martes, 25 de julio de 2017

Epicentro




Desde 2010 tiene mucho éxito, en esta neolengua absurda que forjan políticos malos y malos periodistas, la palabra “epicentro”: significa lo mismo que “centro” (o eso creen ciertos medios) y tiene la ventaja de acarrear dos sílabas más (en la neolengua, te acercas al ideal cuanto más hablas y menos dices). Pero no, señores: “epicentro” es un tecnicismo de sismólogo, y significa algo más que “centro”. Hace unas semanas se oyó en la tele esta frase absurda: “El epicentro de la tormenta se sitúa en Manila”. ¿Ahora también las tormentas tienen epicentro? El redactor, es claro, aludía al ojo del ciclón. ¿Por qué no dijo “centro”, simplemente? Ah, pues por eso mismo: le parecía, sin duda, demasiado simple. El terremoto de 2010, que tanto daño produjo en Haití, también dejó secuelas en la neolengua española.

No veo qué tiene de malo la palabra “centro”. Es clara, precisa y breve (quizá por eso la desdeñan los epicentristas). Tiene, para mí, el encanto añadido de ser un helenismo, esto es, una palabra griega. En griego antiguo, κέντρον (se pronuncia /kéntron/) designa un pincho, cosa hiriente: κέντρον es el aguijón de la avispa, κέντρον es la punta de la garrocha que aguija a la res (en latín, stimulus); también, figuradamente, se llama κέντρον al estímulo o acicate para la acción. La palabra se aplica asimismo a la punta del compás, al extremo puntiagudo que, para trazar el círculo, se clava en el suelo o en el papiro: se comprende cómo, a partir de ahí, la palabra adquirió el significado geométrico hoy corriente (y ya documentado en los Elementa de Euclides).

¿Qué tiene esto que ver con la botánica?, se preguntará alguno. Pues no mucho, ya lo sé, pero he querido empezar por aquí estos apuntes sobre lenguas clásicas y botánica para que no se pueda llamar a engaño ningún posible lector; sépase, de buen comienzo, que el autor es amigo de irse por las ramas. (No se dirá que es costumbre poco botánica.)

He comenzado esta reflexión sobre κέντρον porque hace poco caí en la cuenta de que esta palabra que tanto me agrada participa también en la nomenclatura lineana; pues, si no me equivoco, contribuye a nombrar un género de las valerianáceas: el Centranthus.  Centranthus está formado, casi seguro, de la voz griega ἄνθος /ánzos/ “flor”, y κέντρον “aguijón”, aludiendo esta voz ahora, creo yo, al espolón que caracteriza a este género frente a otros como Valeriana.  Centranthus significaría, así, “flor del espolón”.


Que no se enteren en el telediario, que empezarán a llamarlo Epicentranthus.

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