[Encuentro esta entrada, que debería ir antes de "Lirio", extraviada entre borradores.]
Mireia tiene la amabilidad de darme noticia de un trabajo muy bien documentado sobre la etimología de la voz gallega maraballa y portuguesa maravalha, muy interesante para mí también en un aspecto: cita el autor varios nombres comunes de la Hypochoeris radicata, entre los que se encuentran "lechuga de cerdo" y leituga dos porcos: abundan éstos en mi afirmación, medio broma, de que quizá era la Hypochoeris plato de gusto de los gorrinos.
Además el artículo cita un Diccionario castellano-gallego de fines del siglo XIX, autor Valladares, con el siguiente dato, parece, sobre la Hypochoeris radicata: "cómenla con avidez los cerdos, y los labradores la buscan y la cogen para dársela". Verdad es que, pese a mi afición a las etimologías, descreo mucho de ellas, y me hacen poca fuerza las palabras de un autor al que no conozco, y precisamente por ello: es conocido vicio de lexicógrafos imaginar usos y hechos para justificar una etimología que, para nuestra planta, parece indudablemente porcina.
Según leía el estudio (parte de una tesis de la Universidad de Chile, autor Mauricio Fuenzalida) tuve un sobresalto al leer Hypochaeris: no hay cosa que más me fastidie que leer mal una palabra y poner una letra por otra. Repasé con más atención los textos y encontré que, en efecto, usan casi por mitad las formas Hypochoeris e Hypochaeris.
Aunque los diptongos latinos ae y oe se pronunciaban más o menos como se escriben, eso sólo sucedía en latín clásico; ya la edad media confundía e y ae y oe en un /e/ más o menos indiferenciado. Por eso en latín medieval y moderno es fácil leer, junto a grafías clásicas (cetera /kéetera/ "lo demás": la primera E es larga) otras menos clásicas (caetera, coetera). Etcétera.
¿No lo he dicho aún? Jamás hubo una Academia que dictase la ortografía del latín.
Interesante página, Gil Tormes, que seguiré con interés y leeré con fruición. Sólo querría hacer un comentario a esta entrada: tu última afirmación no es del todo cierta.
ResponderEliminarEn el pasado siglo la 'Academia Latinitati Fovendae' dictó, en edición bilingüe latín-francés, unas "Normae orthographicae et orthotypicae Latinae" (Roma 1990). Intervinieron en su redacción cinco ‘académicos’: Nicolaus Sallmann (praefectus), Osvaldus Dilke, Carolus Egger, Caelestis Eichenseer et Iosephus M. Mir. La traducción francesa es de Pièrre Grimal y las normas en latín apenas cubren 8 páginas.
José Mª Mir amplió y completó el trabajo publicando en el mismo año y con el auspicio también de la ALF una "Probata ratio scribendi et interpungendi in scriptis Latinis" (57 páginas, en latín), con este índice:
-Notiones et normae generales de «Orthographia Latina».
-Principia et consectaria.
-De quibusdam litteris retinendis.
-Quo modo syllabae dividantur .
-De litteris maiusculis.
-Signa interpungendi.
-Index verborum Latinorum ex probata orthographia .
-Indiculus nominum virorum et mulierum.
Deberían reeditarse porque son difíciles de encontrar (salvo en alguna biblioteca) y aprovechar así para actualizar y revisar algunas normas, como la que afecta a las letras ramistas ( se proscribe el uso de la -j-). Yo nunca había utilizado las letras ramistas al escribir en latín, pero ya he empezado a introducir la -v- minúscula. Todavía, no obstante, por deformación profesional me cuesta emplear la -j-. Pero acabaré haciéndolo.
Sabía, o mejor dicho deseaba, querida Alejandra, que mi tajante epifonema suscitara contradicción: superas mis más locas esperanzas. Ahora que tengo en el anzuelo una respuesta tan docta como la tuya, lo mantendré por esa buenísima razón.
EliminarClaro que han existido muchos intentos de reformar la ortografía latina, desde el emperador Claudio hasta aquí; pero, si no me equivoco, ninguno (ni aun el emanado del poder imperial) ha obtenido no ya el aplauso, sino el mínimo consenso de los escribidores. Incluyo las reglas de la Academia Latinitati Fovendae, que leí en su día y no adopté porque, si no recuerdo mal, valde redolerent theodisca. Es decir: claro que se han dictado normas: lo que ha faltado es obediencia.
Con todo, considero que una uniformidad ortográfica haría mucho bien al latín, y si cualquier normativa (la de la Academia mencionada, por ejemplo) obtuviera un consenso amplio entre los latinistas, yo mismo la adoptaría, y usaría, aunque fuera a regañadientes, mayúsculas en los gentilicios y divisiones silábicas etimológicas.
Muchas gracias, Alexandra.