, en fin, por la flecha que Paris acertó a clavar en el mismísimo talón de Aquiles...; la Ilíada, en suma, ya lo conocen ustedes, o, si no, pueden leer a Homero, autor de provecho en verano, y aun en entretiempo.

A este héroe homérico está consagrada la aquilea o milenrama (este es el nombre que le da Font Quer), quizá porque las virtudes vulnerarias de la hierba cuadraban a su condición guerrera.  El Dioscórides renovado da una receta de infusión aguada para lavar heridas y que encueren.

Achillea o "aquilea" es en principio un adjetivo derivado del nombre de Aquiles.  La milenrama se llamó en griego ᾿Αχίλλειος /a-jíl-lei-os/, o bien ᾿Αχιλλεία /a-jil-léi-a/, "la aquilea" o "la de Aquiles"; término que no encuentro en Teofrasto pero sí en Dioscórides.  Sólo que este médico parece hablar de una planta acuática también llamada στρατιώτης ὁ ποτάμιος /stra-ti-oó-tees ho po-tá-mi-os/ "soldado fluvial", que no sé si es la misma llamada στρατιώτης χιλιόφυλλος /stra-ti-oó-tees ji-li-ó-fyl-los/ "el soldado milhojas"; ahora no lo consigo precisar y, a decir verdad, no sé si merece la pena.

También aparece en Dioscórides (y en Galeno de Pérgamo) una planta llamada μυριόφυλλον /my-ri-ó-fyl-lon/ "diez mil hojas" (μύριοι no significa en realidad "diez mil", sino más bien "infinitos", "innumerables": hasta el Arenario de Arquímedes nadie se preocupó de manejar cifras que se consideraban inalcanzables; es gracioso que también los chinos, si no mienten los sinólogos, se refirieron al universo como "los diez mil seres").

En fin, esas palabras pasaron al latín como Achillea (pronunciado /a-kil-lée-a/: la E es larga, como corresponde al diptongo griego ει) y millefolium, que son transcripción y calco, respectivamente, de aquellas griegas.

En su Naturalis historia dice Plinio que la milenrama es hallazgo de Aquiles (25 42): Invenisse et Achilles discipulus Chironis qua volneribus mederetur, quae ob id Achilleos vocatur, et sanasse Telephum dicitur "también dicen que la descubrió Aquiles, el alumno de Quirón, para curar heridas, por lo que la llaman aquilea, y que con ella curó a Télefo".  Y algo más adelante: Aliqui et hanc panacem Heracliam, alii sideriten et apud nos milifoliam vocant, cubitali scapo, ramosam, minutioribus quam feniculi foliis vestitam ab imo "algunos también la llaman panacea de Hércules, otros siderite y entre nosotros milifolia, el tallo de un codo de altura, ramosa, vestida desde abajo con hojillas más pequeñas que las del hinojo".

Pero, añade, otros dicen veram Achilleon esse scapo caeruleo pedali, sine ramis, ex omni parte singulis foliis rotundis eleganter vestitam "que la verdadera aquilea tiene el tallo azulado, de la altura de un pie, sin ramas, y viste con elegancia hojas simples redondas".  ¿De qué planta habla aquí Plinio?  Ni idea.

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