Entre las onomatopeyas que forjan el idioma destaca br-br o bl-bl. Por onomatopeya entiendo la palabra nacida de un sonido imitativo, aunque también se suele llamar onomatopeya a la imitación misma, en nuestro caso ese br-br. Pues bien, parece ser que este grupo sonoro remedaba el hablar de un extranjero, es decir, la algarabía incomprensible, el idioma desconocido. (Algarabía, ya que estamos, es la voz árabe arabiya "lengua árabe", idioma del poder, durante un par de siglos, en nuestra península, por más que los habitantes parlasen, en su mayoría, romance.)
Así pues, aquella onomatopeya explica la palabra con que los griegos llamaban al extranjero: βάρβαρος /bár-ba-ros/, en principio algo así como "el que balbucea" o "el que barbota". Y qué duda cabe de que también en nuestro barbotar se reconoce la onomatopeya br-br de donde nace bárbaro.
Perseguir onomatopeyas es para el filólogo lo que para el botánico rebuscar híbridos de narciso. A barbotar equivale balbucear (o balbucir) y ahí tenemos bl-bl, pariente próxima de br-br, o más bien su variante. Y balbucir, en latín balbutire, deriva a su vez de la voz que designaba en la antigua Roma al tartamudo, esto es, balbus, otro avatar de la misma onomatopeya. (Balbus fue también un cognomen, esto es, un mote vuelto apellido, de donde descienden los actuales Balbina, Balbín, Balbino).
Hay dudas sobre si la voz bereber es de origen autóctono o préstamo del griego, pero con ella los primeros seguidores del islam designaron a los norteafricanos ignorantes del árabe: bereber, al parecer, se aplicó primero a los egipcios, y paulatinamente desplazó su ámbito hacia el oeste. Es muy probable, en mi opinión, que traiga origen en la misma onomatopeya que el griego βάρβαρος, a menos que provenga de esta misma palabra o de su secuela, el latino barbarus.
Es larga la familia derivada de esos sonidos imitativos, y además muy dada a combinarse con otras (por ejemplo, con el mur-mur que representa el hablar sumiso y da nuestros murmurar y murmullo: de ahí parece que vienen todas las formas francesas de marmot y marmotter y, según algunos, marmotte, por su ronroneo), pero por ceñirme a las voces de parentela más estrecha mencionaré nuestra onomatopeya bla bla bla, tan usada en Mortadelo y Filemón; la designación algo despectiva del habla asturiana como bable; las voces francesas babil, babillage, babiller, alusivas al hablar confuso o infantil; el inglés babble que describe el balbuceo, el parloteo o el murmullo; incluso Babel, antonomasia de la confusión de lenguas. Babel hoc est confusio, dejó escrito Gregorio de Tours.
Todo esto es muy entretenido, y es lástima que no en todo haya pareja certidumbre. Por ejemplo Babel (o Babilonia) contiene, según opinión común, el semítico bab "puerta" (como en Bab el Mandeb o en Bibarrambla): Bab-ilu sería, para los doctos en aquellas lenguas, "la puerta del cielo"; aunque para otros viene del hebreo balal "confusión", como sostenía el obispo galo. Y, puestos a señalar étimos improbables o extravagantes, el amigo Cejador buscó para bereber nada menos que el supuesto ber-iber "hijo de Iberia".
Lo anterior viene a cuento de un comentario de Daniel Gómez, ante un mapa donde el norte de África llevaba el dictado de Berbería: "¿No vendrá de ahí la palabra Berberis? Porque es una planta norteafricana". Lo que muestra cuánto importa, para la etimología de los fitónimos, el conocimiento de las plantas mismas, su distribución, virtudes et cetera. La observación de Daniel invita a considerar que Berberis es pariente de los bereberes y de los piratas berberiscos, de los barbarismos y los balbuceos. Conviene advertir que Berbería o Berberia figura en los mapas latinados como Barbaria.
Confirmación sólo la he encontrado en vicipaedia (la variante latina de wikipedia), pero buscando en vano bereber o berberisco en el gran diccionario etimológico de Corominas encontré la voz castellana berberís definida como "clase de espino" y documentada desde el siglo XVI. Ahora bien, el diccionario académico sostiene que berberís significa "agracejo" (esto es, Berberis vulgaris), y añade dos sinónimos: bérbero y bérberos. Berberís, para Corominas, procede del árabe barbarîs (con pronunciación llana, barbâris, en vulgar); según el filólogo catalán, a veces designa también al madroño, y es voz tomada probablemente del latín botánico.
En resumidas cuentas, creo que Daniel dio en el clavo.