Entre pájaros la calandria, por ejemplo, lleva el nombre de Melanocorypha o "casquinegra" (κόρυς κόρυφος /kó-rys kó-ry-fos/ "casco"), así como el carricerín real el apodo de "barbanegra" (Acrocephalus melanopogon: πώγων /poó-goon/ "barba") y la gaviota cabecinegra traduce su nombre al griego: Larus melanocephalus.
Permítaseme clavar aquí con un alfiler algún insecto, que me tienen ahora muy entretenido: por ejemplo la diminuta Drosophila (/dro-só-fi-la/ "amiga del rocío") es "de panza negra" (melanogaster: γαστήρ /gas-teér/ "abdomen"), y, algo mayor, el coleóptero Oulema melanopus /me-lá-no-puus/ es "de pies negros" (tenemos aquí la misma terminación que en el coronópode --o corónopo). Curiosa es la palabra melanopus, porque en griego existe ya un "pies negros", Melampo, que fue guerrero en Troya y tuvo fama de médico y adivino (los pies negros de la época homérica no eran, según Ruipérez, de la emigración argelina, sino los dotados por el dios para el arte de Esculapio).
Para que se vea que los defectillos andan bien repartidos por barrios, tanto en el helenista como en el botánico, señalaré que el nombre de dicho héroe homérico debería ser Melámpode y no Melampo: la última forma, sin embargo, es la que corre por textos y diccionarios castellanos, afeándolos sin duda, en mi opinión. Pues la transcripción correcta de Μελάμπους /me-lám-puus/ (genitivo Μελάμποδος /me-lám-po-dos/) es sin duda Melámpode, igual que la de τρίπους /trí-puus/ es trípode.
Para hacerme perdonar los excesos eruditos, copio aquí un pasaje sobre Melámpode o Melampo, el médico adivino, tomado de la Biblioteca de Apolodoro: "Había delante de su vivienda una encina y en ella un nido de serpientes; sus criados las mataron y él recogió la leña y quemó a los reptiles, pero adoptó a sus crías. Éstas, hechas adultos, se le subieron mientras dormía y le limpiaron los oídos con la lengua. Despierto Melámpode notó con terror que comprendía el idioma de los pájaros que a su alrededor volaban: así aprendió a predecir el porvenir a los hombres".
Obsérvese que, aunque en el griego μελάμπυρον el acento va en la tercera sílaba (contada desde el final), en latín el acento va en la segunda /me-lam-pý-rum/ siguiendo la rígida ley de la penúltima larga (la Y de πυρός es larga). Encuentro en mi diccionario italiano que acentúa melàmpiro, a la griega; cosa rara, pues en en esa Hesperia (donde Elena es Élena y Atila es Átila) suelen respetar el acento latino más que en la nuestra.
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